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jueves, 27 de diciembre de 2012

Lo improbable II - Fernando contraataca

Hay varias razones por las que escribo este blog, a saber:

Para descosificarme haciendo algo que requiere una mínima creatividad.
Para reflexionar sobre la vida y sus misterios.
Para sentirme cerca de gente a la que estimo.
Para tocar las narices de vez en cuando porque a mi me gusta llamar la atención.
Para hacer reír a mi amigo Fernando, F.

Esta última parecerá especialmente tonta pero lo cierto es que para encontrar el estado mental que requieren muchas de mis diatribas me imagino que se lo voy a contar a Fernando con intención de que se parta el culo de risa. No siempre es esta la motivación pero unas cuantas veces es así. También me gusta darle de comer porque me lo celebra mucho y somos los dos igual de tragones.

Otra cosa que me gusta es levantar polémica. Hasta la fecha lo había conseguido hablando de bragas y hace unos días he vuelto a dar en el blanco hablando de cine. Estoy encantado. Mis amigos han saltado como fieras. Fernando de hecho ha tenido un pronto de inspiración tan extenso que no se lo ha admitido el sistema de blogger y me lo ha tenido que enviar por correo electrónico. Yo paso a hacer lo que blogger no permite, es decir, a publicar íntegro, sin enmienda ni raspadura, el extenso comentario de mi amigo querido en el cual me pone a escurrir pero es igual porque yo sé que lo hace desde el cariño.



Hola comadres! Lo digo por el comadreo cultureta apolillado que os traéis entre manos a costa de una peliculita de nada.

Alfredo no alcanzo a comprender qué es lo que te ha pasado con "Lo imposible". Diríase que tienes pesadillas todas las noches con ella, vamos que la quieres someter al fuego purificador eterno.

Paso a rebatir gran parte de tus argumentos:

1- Por qué casi todo el mundo ha visto lo imposible? Puede ser que esté muy bien hecha, no solamente con respecto a la técnica, sino que también te transmita sentimientos, o puede ser que todo el mundo sea una especie de masa informe adocenada a la que solo le interesan las películas USA con muchos efectos especiales. La verdad es que esta película es de dirección y producción española, si bien es verdad que los actores son extranjeros (creo que hay algo relativo al marketing por ahí, te suena?).

2-Tú me conoces amigo, lo digo por lo de las preferencias sexuales, pero mira tú que no me acuerdo de la teta de Naomi Watts, lo cual me entristece profundamente porque la mujer tiene su aquel, pero también es indicativo de algo... Efectivamente los actores no serán españoles pero Naomi Watts y el niño mayor lo bordan, sobre todo el niño. De hecho al niñito le han dado un premio y todo. A mi que sean españoles o americanos me la trae floja con perdón, lo único que quiero es que trabajen bien y en la película lo hacen sobradamente. Vamos, que no entiendo por qué si los protagonistas de la historia real son españoles, lo deben ser los actores. Igualmente, tampoco entiendo por qué es necesario que los actores sean españoles si la película está dirigida y producida por españoles. Los USA que tienen la mente mucho más abierta que muchos europeos, y tú lo sabes bien, reclutan a quien mejor lo haga sin tener en cuenta la nacionalidad u otro tipo de zarandajas. Otra cosa, igual me equivoco, pero no recuerdo que en la película se indique en ningún momento la nacionalidad de los protagonistas, no entiendo por tanto por qué deduces que sea una familia americana. Eso sí, al final se cuenta que la protagonista de la historia real fue una familia española. Por cierto, me consta que Naomi Watts estuvo seis meses o más empollándose la historia real con la señora española que la sufrió para hacerlo lo mejor posible. Desde luego a mi me parece una gran actriz, no se a ti...

3- Dices: "Han compuesto una especie de docudrama". Docudrama es un calificativo irónico, y si lo acompañas con "una especie de" me llega el mensaje de que para ti es una especie de bodrio que no te ha gustado absolutamente nada. Parece que vas en contra de la crítica en general, porque gran parte de la crítica ha comentado que la película tiene una realización técnica impecable, incluso sobresaliente y que a nivel emocional es muy contundente. Ya se, me puedes decir eso de que los críticos están vendidos, etc, etc. Yo también lo pienso muchas veces. Personalmente creo que efectivamente en algunas partes se abusa del sentimentalismo, pero que en general el nivel de transmisión de la catástrofe y de la emotividad es adecuado.

4- No sé por qué te escandaliza que a esta familia les asista un seguro y que los repatrien con las mejores comodidades. Es más, me sorprende bastante. Tú mismo en esa situación, si pudieras, te conducirías igual. El es directivo de una empresa farmacéutica, no sé de qué me suena. Si tu hicieses con tu familia ese viaje no intentarías tener un buen seguro por si acaso? Me imagino que sí, si te lo pudieses pagar verdad? Vamos, que no creo que utilizases como bandera en ese mismo momento la lucha de clases. Yo cuando estaba viendo la película, me encontraba totalmente metido en la historia y respiré cuando pudieron salir del infierno. Ya sé que murieron cientos de miles de personas, pero en ese momento me identificaba con esa familia en concreto y quería que se salvara. Sí, eso que a ti te parece lastimoso y no entiendo aún por qué. Por otra parte, creo que la película no ha venido mal para que todos recordemos qué ocurrió en Tailandia. Por qué no nos pueden presentar como algo próximo un hecho luctuoso? Eso sí que me lo tienes que explicar con la próxima cerveza que nos tomemos.

En resumen, cuando vayas al cine quítate la venda de los escrúpulos que tienes, déjate llevar y disfruta. Por supuesto utiliza un espíritu crítico, pero que sea un poco más amplio y más generoso.

Besos mi amol

PD: yo, al igual que nuestro querido amigo, estoy totalmente en contra de las subvenciones para el cine español y muchísimo más teniendo en cuenta la que está cayendo  




lunes, 24 de diciembre de 2012

Lo improbable

He estado en el cine. Me gusta el cine, me gusta a rabiar, es de lo que más. En otras épocas de mi vida, más laxas y desocupadas acudía a las salas al menos dos veces por semana. Ahora he conseguido complicarme lo suficiente como para que esto no pueda ser así pero no es por falta de ganas, palabrita. Eso sí, llevo unos días disfrutando bastante con el tema de la crítica. Básicamente porque da pie a airadas discusiones con los amigos, un par de tíos raros que no hablan de fútbol. Es que los pobres van al bulto y están llenos de prejuicios pero yo los quiero igualmente.

Estuvimos discutiendo sobre "Lo imposible". Si alguien no la ha visto, o vive en otro planeta o estaba más pendiente del fin del mundo de los mayas que de otra cosa, esta peli es la historia - real toda ella- de una familia española que estaba pasando las vacaciones en Thailandia cuando de repente les pasó un tsunami por encima. Matrimonio y tres hijos. Las pasan más putas que en vendimia pero al final consiguen reunirse todos de manera casi milagrosa. Como los españoles somos morochitos y poco glamurosos en general, la peli la han protagonizado Ewan Mac Gregor, que está buenísimo, y Naomi Watts que se dice enseña una teta pero yo pienso que pueda estar doblada (ella, la teta está derecha). Estos actores tan rubios y tan guapos están acompañados por tres niños ideales que bien podían ser modelos de Neck&Neck por ejemplo. Para acabar de arreglarlo la familia es americana porque la película está hecha para mercados internacionales en los que todo el mundo sabe qué es americano pero en los que cuesta saber que es español (esto último hay que reconocer que es un concepto difuso incluso en España misma). Los productores, que han manejado pasta de Telecinco, han compuesto una especie de docudrama en el que las bellas víctimas de esta tragedia pasean desgracias y heridas por un territorio devastado, hospitales desbordados, líneas de telefonía móvil caídas y en general restos de civilización echaditos a perder. Finalmente la familia se reúne aunque parece algo imposible (de ahí el título) y entonces llega para mi lo que es el momento cumbre de la película, tras operar de mala manera a mamá para salvarle la pierna, la familia es repatriada en un avión medicalizado hacia el mejor hospital de Singapur. Me gusta esta escena por cómo está construida: Aeropuerto abarrotado, gente amontonada contra las vallas metálicas, buscando desesperadamente un lugar para escapar de aquel infierno aunque sea en una bodega de carga y en medio de ese marasmo se presenta un individuo todo trajeado, bien afeitado, con gesto grave pero amable que anuncia a la familia McGregor-Watts que su seguro de Swiss Life les incluye ese súper-viaje a Singapur para que mamá se recupere. Es espectacular. La esencia misma de Telecinco, la publicidad perfecta, el paradigma entre las compañías privadas y el alivio personal, la materialización absoluta del la fábula de la cigarra y la hormiga. Es genial. La película está muy bien hecha desde el punto de vista técnico, bien medida, bien encuadrada... no le falta detalle. La lástima es que la historia se limite a regodearse sobre unos sucesos luctuosos presentándolos como algo próximo. Es un chafardeo bien descrito, que tira de la lágrima fácil y que persigue que el público piense de los protagonistas que son una pobre gente y que se alivie mucho cuando los recoge Swiss Life. Me parece lastimoso.

Sin embargo esta semana he visto una que me ha encantado: "Una pistola en cada mano". Para cierta parte del público tiene algunos problemas que yo ya voy anticipando para que nadie se llame a engaño, a saber:

  • Carece de efectos especiales. Todo ocurre en la calle, con gente conversando y no hay un triste puñetazo.
  • Está protagonizada por actores españoles (y un par de argentinos) que tienen ideas políticas y que en algún momento han manifestado y aunque en la película no hay ninguna mención a la política, hay quien no se puede sacar esto de la cabeza.
  • No hay teta por más que trabajen tías muy guapas.
La película habla de tíos, de tíos de mi edad, de lo que se nos pasa por la cabeza y de los problemas que tenemos con las tías (que es lo que básicamente nos pasa por la cabeza). Alguno dirá que está muy visto pero a mi no me lo parece. Es más, disfruté como un enano. La recomiendo vivamente. Daos prisa porque con la ausencia de efectos especiales, de sexo y de masacre es posible que la película desaparezca en breve. El Hobbit durará más, no preocuparse.

Mi amigo J se indigna mucho con que se subvencionen estas cosas. A mi por una parte no me acaba de cuadrar que se subvencione el cine pero por otra pienso que si se deja en manos de la oferta y la demanda quedaremos a merced de los seguidores de "Gandía Shore", "La Noria" y "Qué tiempo tan feliz" y la verdad es que a mi me gustan otras cosas. 



domingo, 23 de diciembre de 2012

Noche de amor

- ¿Estás loco Carlos? ¿Cómo se te ocurre llamarme ahora? Estoy en casa de mis padres, con Rubén y los niños, ¡es Noche Buena! susurraba Susana en un rincón entre agobiada y complacida. El hecho de que su amante sevillano le siguiese escribiendo y buscando le producía una sensación placentera. Saberse querida y deseada le daba un plus de seguridad en sí misma y una notable alegría de vivir. Sin embargo esta vez Carlos estaba arriesgando mucho. Sabía perfectamente que ella se encontraba celebrando la Noche Buena con su familia y que no era el momento de conversaciones amorosas.

- Pues claro tonto, y yo a ti pero es que me estás poniendo en apuros. ¡Me van a oír y se van a dar cuenta!

- Sí...

- Sí, sí...

- Bueno anda, feliz navidad a ti también, sé bueno y no bebas mucho. Adiós, adiós, un beso.

- Un compañero de Sevilla, dijo al regresar a la gran sala de estar donde se encontraba reunida la familia. Tenemos una colaboración con ellos y el tío anda haciendo experimentos estos días. Llama para contar resultados y felicitar la fiestas todo en el mismo pack, está un poquito ido. Susana justificaba su ausencia con una explicación que nadie le había pedido. Al fin y al cabo es normal que la gente te llame para felicitarte la Navidad. Si Susana se explicaba lo hacía para conjurar su miedo a ser descubierta.

- Yo también tengo mucho lío estos días, parece que la gente se pusiera de acuerdo para crear problemas en el momento más inoportuno- intervino repentinamente Rubén preparando el terreno. Entre tanto los niños correteaban, gritaban y metían cuanto ruido cabía esperar en una fiesta familiar en la que se encontraban a sus anchas, jugando con su colección de primos, en la enorme casa de los abuelos, con licencia para cualquier tipo de trastada; una noche en la que se te perdonaba todo si eras menor de 14 años o sí, como el hermano menor de Susana, te encontrabas a doce mil kilómetros compartiendo la velada con la familia de tu novia americana.

Esther y Sara, las hermanas de Susana, ayudaban a su madre en la cocina. Rubén conversaba de política y economía con Armando, el marido de Esther, y del progresivo deterioro de la situación nacional. Adrián, el novio de Sara que se había sumado por primera vez a la celebración familiar, estaba un poco aquí y allá. Se le notaba un tanto desubicado por más que todos estuviesen siendo correctísimos con él.

- Me toca volver a París otra vez, insistió Rubén, tenemos un lío grande con una carga en Ormuz. Nos han parado un barco y hay que templar gaitas con los iraníes.

- ¡Caramba, suena complicado eso! terció Adrián con ánimo integrador. Rubén aprovechó la ocasión para darle una extensa charla sobre su trabajo y las interminables complicaciones asociadas a su proyecto de cuñado. Este las seguía con fingido interés, arrepintiéndose un tanto de su intento de socialización.

- ¿Eso significa que te vas otra vez? No habías dicho nada- intervino Susana. ¿Y cuando te marchas?

- Estaba pensando coger el vuelo de mañana a las siete de la tarde...

- ¡Qué triste! Viajando por trabajo el día de navidad- acertó a decir Sara que pasaba por allí.

- Es lo que toca, contestó Rubén tratando de componer una mueca de humildad.

- ¿Y hasta cuando te quedas? intervino Susana. Te recuerdo que tenemos unas reservas para el fin de año en Vaqueira y que luego habrá que pasar unos días en Tarazona, ese pueblo tan bonito...

- Pues no lo sé querida, depende de lo que diga el ayatollah de turno y de nuestra capacidad para convencerle de que no estamos traficando con pornografía . Lo mismo me toca viajar hasta Omán así que llegado el caso te vas con los niños a Vaqueira y santas pascuas. A Tarazona ya iremos cuando se pueda.

- Sí, en verano que es cuando da más gusto, replicó Susana. En fin, ya veremos como nos organizamos. Y en su fuero interno empezó a disfrutar ante la posibilidad de un paseo en AVE hasta Sevilla para dar un paseo con Carlos. Al fin y al cabo ella también tenía viajes de trabajo pendientes.

- ¡Mamá, mamá, Rodrigo está dando saltos en la cama! anunció el pequeño Pablo contrariado por la actitud transgresora de su primo.

                                                                      ***

No estaba siendo el mejor año para Irina-Cécile y su esposo, Fraçois. Desde la primavera su relación se había deteriorado, las discusiones eran habituales y cada vez hacían más vida separada. François sentía una profunda desesperación. Estaba convencido de que su mujer tenía un amante y de que estaba a punto de abandonarle. Lo sabía. Sin poder reprimirse había llegado a husmear entre las cosas de ella, móviles, ordenador, cuadernos de notas... Había encontrado alguna referencia vaga, alguna indicación, algo sospechoso. No sabía el nombre de él y menos aún conocía su rostro, su voz o las circunstancias de su vida pero sabía que estaba ahí.

Habían pasado los meses, había pasado el verano y el lluvioso otoño de París había dado pie a un invierno frío. Irina estaba enamorada de su amante español pero se sentía que el tiempo transcurría y que todo seguía igual. Al final se estaba convirtiendo en la aventura parisina de un ejecutivo extranjero a quien lo que de verdad importaba eran su mujercita y sus hijos y que todo lo que quería era una rubia con la que echar un polvo en un estudio de París. Todo sonaba asquerosamente tópico, una bohemia de lata y una frustración de libro.

Aquel día de Navidad estaban en casa de la madre de François que recientemente había terminado su tratamiento del cáncer de mama que meses atrás le había sido diagnosticado. La tarde revestía un deje de tristeza en una casa donde no había niños, ni más gente. François era hijo único y sus vástagos solían pasar la navidad con su madre y la nueva pareja de esta en Estrasburgo. Por otra parte Marie-Elise, la madre de François, nunca sintió mucho aprecio por su nuera a quien encontraba demasiado joven, demasiado provocativa y demasiado extranjera para su hijo. Así estaban las cosas cuando sintió Irina la vibración que identificaba la entrada de mensajes en su teléfono. "Estoy delante de tu casa en este momento", decía el SMS entrante.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Irina al que sucedió una acuciante urgencia por irse de allí y encontrarse con su amante que la esperaba en otro extremo de la ciudad. "Voy. Espérame. No te marches". Irina anunció a su marido y a su suegra que tenía que salir urgentemente, que había un problema en el trabajo y que no se preocupasen por ella y que siguiesen celebrando. Que se llevaba el coche porque François dispondría de tiempo para pedir un taxi.

Aquel día de Navidad el tráfico parisino se mostraba más que razonable y el recorrido por la autopista de circunvalación no se demoró excesivamente. Con eso y con todo se le hicizo largo el recorrido hasta que por fin se encontró frente al número 30 de la Rue de la Cépède. Allí estaba Rubén sentado tras la cristalera de L'Envol, frente a una taza. No se lo podía creer. Estaba emocionada, excitada, quería verle, tocarle, besarle. Rubén la vio entrar en el café y se puso en pie. Ella se abrazó a él y sintió las lágrimas resbalar por sus mejillas. No quiso decirle nada. Ni siquiera quiso preguntarle si estaba allí para quedarse lo que Rubén agradeció porque no tenía respuesta.




domingo, 16 de diciembre de 2012

Lecciones de Historia

 Como había amenazado, aquí estoy de nuevo para hacer crónica de la mejor película que he visto en bastante tiempo: "Abraham Lincoln, cazador de vampiros"

La historia empieza durante la adolescencia temprana de Abe, en un villorrio de Illinois que es el estado del que viene Obama. Para aquellos que estén un poco justitos de Geografía e Historia, Illinois es un estado del norte, de los de la Unión, no de los confederados. Para los que no lo sepan y quieran tirarse el pisto delante de amigos y familiares durante las entrañables fiestas que se avecinan, se pronuncia "Ilinoi".

El caso es que Abe niño anda con su padre haciendo no-se-qué en la zona del río cuando ve que unos hombres malos y chulescos maltratan a un pobre negrito de su edad pero más bajito pues es bien sabido que Abe tenía un problema hormonal que le produjo una notable acromegalia y que seguramente le hubiese dado una ancianidad llena de sufrimientos de no haberle sido abreviada la existencia por aquellos pavos de mal perder que se lo llevaron por medio. El caso es que los malos se ponen a golpear al negrito y Abrham sale en su defensa con lo cual se lleva también lo suyo. Papá Lincoln se interpone y el señor chulesco del látigo le arruga con sus palabras amenazantes.

Esa misma noche, mientras duerme, el joven Abraham se despierta sobresaltado por unos ruidos en el piso de abajo, donde duermen papá y mamá. Abe se asoma con cautela y, en lugar de ver a sus papás jugando a los médicos que habría sido lo normal, se topa con que el malote del látigo, que es un vampiro, está chupándole la sangre a su mamá, quien muere a consecuencia. ¿Dónde se encuentra papá a todo esto? Pues ni puta idea, bastante agobio tenía con la cabina de avión a 28 grados en la que estaba confinado viendo la peliculita, pero carece de relevancia para el resto de la historia. El caso es que la madre muere y Abraham se va por el mundo a hacerse mayor y abogado, paso previo y elemental antes de llegar a presidente de Estados Unidos.

Ya crecidito Abe vuelve a su villorrio a vengar la muerte de mamá a tiro limpio contra el malote, del cual ignora la condición de vampiro pese a lo que ha visto, el pobre Abe es un simple y además un seguidor de Rosseau. Mientras se toma unas zarzaparrillas en la tasca del pueblo para darse ánimos antes de acometer la faena, llama la atención de un parroquiano de aire misterioso que se encuentra en el local. Fundamentalmente porque mientras empina el codo se le cae el pistolón al suelo.

Abe se va a buscar al malo y cuando lo encuentra le pega un tiro que parece haber fallado sorprendentemente. El malazo sale tras él y lo acorrala en una caseta pero durante la pelea Abe consigue recargar la pistola y recibe al malo con un segundo tiro en todo el ojo. El malo parece caer muerto. Sin embargo, cuando todo el pescado parece irremisiblemente vendido, el malo se resucita y se tira, literalmente, a por su cuello. Ese es el momento en que aparece el colega del bar y le espanta a este pollo vampírico. Entonces es cuando a Abraham le hacen la luz. El espantavampiros le viene a explicar que América toda está llena de ellos, que están camuflados entre la gente normal y que se confunden con cualquiera. Sólo al llegar la noche se quitan el disfraz y parten a chupar sangre como locos. Entre espantado e indignado (Lincoln era un tipo que se indignaba mucho ante la injusticia, la mentira y la esclavitud, por algo es santo civil), Abe se compromete a luchar contra el vampirismo. Para ello acepta seguir un entrenamiento y convertirse en una especie de agente secreto antivampírico.

¿Y cómo se liquida a un vampiro? Se preguntará una parte del respetable igual que hizo Abraham. Con una estaca de roble clavada en el corazón, contestarán los más clásicos. Con un revuelto de ajos tiernos dirá algún gracioso. ¡Pues no! A los vampiros hay que matarlos con plata. ¿Y por qué con plata? Pues porque con treinta monedas de plata pagaron a judas por traicionar a Cristo lo cual hace que este metal sirva para matar vampiros, hombres lobos y cualquier clase de horror maléfico y pecaminoso.

Con semejantes antecedentes Abe y su amigo se hacen un hacha con la hoja de plata y el primero se somete, por parte del segundo, a un intenso entrenamiento que lo convierte en una especie de leñador-maestro-kung-fu de cargase de bueno y de habilidoso.

Ya graduado se va Abe a ejercer de agente secreto (durante la noche) a otro villorrio de Illinois (presumo que Chicago que hoy en día es una gran ciudad pero que empezó como villorrio). Durante el día trabaja en un ultramarinos, que no sé cómo se llamarán en América, lo mismo antemarinos y hace de abogado, se mete en política y liga con Mary, su futura esposa y Primera Dama. Por la noche descabeza vampiros sin ninguna piedad y se deshace de los cuerpos. Los vampiros son que si el farmacéutico (que no me extraña), que si el jefe de la oficina de correos, que si un cuñado de Mary, en fin, gente de lo más corriente a la que nadie echa en falta cuando Abe les da boleta.

En su faceta política Abe se destapa  como un hombre honesto, modélico ciudadano, amante de las libertades ciudadanas y, aquí está la madre del cordero, enemigo acérrimo de la esclavitud.

El caso es que poco a poco Abe va dejando el antivampirismo por la política activa y así a lo tonto, llega a presidente como quien no quiere la cosa. Es entonces cuando decide que por el poder del que ha sido investido va a ordenar el fin de la esclavitud y aquí llegamos al nudo gordiano de esta revisión histórica. El tipo que le ha adiestrado en matar vampiros, que es a su vez un vampiro aunque este sólo se alimenta de sangre de lata porque es un ser de nobles sentimientos, le explica que eso no puede ser porque los vampiros, que se han afincado en los estados del sur, utilizan a los esclavos negros para alimentarse de ellos y así dejan en paz a los blancos del norte. Pero esto a Abe le da igual, lo que es justo es justo y él, en su personalidad de presidente, procede a abolir la esclavitud. Como no podía ser de otra manera esto desata la guerra civil que dura y dura como el conejito de Duracell porque los ejércitos del norte no consiguen doblegar a los rebeldes. Y los que tenemos ciertas inquietudes históricas es aquí donde quedamos perplejos porque no es que los confederados fuesen gente brava y motivada, ni que Robert Lee le diese cincuenta vueltas al mejor general de la Unión, no; ni siquiera la patanería, falta de escrúpulos y desinterés de políticos y militares federales tenían nada que ver. La cuestión es que el ejército rebelde ¡¡¡está formado por vampiros!!!  Y que el mismo Jefferson Davies (presidente confederado, N. del A.) es un hombre de paja manipulado por el jefe supremo vampírico que hace y deshace a su antojo para poder mantener sus granjas de esclavos negros a los que chupar la sangre y de las que el maldito Lincoln quiere privarles.

Para no enrollarme mucho me voy derecho al final. Hay una única forma de acabar con la horda vampírica-sureña que obviamente supera cualquier carga militar de los soldados de la unión a los que aniquila sin piedad: dispararles munición de plata. Con esta brillante idea se procede a recolectar plata que todas las familias adineradas de Boston donan gustosas y a hacer unas estupendas balas y bolas de cañón para matar soldados vampíricos y liberar a los esclavos.

El transporte de las balas al frente, que se hace en tren, es de lo más accidentado porque el vampiro jefe se entera de la jugada y trata de impedir que la munición mágica llegue al frente. Abe, que es un tipo muy responsable y que está muy despechado porque los vampiros han matado a un hijo gordo que le han puesto, ha retomado el hacha de plata y va en el tren con su amigo negro y el entrenador vampírico. En fin que, como era de esperar, el malo ataca el tren, hay una lucha brutal, el malo muere, los buenos se salvan y el tren se va a hacer puñetas pero como Lincoln es muy listo, ha enviado las municiones por otra vía, el tren era un señuelo ¡ja, ja, ja!

La película termina con los soldados sureños-vampíricos muriendo inopinadamente, víctimas del más absoluto estupor y de la argéntea munición. Se liberan los esclavos y todos contentos.
Me ha parecido curiosísimo lo que hacen los americanos con la historia, la manera en que la retuercen y la acoplan a una buena venta y me ha parecido una idea magnífica para trasladar a nuestro país o conjunto de ellos. Así puestos podrían hacerse películas del tipo “Zumalacárregui contra los zombis españolistas”,  “Roger de Flor cazador de hombres-lobo” o “Martirio y milagros de Manuel Goded” por sugerir algunas,  de visionado obligado en las escuelas. Total para como nos estamos quedando por lo menos echamos unas risas…
 
Abe Lincoln con su hacha en plena faena en el tren de las balas de plata. Un cagarro espectacular.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Cruzando el charco una vez más

Hola a todos.

He estado ausente una temporada porque la vida se me ha complicado sobremanera con historias feas y tontas de las que te quitan el humor y las ganas de hacer cosas pero hoy he dormido como un campeón y he decidido materializar mis ideas de hace un par de días y seguir compartiendo experiencias vitales con mi apreciada parroquia así es que vamos allá.

Este pasado lunes me fui de viaje, como es habitual y fue cruzando la mar océana, como de costumbre, si bien esta vez cambié el trayecto y en lugar de hacer los ya tradicionales 11.000 Km para llegar a Buenos Aires, cambié el tiro y los hice para dirigirme a la no menos lejana ciudad de Seattle, sita en el pintoresco estado de Washington, alias The green state, en Estados Unidos.

El viaje, en clase turista, fue un horror absoluto. Esta vez fue en British Airways, hermanita o más bien hermanastra de nuestra Iberia. La clase turista aquí se llama tourist class y seguro que al francés se traduce como la classe de merde des avions anglaises asqueroses; son países que se entienden. Bueno pues mi ruta era un Madrid - Londres - Seattle y lo hice con mi compañero y amiguete el indio, un colega que se llama Tamal Raha y con el que he hecho buenas migas porque el pobre está de inmigrante en Madrid, pasando exactamente por lo mismo que he vivido yo en unos cuantos países.

De Madrid a Londres todo normal pero una vez allí empezó la fiesta. Tras un paso complicado por la seguridad del aeropuerto de Heathrow, que es tan neurótico como el peor aeropuerto americano, llegamos al asiento de la fila 50 de un Boing 747, esos que tienen dos pisos y que molan tanto desde fuera. En la fila 50, tres asientos en el lado de la ventanilla, se nos había incrustado una encantadora dama británica de más de 300 libras (de peso) que se había encajado en el asiento del centro. Yo, que tengo lamentablemente cierta experiencia en cruzar el Atlántico junto a obesos mórbidos, fui directamente a la parte importante, los reposabrazos, pudiendo comprobar al primer vistazo que los tenía levantados y que así iban a seguir porque las carnes de la gorda impedían su bajada. En esto llega mi indio y comenzamos a discutir sobre las plazas asignadas - el indio tenía justo la que ocupaba la gorda- y la luz de la esperanza comenzó a brillar. Una azafata se sumó al debate que concluyó en que la gorda se había equivocado de lado del avión y que no tendríamos que viajar con ella. En ese momento la preocupación por mi supervivencia (y la del indio) se tornó en preocupación por la de la señora quién, cosas de británicos, se azoró muchísimo, se puso coloradísima y comenzó a hiperventilar y a deslizarse por la peligrosa pendiente del ataque cardiaco. Poco faltó para que tuviésemos que extenderle un certificado de que no nos importaba y que no tenía que preocuparse que la perdonábamos-palabrita del Niño Jesús de Praga. Finalmente se nos calmó la señora y se marchó a expandir sus carnes a otra zona de la aeronave. Más tarde me fijé por curiosidad y vi que las agraciadas eran dos jóvenes de volumen escueto. Las pobres.

No acabaron aquí los problemas. El avión estaba averiado y se pusieron a repararlo con el pasaje dentro. Por cierto, la avería nos tenía, además de parados, sin aire acondicionado. Para amenizar la espera, que rayó las tres horas, me puse a ver una película y qué mejor que "Abraham Lincoln cazador de vampiros". Me impresionó tanto que decidí en ese momento que tenía que contarla en mi blog para ejemplo de propios y extraños y para mayor aprovechamiento de las generaciones venideras y porque pienso que los que me leen son todos personas con el suficiente buen gusto y sentido común para no ver algo así. El caso es que a mi me sale este ramalazo morboso de vez en cuando y no puedo remediarlo y además mi situación miserable en aquel momento estaba reclamando algo radical para acompañar mi ruina física de una apropiada ruina moral, qué coño. Luego os la cuento.

Además de este hermoso título y dado que el confort que ofrecía el avión no me dejaba oportunidad para comer, moverme o incluso respirar hondo, me dediqué a ver películas. Además de la que he dicho me tragué: "Ice age 3: La deriva continental", "The Bourne legacy", "Prometheus" (por cierto que me gustó bastante) y un episodio de "The big-bang theory" en el que Penny les regala a Leonard y a Sheldon sendos teletransportadores de juguete de la serie Star Treck.

En Seattle me llevaron a cenar al Space Needle, la famosa torre esa tipo "pirulí" que es una especie de símbolo de la ciudad y que procede de una expo que hicieron allá. El restaurante estaba bien para ser americano y tenía la particularidad de que daba vueltas y podías ver toda la ciudad en intervalos de 47 minutos. Toda la ciudad de noche porque en Seattle en esta época además de llover como en todas las demás épocas, amanece a las 7:30 y anochece a las cuatro de la tarde, lo sé bien porque me acostaba a las 0nce y diez y a las cinco de la mañana ya no me aguantaba en la cama, las nueve horas de diferencia son matadoras.

En el viaje de vuelta me vi otra vez "Prometheus" pero esta vez traducida al español-latino neutro, un aborto de nuestro idioma que han ideado en algún cuarto oscuro y siniestro de alguna multinacional para doblar las películas americanas en un sitio nada más. Además me tragué "Brave" y "Total recall" y conseguí dormir tres horazas gracias al consumo de una unidad de Dormidina-25. De lo contrario también me habria vito el remake de Spiderman.

Supongo que con toda esta agitación se comprende que esta noche halla pasado once horitas en brazos de morfeo.

Aquí el skyline de Seattle con el Space Needle en primer plano, aquí unos amigos.

martes, 2 de octubre de 2012

Viajero rico, viajero pobre

He estado de viaje, qué novedad. El viaje era a Buenos Aires, la novena vez este año, ya me vacilan las del control de pasaportes cuando me ponen el sello. ¿Dónde están entonces el interés y la moraleja de esta historia? Pues en que la Iberia, sin que sirva de precedente, me hizo eso que llaman un upgrade y me cambió mi humilde asiento de turista por un lujosísimo asiento de Business Class Plus, ahi es nada. La cosa sucedó así:

Era lunes y el vuelo salía a las doce y media del medio día. Había quedado con un compañero que venía conmigo en el viaje por lo que me dejé caer por el aeropuerto más temprano de lo habitual en estos casos que suele ser con la hora pegada al culo. Los dos teníamos asientos horribles de esos de "al fondo queda sitio". En realidad el suyo era notablemente más horrible que el mío porque cometió la torpeza de no hacer el checking en el ordenador y le dieron lo que quedaba, fila 49, en el grupo central de cuatro asientos, sin salida al pasillo. Es lo que te dan en los aviones porque no te dejan viajar cómodamente en la bodega si no eres perro. En el momento del embarque le dije aquello de "vente por aquí que nosotros entramos primero porque vamos atrás y nos llaman antes" pero resulta que entre sus infinitos defectos cuenta mi colega con el de ser una persona educada y respetuosa con el prójimo con lo que la masa histérica que intentaba acceder al avión desesperadamente cual si escapase de Saigón sitiado por el Viet-Kong, lo deglutió sin piedad y lo perdí de vista. Así es que llego solo ante la individua que controla la entrada, le tiendo mi billete, lo pasa por el cirulillo del control y suena un "trilurí" muy raro. No imaginaba yo que esa era la musiquilla del pleno que me acababa de tocar. "Le han asigando otro asiento señor, viaja usted en el 3J", mensaje que comprendí inmediatamente porque tengo el culo pelao de tanto viajar en avión. "Puede pasar por ese otro pasillo que llegará usted directamente".

Iberia es una compañía que se encuentra en pleno proceso de harakiri. En su caso consiste en poner los billetes de turista exageradamente caros y los de business class a precios de ciencia-ficción. Es por eso que ya había yo renunciado a toda esperanza de hacer uso de tal cosa y que igualmente me preguntaba que te harían en la tal clase que justificase semejante pastizal. En fin, llegué allí y me senté en un asiento con tantos controles como la cabina del piloto y con 1,88 m de separación con el asiento anterior según rezaba la información adjunta. Pero con eso ya contaba. Lo que me sorprendió verdaderamente fue que ninguna azafata pasaba la cincuentena y lo más pasmoso, ¡eran amables y sonreían! Tan sorprendido estaba que tenía que mirar los logos de la compañía para asegurarme que no me había equivocado de avión. Me acomodé en fin en la lujosa poltrona voladora y me entregué al disfrute de cuantos obsequios me regalaba la sonriente azafata, lo que me condujo a consumir una copa de cava a modo de bienvenida, un plato de ahumados diversos acompañado de un vino de Rueda muy adecuado, una hamburguesa de venado (o cosa así) con un poquito de Rioja y finalmente me ensilé un buiski de doce años. Me chupé además un par de películas y todavía me quedó tiempo para currar (son doce horitas y media de vuelo). Tras la colación me fui a dar una vuelta por turista a saludar a mi colega lo que me permitió mejor ponderar mi buena fortuna.

Cuatro días más tarde me encontraba yo en el abominable aeropuerto de Ezeiza con intención de regresar a mi casa. Después de tragarme una hora y media para pasar la seguridad y la inmigración, me dejé caer por la sala bisnes, esta vez no porque me hubiesen dado el upgrade famoso sino porque a base de cruzar el Atlántico en diagonal ya me han dado una de esas tarjetas de puntos con las que te ganas esa prebenda. La sala bisnes de Iberia del aeropuerto de Buenos Aires es un cuchitril infecto que no dispone ni de aseo. Desde aquí lo digo para que se sepa.

Dos sandwiches y una fanta de naranja después, andaba yo rondando la puerta de embarque con la ilusión de que me volviesen a rebotar a un asiento de la cabecera del avión, igual que a la ida. Mi localidad era un asiento tan al fondo, tan al fondo que ya en la fila central sólo iban dos plazas. Pero no, esta vez no tuve suerte y ocupé el puesto que me correspondía. La suerte en esta ocasión se me redujo a no llevar a nadie en el asiento de al lado lo que me permitió utilizar la lucecilla y el audio de esa butaca porque en la mía no funcionaban los controles.

Me ofrecieron para cenar carne o pasta y una malhumorada azafata me lanzó la cena desde prudente distancia. Tienen puntería las tipas. Elejí la pasta que probé para comprobar que, efectivamente, estaba asquerosa y me limité a alimentarme de pan untado con deliciosa mantequilla marca Ilolay y de galletas saladas pringadas de jugosísimo queso de untar Ilolay. Tenía yo bastante sueño producto de la mucha actividad, el poco dormir y las cinco horas de diferencia entre Buenos Aires y mi pueblo. Tan es así que antes de la cena me quedé en albis y me desperté yo a mi mismo con mi propio ronquido. Tras la frugal colación me ensilé una domidina 25 que me produjo un dormir incómodo y agitado, salpimentado por dolores de piernas espalda y cuello; sé que dormía porque tenía puesta una película y dejé de escucharla. Espero haber roncado bien fuerte para dar ambiente al local si bien no me tiré un pedo porque aún me queda un resquicio de vergüenza torera, no como a otros desahogaos que te cruzas en esos aviones de Dios y que no tienen reparos en practicar la guerra química desde el anonimato contumaz.

Lácteos Ilolay. Existen realmente.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Cosificación

El otro día estaba de whatsapp con mis amigos, intentando explicar que una parte de mi trabajo pasa por hacer bisnes lo cual me aporta penosidad y gusto en partes alícuotas y mira tú por donde, va F y me suelta "los bisnes cosifican" y ya me jodió. ¿Qué pasa? ¿Convierto a las personas en cosas con la varita mágica del bisnes o es la insensibilidad del bisnes la que me transforma a mi en cosa? El caso es que desde la antedicha conversación he decidido considerarme un ente cosificado. Hoy la discusión era si el fin de semana me convierto en persona o si continúo manteniendo mi condición de cosa. Y estando en estas profundas reflexiones se me ha venido una cuenta a la cabeza:
  • Mi santa la pobre lleva una temporada en el paro. Sale gratis no obstante porque no recibe prestación alguna, cosas de la vida.
  • Mi padre jubileta, clase pasiva, lo mismo que mi suegro.
  • Mis hermanas carnales trabajan para la sanidad pública, sus sueldos salen del estado.
  • De mis hermanos postizos, el doctor J que se dedica a hacer ciencia, perdón, quiero decir Ciencia, recibe su soldada del erario público y que decir de F que es funcionario de los de oposición.
  • Mi cuñada, la de las fotos, igual que F, funcionaria de carrera pero en distinta especialidad.
  • El hermano de esta, cuñado mío a la sazón, militar.
  • El otro cuñado es como yo, curra para una empresa privada que hace bisnes y que por lo tanto crea riqueza pero su chica trabaja también para la cosa pública.
¡Cómo no voy a sentirme cosa! Concretamente cosa rara, por lo infrecuente. Me he dado cuenta de que los que generamos entrada neta de pasta en el sistema somos poquísimos. Y ojo que no quiero hacer de menos a nadie, los jubiletas se lo han currado, los funcionarios hacen su buen servicio, mis hermanas hacen que la gente se muera menos, J entretiene a la Princesa de Asturias (otra que también cobra del estado) y mi cuñao mantiene a raya al enemigo (véase aquello tan hermoso que decía Dame Moorl en "Algunos hombres buenos" sobre los chicos que montan guardia mientras los demás dormimos a pierna suelta) pero el caso es que al final no me sale la cuenta. ¿Cómo se mantiene el tinglado este? ¿Cuánto tiempo nos queda? ¿A qué esperamos los cosificados para montar una asociación cívica para hacernos valer?



En otro orden de cosas mi cuñada, la de las fotos, me ha enviado hoy una información interesante. Parece ser que el hijo de Esperanza Aguirre, esa insigne política paradigma del liberalismo y defensora a ultranza de reducir la cosa pública, tiene un hijo de veintipocos, abogado, trabajando de asesor económico de un secretario de estado y a su hermanina de asesora de prensa en, cágate lorito, la junta municipal de Hortaleza (un barrio de Madrid). Estos también cobran de fondos públicos, no han hecho oposición aunque cobran bastante más que muchos de los que la han hecho y para colmo yo es que no veo para qué quiere la junta de Hortaleza una asesora de prensa y pienso que si el secretario de estado ese necesita un asesor, que se busque un funcionario de carrera que habrá unos cuantos por ahí bastante puestos en economía. Lo curioso es que doña Espe, sus voceros y pelotas y mucho tertuliano iluminado que protestan por el gasto de los liberados sindicales con mucha razón, este tipo de cosas las ignoran y no las mencionan. Qué cara más dura ¿no?

Dame Moorl de marinerita, dando su speech sobre lo bueno que es tener marines aunque cobren del erario público

viernes, 14 de septiembre de 2012

Carne


China es un país donde hay muchísima carne. Siempre sobró aquí la carne. Lo malo es que la carne que abunda aquí es la carne humana, la carne de chino y como lo que abunda es barato, pronto se corrió la voz y el hombre blanco vino a ver qué era eso de la carne de chino. Y el hombre blanco vio que los chinos eran listos, que tenían una cultura antigua y una civilización superior pero, bobos de ellos, ni eran expansivos ni respetaban a los individuos, así que viendo esto, el hombre blanco se sirvió y entre lo que se sirvió de aquí y lo que sacó de América, el hombre blanco construyó una civilización superior, poderosa como nunca había sido antes ninguna, que dominó el mundo y lo ordeñó y que no paró hasta que los blancos se mataron unos a otros por millones compitiendo por la tierra para explotarla más y más. Y aún más allá, el hombre blanco siguió estrujando la tierra y dominando sobre los demás y los imperios de los blancos se sucedieron pero siempre eran el mismo. Y los blancos subyugaron a los negros y a los latinos y vejaron a los chinos y redujeron a los japoneses al vasallaje. Y la carne humana seguía siendo barata en China y en todo oriente y los blancos la compraban para fabricar cosas más baratas. Y así, poco a poco y sufriendo mucho, la carne de chino, que también incluía cerebro, aprendió. Aprendió lo que querían los blancos y como hacer las cosas a su gusto. Y los blancos degustaron la carne de chino a paladas, la engullían, China se convirtió en el paraíso del Rey Midas caníbal. Y cuando los blancos se hicieron adictos a la carne de chino y ya no pudieron vivir sin ella, entonces los chinos empezaron a poner condiciones para que se pudiera degustar su carne. Y las condiciones para adquirir carne de chino fueron cada vez más estrictas y al final los blancos tuvieron que hipotecar su casa y abaratar su propia carne para pagar la deuda enorme que tenían con los chinos que ahora ya no querían ser chinos sino blancos. Y así los chinos se convirtieron en los nuevos blancos, dominaron a los antiguos blancos y después les compraron sus casas y sus tierras y sus industrias y los blancos no podían parar de consumir carne de chino a precio de beluga y siguieron vendiendo y vendieron su futuro y a sus hijos y su decencia. Y dejaron de hablar de democracia y de tolerancia y de respeto cuando se trataba de los mandarines, que así se llamaban los jefes de los chinos. Y es que los mandarines despreciaban a las personas, sus derechos, su vida misma porque para los mandarines, la gente sólo es carne. Eso sí, a diferencia de los antiguos blancos, ellos no disciernen entre chinos, negros o blancos, para ellos toda la carne es igual, en eso consiste para ellos la democracia.

He tenido que escribir esta entrada en un documento de Word para después copiarla en el blog. Esto lo tendré que hacer cuando regrese a Europa porque en China está prohibido acceder a Blogspot. También a Youtube y a no sé cuantas cosas más. La bandera china tiene una estrella grande rodeada por cuatro pequeñas en semicírculo, como contemplándola. Las estrellas pequeñas son los trabajadores, los estudiantes, los campesinos y los soldados, que son la carne de china, y la estrella central, la grande, a la que las otras contemplan con toda su atención, esa es el partido comunista, el que fundó Mao Tse Tung y donde se encuentran los mandarines. Esa es la que pone la censura, las limitaciones y los horrores, come carne de chino y se fertiliza con el consentimiento y la indolencia de los blancos y esa es de la que nos tenemos que acordar el día que se nos coma a todos tras habernos convertido en chinos.
 

El símbolo de la patria china refundada por Mao

Catai


Estoy en China, en Shanghai concretamente. He venido por un mandado de mi señorito. Al principio no me apetecía un carajo pero he de reconocer que estoy disfrutando. Además tengo una sensación que hacía mucho tiempo que no notaba: me siento lejos. Lo cierto es que como distancia, está un poco más cerca de mi casa que Buenos Aires pero como todo es tan diferente, realmente tienes la impresión de estar en otro planeta. Iba a decir que tengo el orgullo de ser la primera generación de Martínez que se deja caer por estos lares pero me he acordado de que mi tía Ana María salió de viaje para acá el otro día así que como es algo mayor que yo y técnicamente corresponde a una generación anterior, he perdido el título.

Como decía he venido por la cosa del bisnes, precedido por una anunciación de gran experto mundial de la hostia puta que trabaja para la compañía. Como puede verse, imaginación no falta en mi empresa. Como pagaban los chinos, me sacaron un billete de business class lo cual me ha reportado no pocas alegrías porque son unas cuantas horas de vuelo. A la ida cené con “Los hombres de negro 3”, después me ensilé una dormidina con la intención de despertarme a tiempo de ver el Desierto de Gobi por la ventanilla y lo que pasó en realidad es que me quedé tieso con “Blancanieves” y me despertaron cuando servían el desayuno. Debí hasta roncar porque soñar, recuerdo que soñaba.

E, la amiga de P, que se había encontrado con la antedicha la mañana del día de mi salida y que tiene experiencia de un viaje a China, me había transmitido unas advertencias. A destacar la de no utilizar ni loco los servicios del aeropuerto, que básicamente consistían en un agujero en el suelo. Como quiera que llegué al aeropuerto de Pu-Dong, que es como se llama el aeropuerto de Shanghai, con mucha necesidad decidí hacer uso de ese servicio pese a recordar la advertencia de E; total lo del agujero el suelo es menos traumático para mí que para una fémina. Lo cierto es que de agujero nada, un aseo estupendo, lujosísimo y tan, tan limpio que no tuve más remedio que extender mis desahogos obrando, no fuese que me retuviesen en inmigración más tiempo del imprescindible. Tampoco fue así, en inmigración me atendió una chinita jovencita y sonriente que debía estar en prácticas y que tardó dos minutitos en sellarme el pasaporte. Lo mismito que el quilombo de Buenos Aires donde te tiras una hora hasta que pasas el puto control.

A la salida me esperaba un chino amabilísimo con mi nombre y el de la compañía en un cartel que me llevó en una furgona de esas de lujo hasta un hotel de la gran puta, más bonito que un San Luís y más lujoso que el wáter de Letizia Ortiz.

La primera noche me mandaron a un comercial chino de la empresa que me sacó a cenar a un auténtico restaurante chino, de una cadena de restaurantes chinos auténticos que es muy popular en China y en el que comí por primera vez en mi vida auténtica comida china. La auténtica comida china recuerda a la comida china de los restaurantes chinos de Europa y América por su apariencia y algo también por su sabor pero la realidad es que los chinos parecen tender a comerse cualquier cosa que no se espabile y se los coma antes a ellos. Eso sí, muy cocinadito y muy condimentado y si no preguntas lo que es mejor para ti.

Los días los he pasado currando así que me los voy a ahorrar. Las noches fueron más divertidas. Eso sí, todos los desplazamientos fueron en unos pedazo de coches que te mueres, sentadito atrás cual Marqués de Santofloro y con un aguerrido chófer chino al volante. A mí esto no me había pasado nunca.

El primer día laboral, segundo de mi estancia, el director de la compañía en China, un belga de Gante que lleva 10 años viviendo aquí (no me extraña viendo cómo vive y comparándolo con el tipo de vida en Flandes que conozco bien), nos ofreció una cena en el restaurante más chic de Shanghai. Se trata de un restaurante entre italiano y francés – por aquí lo europeo lo parte- que se encuentra en una planta elevada de un edificio en el centro, en el barrio que fuese en tiempos la “Concesión Británica”, con unas estupendas vistas al río y al skyline de Shanghai que no es moco de pavo. En la cena estuvimos él y yo y dos chinos a los que despachamos después del postre. Me resultó muy gracioso ver la relación de los chinos con nuestra comida. Para empezar pidieron muchísimas cosas, todas ellas compartidas. Lo más exótico, una pizza que aquí es el copón de la baraja de raro porque la harina de trigo no se estila y el queso y las anchoas en salazón ni te cuento. Descubrí también que los chinos, cuando beben alcohol, en este caso era vino, cada vez que beben tienen que brindar. Yo levanté la copa la primero vez, dijimos un “to the Project and its success” como es debido y bebí pero al poco me percate de que el señor Zhou, que tiene bastante buen saque, cada vez que se trasegaba un copazo tenía que chocar su vaso con los nuestros. Después estuve disfrutando del paisaje urbano y bebiendo margaritas con el untuoso director belga.

No he comentado el tráfico de Shangai, aunque creo que es igual en toda China. Es la cosa más asilvestrada que he visto, peor todavía que en Buenos Aires. Shangai tiene, me dice el señor Zhou, 28 millones de habitantes a lo cual yo contesté “y todos tienen coche, claro”. Sorprendentemente el señor Zhou captó la ironía – sorprendentemente porque su inglés es bastante justito y me llama “misar Arfrera”- y me dijo que no, que sólo el 20% de las familias disponen de ese lujo. Eso significa que en la ciudad se deben mover como un millón y medio de automóviles y más del doble de bicicletas, ciclomotores, patinetes y cualquier medio de transporte con ruedas que pueda uno imaginarse o no. Las rayas del pavimento y las señales de tráfico son algo superfluo y la preferencia de tráfico la marcan el tamaño de tu vehículo y tu desapego a la vida, algo de lo que los chinos parecen ir sobrados. Además a esta gente les gustan los coches grandes y lujosos, cuantos más metros y más caballos mejor. Chrisler, BMW, Audi, Mercedes, Wolkswagen… todos fabrican en Shanghai y los venden como churros. El caso es que la gasolina cuesta como en España pero nada disuade al chino de ir en su haiga. El tráfico rodado se ve asistido por una especie de agentes de tráfico, unos individuos que visten un uniforme caqui, con un silbato como único instrumento disuasorio y a los que conductores  toman por el pito del sereno, nunca mejor dicho; eso sí, los guardias en cuestión completan su labor profiriendo lo que creo, por el tono de voz y la gesticulación, que deben ser insultos atroces a los conductores que hacen lindezas tales como cambios de sentido en avenidas transitadas, ejercicios de marcha atrás con giro en un cruce o salto olímpico de semáforo.

La segunda noche se hizo cargo de mí la chinita Veronique, que es nacida en Hong-Kong y criada en Francia y que habla perfectamente Cantonés, Mandarín, Francés, Inglés y Español, ahí es nada. La chinita Veronique me llevó a un mercadillo al que yo quería ir para comprar algún objeto chino, a ser posible falso. Creo que lo he conseguido porque le compré a la siniestra de mi hija unas zapatillas Converse a euros 10 el par. La chinita Veronique me acompañó por el laberinto aquel, regateó en mi nombre y para colmo pagó los souvenirs (no ella, en nombre de la empresa). Después fuimos a cenar con el señor Zhou y la señora (o señorita, nunca llegué a enterarme) Susan, que eran justamente los chinos con los que había cenado la noche anterior en el restaurante cool del centro. Esta vez no estaba el belga. El señor Zhou me anunció que íbamos a tomar una auténtica cena china y a fe que fue así.

Para empezar, el restaurante era un edificio de cuatro plantas, cada una de las cuales daba para albergar una boda real. A nosotros nos metieron en un reservado de la cuarta. Pidieron para cenar una cantidad interminable de cosas variadísimas y rarísimas, en general menos apetecibles a la  vista que lo que ponen en los chinos de España. De hecho lo único reconocible era un pescado que resultó muy suave y grato de sabor, que bien podría pasar por merluza. Los chinos lo mezclan todo, dulce con salado, platos de pescado con platos de carne y mucho tofu. Entre otras cosas sirvieron un plato de medusa. En la vida se me ocurrió que la medusa fuese comestible y la verdad es que muy comestible no me pareció, no. Para beber me sirvieron té, té verde muy suave y por supuesto sin azúcar. A mí el té es una cosa que me da un poco de repeluco pero no estaba dispuesto a dar la nota, así es que me tragué taza y media sin rechistar. Sin embargo el señor Zhou quería halagarme y me sorprendió pidiendo una botella de vino chino. Pensé que sería un tintorro tipo El tío de la bota pero qué va, sin ser para tirar cohetes era razonablemente digno, un cabernet-sauvignon 100% fabricado en china, con su etiqueta en chino. Los putos chinos han aprendido a fabricar vino ¡Dios en qué nos estamos quedando los europeos!

Una gracieta china es solazarse con la torpeza de los occidentales a la hora de manejar los palillos y siempre te piden unos cubiertos occidentales para el forastero. Yo sin embargo no me despeiné y comí con palillos como un señor, algo más torpe que ellos pero no tiré de cubiertos ni una vez. Analizando el tema he llegado a la conclusión de que una de las grandes dificultades que tenemos para utilizar los palillos con soltura, una vez superada la obvia de coger aquella cosa con una mínima coherencia, es que como occidentales insistimos en mantener una cierta etiqueta en la mesa y en china no es así. Por ejemplo, has conseguido coger con tus palillos una escurridiza lámina de seta china pero la muy cabrona se te está escapando. Si te comportas como un bobo occidental la seta se escurrirá de los palillos y volverá al plato o cuenco del que con tanto esfuerzo conseguiste sacarla. Sin embargo, si eres chino, acercarás la boca a los palillos – y no al revés- hasta prácticamente meter la cara en el plato o cuenco y aplicarás una sonora succión que provoque el vacío suficiente como para contrarrestar el efecto de la pérfida fuerza de gravedad que intenta devolver la seta al cuenco. Los chinos al comer sorben, derraman, hacen ruido e incluso no se privan de soltar algún provechito ocasional. A la agradable chinita Veronique, que tiene doble nacionalidad, le vi hacer todo esto con la afortunada excepción del eructo porque de haber sido así en lugar de referirme a ella como la chinita Veronique la nombraría la “guarra aquella”. Es que no soporto los eructos. Con todo, conseguí comerme la comida con los palillos sin sorber, sin apenas derramar nada, por supuesto sin eructar e incluso fui capaz de tragarme dos pedacitos de medusa conteniendo las arcadas que me estaban entrando merced a la degustación de manjar tan exquisito y selecto.

Ya me estoy marchando de china y no creo que vuelva, por lo menos este año. Imagino que la próxima vez no será tan divertido porque nos tendremos más vistos y se habrá pasado la novedad pero bueno, no me quejo.
 
El Skyline de Shanghai visto desde el restaurante chic.

Atención sanitaria

Probablemente lo haya dicho ya alguna vez pero es que a mi edad uno ya se repite. Es normal, hay que tener paciencia con los mayores. Yo me crié entre socialistas. Es más, durante algún tiempo yo me sentí también socialista, mucho. Incluso realicé algún intento fallido de leer "El capital" pero la densidad del escrito me persuadió de conformarme con las interpretaciones que otros hacían. Aunque ya de más mayor esto de ser socialista se me ha pasado, a nadie sorprenderá que en mi entorno haya muchos. No socialistas de carné sino personas bienintencionadas que creen de buena fe que el bien común y la justicia social vienen de la mano de unas siglas o de unos determinados individuos asociados en forma de partido político. En realidad mis allegados socialistas, así con cursiva para diferenciarlos de los oficiales, son mucho más de la cuerda de Rosseau que de la de Marx pero eso ellos no lo saben. Bueno, pues todo esto viene a cuento de que este socialismo rosseauniano fue el motor de lo que me vino a ocurrir ayer (me refiero al pasado viernes 7, que he tardado en publicar esto).

Resulta que mi niña ha tenido a bien adoptar un simpático bichito, dizque microrganismo, que le ha puesto la amígdala derecha que parece un balón de rugby lo cual le viene provocando un notorio malestar. En un súbito arranque de paternidad decidí que era yo y no su madre a quien correspondía llevarla al ambulatorio y con esa intención me presenté en mi casa tras la jornada laboral. Hasta aquí todo bien. Por razones que no me apetece ahora discutir, yo soy usuario de la medicina privada. Dispongo de un seguro que nos cubre a toda la familia y esas cosas, así es que ayer me dispuse a ir con la niña y los carneses del seguro a la clínica Nuestra Señora de América (lamentablemente la medicina privada no parece estar preparada para el laicismo, qué se le va a hacer), con ánimo de que le recetasen a mi nena un poco de clamoxil o cualquier otro antibiótico para que deje de sufrir la criatura. Y aquí es donde interviene Rosseau. Antes de salir de casa su madre nos indicó que fuésemos al centro de urgencias de la seguridad social. Yo protesté aduciendo que no iban a querer recetarle antibióticos, que en la SS hay mucho purista de los de sin dolor no hay recompensa pero nada, que si os van a hacer esperar, que si eso se lo miran enseguida en la urgencia del ambulatorio... Total que nos metimos en el coche y pusimos proa a la presunta atención de urgencia en la calle García Noblejas. Al llegar allí nos encontramos un gran cartel hecho a mano que rezaba "ESTO NO ES UN CENTRO DE URGENCIAS. DE 8 DE LA MAÑANA A 9 DE LA NOCHE DIRÍJASE A SU AMBULATORIO" y luego añadía algo más de unas urgencias del SUMMA que a mí se me antojaba con la atención a desbarrigados y toxicómanos y claro, tampoco quería yo que la amígdala de la niña privase de la adecuada atención a un desbarrigado o un toxicómano en apuros.

Visto lo visto me dirigí al ambulatorio que tenemos asignado, un curioso lugar ubicado en un local más adecuado para la restauración o los juegos de azar que para la atención sanitaria pero bueno... Entramos al lugar que estaba vacío de clientela. "Al final va a tener razón la sociata" - pensé - pero las cosas no son siempre lo que parecen. En llegándome a la ventanilla de recepción fui interpelado con un "¿Qué quieren?" emitido por una funcionaria de tipo administrativo. "Buenas tardes, que le miren la garganta a la niña que parece que tiene una infección". Durante mi explicación se sumó al bando contrario otra funcionaria, esta de caracter sanitario que me explicó que es que ya no me atendían porque cerraban a las nueve. Por supuesto miré el reloj de inmediato para comprobar que eran las nueve... menos veinte. Habría sido el momento de montar un pollo y decirles que qué coño esperan de la vida con semejante actitud pero me sentía muy pacífico y en ese preciso instante decidí hacer lo que había pensado desde un primer momento antes de que me cortase el paso la sociata: ir a mi privado. Di las gracias, me llevé a la criatura a la clínica y allí me atendieron con la mejor sonrisa y absoluta corrección sin regatearme nada y donde le recetaron una amplísima colección de medicamentos, antibiótico incluido.

Y así es como los funcionarios de la sanidad pública colaboran con Espeonza Aguirre a potenciar la privada. Y colorín colorado, este cuento no ha  hecho más que empezar.

La criaturita enferma. El giro de 90 º respecto de la posición original es cortesía del maravilloso Apple, esos que lo hacen todo tan bien.

domingo, 26 de agosto de 2012

Fyodorovna

Removía distraída el azúcar en la taza de café que le habían servido en la terraza del Indiana, mientras aguardaba la llegada de aquel tipo de nombre impronunciable con el que se venía relacionando por motivos laborales desde hacía algunas semanas. Habían quedado allí con ánimo de entrar al Gaumont a ver alguna película en versión original, "a hacer un poco de team building" había dicho él para que no todo sea trabajar y trabajar. Nisiquiera entendía muy bien por qué habían quedado, extranjero, casado... Qué iba a querer sino lo habitual en estos casos. Los hombres mienten siempre, continuamente y además lo hacen fatal, es incomprensible porqué las mujeres caen una y otra vez en un truco tan viejo.

Rubén apareció al poco con cierta cara de agobio por el retraso. Explicó que se había confundido al sallir del metro y que se había ido hacia el lado contrario de la torre de Mont Parnasse. Cuando se sentó y se calmó un poco preguntó a Cécile si había alguna película en particular que quisiera ver. Ella le ofreció la opción en español pero Rubén la desechó diciendo que no era auténtico español puesto que se trataba de una película argentina. Finalmente y ante la falta de consenso decidieron dar un paseo aprovechando la tregua que había dado la lluvia y quizás cenar algo en el barrio latino.

Fue un largo paseo. Rubén le contó a Cécile un poco de su vida, de su casa de Madrid, de cómo había llegado a aquel negocio... La vida de Rubén no estaba marcada por hechos relevantes ni aventuras fascinantes pero resultó ser un hombre divertido, correcto y amable. Cenaron en una pizzeria del Boulevard Saint-Germain, nada especial ni lleno de encanto aparte del que poco a poco y sin darse cuenta iban poniendo ellos. Fue cuando Rubén le preguntó a Cécile por qué tenía un aspecto tan poco francés cuando ella resultó ser una persona con una historia cuando menos curiosa.

Efectivamente Cécile era una joven de una estatura bastante superior a la media, tremendamente rubia, con los ojos azules y la cara redonda. Se debe - dijo ella - a que me parezco mucho a mi madre. Cécile Boncompain se llamaba también Irina Fyodorvna y era hija de un francés y de una guapa mujer rusa que se había reeditado en ella.

- Papá era un comunista convencido. Militaba en el Partido Comunista Francés y no se saltó una sola de las algaradas del 68. Se llamaba Didier Leroi, mal nombre para un estalinista recalcitrante, por lo que todos le llamaban por su alias, "Dostoyevsky", un autor al que adoraba y cuyas obras completas conocía bien. Por él se puso ese nombre en clave. Insatisfecho de los resultados y las motivaciones de la lucha social en Francia, Didier decidió emigrar a la Unión Soviética en 1973 para disfrutar de la auténtica esencia de las tesis de Marx y Lenin. Allí decidió adoptar un nombre ruso, Fyodor, como su adorado Dostoyevsky y por eso cuando algunos años después nació su única hija le pusieron Irina Céline Fyodorvna Leroi. Irina creció en la época postcomunista, estudió en la Escuela de Ingenieros de San Petesburgo y tras la muerte de su padre, con quien no compartía el amor por la extinta URSS, decidió aprovechar su condición de francesa y marcharse a vivir a París.

Rubén tomaba café y calvados y miraba embobado a Irina. Reía sus ocurrencias y le contaba aventuras de juventud, de sus años de estudiante de bachillerato en Tarazona, de su llegada a Madrid... Irina resultaba muy cómica intentando pronunciar Tarazona, y al se le empezaba a ir la cabeza.

- ¿Te importa que te llame Irina a partir de ahora? Preguntó Rubén entre divertido y admirado. - Lo mismo prefieres una copa de vodka, dijo Rubén ante el recién descubierto exotismo de su interlocutora.

- Yo no soy tan original como papá - dijo Cécile-Irina. Llegué a París hace diez años, tuve trabajos normales, novios normales... Todo muy burgués y muy normal. Mi padre lo hubiese desaprobado mucho.
A lo largo de la noche Irina-Céline había sentido un interés creciente hacia Rubén. Él hablaba francés con un acento bastante fuerte pero se defendía bien. Aquello contribuía a hacerlo más gracioso y más atractivo. Le gustaban sus manos tan pulcras y cuidadas, como se movían para apoyar sus explicaciones y sus historias y la chispa que había en su mirada. Rubén tenía el pelo negro y rizado, con la frente despejada, la piel blanca y la baraba fuerte y negra. Su mentón grande y cuadrado le daba justamente el toque necesario para responder al arquetipo de  "amante latino" tan popular entre las jóvenes francesas.

Por su parte Rubén estaba encantado con su compañera de oficina que al final había resultado ser una caja de sorpresas. Durante la segunda copa había decidido que quería hacer el amor con ella pero no quiso precipitarse. Por esa razón la acompañó en un taxi hasta su casa para marchar después a su hotel. Irina-Céline había dado señales de estar pasando un buen rato y de encontrarse receptiva durante la velada, por eso no quiso tentar a la suerte y prefirió esperar a otra ocasión. Al fin y al cabo, ella vivía con un hombre.

Cuando Irina se despertó la luz del sol entraba por la ventana inundando el dormitorio. François, su marido, aún dormía desnudo, boca abajo, plácidamente, ignorante de la erupción y el terremoto que éstaba teniendo lugar en el mundo de su esposa. Cuando Céline llegó a casa la noche anterior hacía poco que él se había acostado. Ella se metió en la cama y le buscó. Hicieron el amor, ella se apretaba contra él con ansia, con desesperación, liba tan deprisa que costaba seguirla, pedía tanta pasión y tanta entrega que él no alcanzaba a explicárselo. Cuando finalmente cayeron derrotados sobre las sábanas él le preguntó si estaba bien, si le ocurría algo. "Sí, estoy bien mi amor" fue todo lo que ella alcanzó a contestar.

Por la mañana Céline se había ido y su lugar lo había ocupado Irina. No hacía más que pensar que en el último encuentro amoroso con su marido. En lugar de estar con François su mente había estado con Rubén.


sábado, 25 de agosto de 2012

Los niños con los niños, las niñas con las niñas

Cuando yo era niño, que es más ó menos cuando transcurre la primera o segunda temporada de "Cuéntame cómo pasó" la educación en Españistán era segregada a partir de los ocho años lo que viene a significar que a tan tierna edad los niños éramos separados de las niñas en las aulas. Esto obedecía al noble deseo de impedir que las niñas, instigadoras por naturaleza de la conducta pecaminosa en los inocentes e incontinentes varones, llevasen a término sus pérfidas intenciones echando así a perder nuestra virtud, natural nobleza de espíritu, nuestro futuro y, lo que es peor, nuestra alma inmortal. Esto procedía de la doctrina y el buen consejo de los representantes de la Santa Madre Iglesia, que tanto tantísimo tenían que decir en aquel entonces en todos los temas sociales en general y en la educación en particular y cuya opinión y consejo eran muy respetados excepto cuando algún despistado pedía clemencia para un condenado a muerte o en general para cualquier reo de lo que fuese; la piedad era una cosa muy mal vista en el Españistán de entonces que por otra parte siempre ha sido más de vengarse que de redimir.

Yo fui a un colegio privado hasta los ocho años porque el estado no era capaz de darnos plazas públicas a todos visto el afán reproductor que se había apoderado de los españistanos a partir de 1959,  furor que se veía notoriamente reforzado por el hecho de que los preservativos fuesen material de contrabando y que su comercialización, tenencia y disfrute fuesen tan perseguidos como en nuestros días lo es la cocaína, no digamos ya las píldoras anticonceptivas. En mi colegio privado, infantes de ambos sexos compartíamos aulas y patio sin que se hubiese registrado nunca un ataque sexual. Eso sí, los varoncitos debíamos abandonar la escuela a la edad de siete años, tras cursar el 2º curso de la Educación General Básica, por imperativo legal. Mi padre, poco amigo de pagar por lo que consideraba un derecho civil, buscaba denodadamente plaza en un colegio público para sus tres hijos, entonces éramos tres, tarea que no resultaba en absoluto fácil. Mira tú por donde fue a suceder que ese año la Conferencia Episcopal decidió que todavía había margen de seguridad para mantener juntos a niños y a niñas (quizás algún miembro del gobierno solicitase a sus eminencias que ante la carencia de plazas escolares reconsiderasen mínimamente su postura, todo puede ser) con lo cual se amplió la edad de cohabitación aumentando así el riesgo de  orgías sodomitas en las escuelas primarias. Así fue como me vi yo cursando todo un año de EGB, el tercer curso, en una clase en la que todos mis compañeros eran realidad compañeras. A pesar de eso aún transcurrieron unos cuantos años hasta que me "jalé el primer sazi" que diría aquel.

Después de mi experiencia como niña ya pasé a un colegio público, bien bizarro y viril él, donde viví episodios bastante irrepetibles tales como el compañero que se masturbaba en clase, la redacción del Primero de Abril (conmemoración de la victoria de los insurgentes en la guerra civil de 1936-39, para los que no anden puestos en historia), los profesores de 70 años contando batallitas de la guerra, el retrato de Franco a la derecha del crucifijo que en lugar de ser desplazado por el del rey pasó a ser acompañado por este en previsión de una inopinada resurrección del primero y tantos otros entrañables momentos que ya relataré algún día o no, según me de. Mi colegio público, que por cierto sigue operativo, estaba dividido en dos secciones, una para niños y otra para niñas. En realidad eran dos colegios en imagen especular que se ubicaban en dos módulos unidos por un pasillo central. La parte de niños tenía un director y maestros, con la honrosa excepción de la señora Botey que se ocupaba de un grupo del jardín de infancia; la sección de niñas tenía una directora y maestras sin honrosas excepciones porque el jardín de infancia nunca fue cosa de hombres. Teníamos alguna instalación común: el gimnasio, que no suponía problema alguno porque no se utilizaba,  la biblioteca, que otro tanto y el patio, arenal en el buen tiempo y barrizal en época de lluvias, que ese sí que era problemático porque sí que se utilizaba. Para prevenir el pecado, la institución desplegaba un equipo de celadoras muy profesionales que aseguraban que niños y niñas no pudiésemos acercarnos a menos de 15 metros unos de otros. Satanás no descansa, los siervos del Señor tampoco.

Ayer me desperté con la noticia de que un tribunal, el Supremo creo, ha dicho que el estado no debe pagar concierto a los colegios que practican la segregación por sexos. Supongo que a los chicos del Opus Dei les habrá dado un vuelco el corazón porque sus colegios son así. Tiempo le ha faltado al señor Ministro de Educación, señor Wert, para decir que se pasa la sentencia del Supremo por el forro de los cojones y que él va a seguir pagándoles sus veleidades educativas a los señores de La Obra y especies asociadas. No eran estas las palabras pero sí el sentido de lo que ha dicho. Esta mañana Esperanza Aguirre ha dado exactamente el mismo mensaje porque para cojones los de ella.

Dejando a un lado lo abominable que me parece eso de los con los niños y las niñas con las niñas, creo que la Constitución Española dice que todos somos iguales en derechos y obligaciones - la constitución es una cosa muy teórica como es bien sabido- y me parece que el dinero público no debe servir para apoyar modelos educativos contrarios a la ley de leyes. Como es natural, las radios de derechas han salido en defensa de Wert y en contra de la sentencia diciendo que la misma es contraria a la libertad de elección de centro por parte de los padres. Digo yo que no se está prohibiendo la existencia de nada, simplemente se trata de que, el que quiera fruslerías, que se las pague él mismo. Luego un tipo al que conozco y que no es ni fachoso ni perroflauta me ha comentado que a él no le parecía mal en tanto en cuanto tuviesen los mismos derechos de subvención tanto los colegios masculinos como los femeninos. Bueno, igual tiene razón pero a mi no me acaba de convencer...

Por cierto, hay un enlace con una bonita canción de la época. Fijarse en las pintas de Giorgio Aressu y en el detalle de que la pareja de negros del Ballet Zoom tienden a bailar juntos, la cosa de la segregación.


El ministro Wert y sus santos cojones

domingo, 19 de agosto de 2012

Bragas

Cuando era mozo iba de vez en cuando a un local de mi ciudad que se llamaba "El Rincón del Arte Nuevo", un garito de la calle Segovia donde actuaban cantautores en un escenario minúsculo. Un antro de progres asquerosos, que diría uno que yo me sé. Había una pareja de cantantes, Miguel Vigil y Javier Batanero, que a mí me parcían buenísimos pero que tuvieron escaso éxito en ese campo. Más tarde se les vió en un grupo humorístico-musical que se llamaba Académica Palanca y Javier Batanero alcanzó cierto éxito como actor llegando a estar nominado para un Goya como actor revelación en 2001 por su papel en "Leo", si bien no recuerdo si la película estaba ambientada o no en la Guerra Civil Española. No sé qué ha sido de ellos. La anécdota viene al hilo de una canción de Javier Batanero que hablaba de un algo que tenemos los hombres que nos hace jugar toda nuestra vida y que en un verso decía:

juego a ver braguitas y acertar el color

Me hacía gracia porque efectivamente el juego existe, todos lo jugamos. Todos y todas, nosotros jugamos a ver braguitas y acertar el color y ellas juegan a "no me las vas a ver". De momento juraría que vamos ganando nosotros. Las mujeres son muy ineficientes en cuanto a eso. Mira que intentan poner medios pero antes o después se les acaban por ver las bragas a casi todas, princesas de Asturias incluidas, si bien es cierto que van buscándose todo tipo de estrategias y que cada vez lo ponen más difícil. Entre estas añagazas que las féminas articulan para hurtarnos sus encantos las hay estupendas y las hay odiosas. Entre las estupendas está aquel artilugio al que llaman "tanga" y que no sé quién ni cuando lo inventó pero hay que admitir que estuvo sembrado ese día. Respecto de los chungos, ahí sí que hay inventiva y participación del I+D. Algunas simpáticas seguidoras de este mi humilde blog lo llamaron en algún momento "bragas cómodas", eufemismo que viene a identificar esas bragas que en alguna ocasión llegan a confundirse con camisetas y que nada de lo que sugieren es sensual ni divertido por más que pueda eventualmente ser gracioso. De entre estos inventos siniestros cabe destacar uno particularmente odioso, reciente descubrimiento de mi cuñada del que se provee abundantemente en un mercaíllo mu güeno que ella conoce y que consiste en un prenda tan eficaz como falta de gracia y sustancia que para colmo es muy barata y que debe ser más cómoda que la hostia aunque de esto último no puedo dar fe de primera mano. O más adecuadamente de primer culo debiera decir. Eficiente porque efectivamente no se marcan nada, nada, nada. Odiosas porque verlas y querer olvidarlas es todo uno. No contenta con el hallazgo realizado se ha dedicado a hacer proselitismo entre las mujeres de su familia que, por lo menos en la parte que me toca, han acogido el invento con un entusiasmo tan notable como aborrecible. Últimamente esa cosa y una camiseta del Liverpool FC que un día va a salir corriendo ella solita para impedir que su propietario la alcance y se la vuelva a poner son las prendas más utilizadas por mi familia.

En fin, parafraseando a don Luis Mejía:

Aquí vive un don Luis
que vale por lo menos dos.
Pasará aquí algunos meses,
y no trae más intereses
ni se aviene a más empresas
que adorar a las francesas
y reñir con los franceses.

Y quien lo entienda y quiera que se deje llevar por la provocación que suele ser divertido.

No son exactamente así pero vamos, en la línea.

La vida es bella

Me refiero a la película de 1997, protagonizada por Roberto Benigni y que en este momento están pasando en Paramount. La película tuvo en su día un éxito arrollador, recibió los oscar a la mejor banda sonora, al mejor actor y a la mejor película de habla no inglesa. Seguro que muchos recordais al histriónico Benigni caminado sobre las butacas del teatro para aproximarse al escenario y recoger su premio en la ceremonia de entrega de los célebres muñequitos. Y es que las historias de judíos gozan de mucho predicamento y son siempre bien recibidas en Hollywood, y anda que no habrá. Pienso que se deba a que la mitad de la industria del cine está en manos de esa etnia (o lo que sea) contra la que por lo demás no tengo nada, antes al contrario y que vaya por adelantado, que luego todo es hacerse lenguas. Lo primero que se me viene a la cabeza es si habrá alguien en esas latitudes que se indigne y diga que vaya coñazo de películas de judíos como si no hubiera otro tema para hacer películas, del mismo modo que en Españistán se nos indignan los fachas con las películas ambientadas en la guerra civil y dicen que parece que no hubiese otro tema del que hablar.

Por lo demás he de decir que vi la película en su día y que me produjo indignación y angustia en partes alícuotas. Angustia porque me ponía en la piel de aquel tipo en el campo de concentración que lo está pasando fatal para que los asesinos aquellos no le maten al niño, un niño al que hay que esconder y darle de comer, y cuidarlo cuando se enferma, en fin, todo eso que hay que hacer con los niños pero encima en el simpático entorno de un campo de concentración. Me cuesta imaginar situaciones más jodidas que eso. Encima al pobre tipo lo asesinan en el último momento. La indignación procede de que el personal a mi alrededor se ríe cuando ve aquello y mira, yo entiendo que los aspavientos de Benigni puedan resultar un poco cómicos pero vamos, ante semejante argumento se le hiela la sonrisa a cualquiera, digo yo. El personal es que tiene la sensibilidad en el culo...

El tipo que camina delante es el padre del niño. Va camino de que le frían a tiros y lo sabe y todavía tiene el cuajo de montar ese numerito para que el niño no se mosquee y permanezca ignorante del horror en el que vive. La gente se muere de risa viendo esto. No lo entiendo.