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viernes, 10 de enero de 2014

La lotería 2

Por cierto, ¿os acordáis de mi última filípica sobre la lotería? Pues el billete que compré tuvo premio, el quinto para ser exactos. Es que la compré en El Corte Inglés y ahí todo lo tienen bueno.

No, ni un duro he cogido, todo para mi santa que es la que me había encargado la compra. Si en lugar del quinto hubiese sido el primero igual.


lunes, 6 de enero de 2014

El Belén de Benito

Si al igual que yo pensabais que España es el país del mundo en el que más dura la navidad por aquello de los reyes magos, estáis muy confundidos. En Italia pasa lo mismo. ¡Ja! ¡Se iban a perder los italianos una exageración de semejante calibre, sí hombre! 

Resulta que el día 1 regresé a Roma, ahíto de comer y muerto de sueño pero contento ante la perspectiva de una vida ordenada y saludable. La verdad es que eso no me está resultando muy difícil dado que mi vida social por estos lares es mucho más reducida que en Madrid pero lo que he venido a descubrir con gran sorpresa es que estos italianos siguen con "las fiestas" igualito que nosotros. Lo que es el parentesco cultural, oye. Eso sí, aquí es un poco diferente, por ejemplo no hay roscón de reyes y los regalos para los niños es una tradición mucho más simple que se reduce a que los infantes cuelgan un calcetín y, si han sido buenos, lo encuentran a la mañana siguiente lleno de golosinas y si no lo han sido ¿de qué se lo rellenan...? Efectivamente, carbón. Pero como los individuos que se dedican al marketing y la publicidad están todos cortados con el mismo patrón ya procuran complicarlo para que las golosinas se conviertan en juguetes, ropa, aparatitos electrónicos, ferraris y esas cosas y que la infancia se extienda de los cero a los ciento cinco años, por qué no. Esta situación se junta con el comienzo de las rebajas que aquí es justamente al principio del año. Todos estos ingredientes me barrunto que son la causa del atasco monumental que se producía hoy en el centro de Roma. A mi es que me gustan mucho los atascos cuando voy paseando y no estoy atrapado en ellos. Los atascos en Roma son criminales, mucho peores que en cualquier otro sitio porque aquí no saben el significado de ceder el paso. De hecho aquí en lugar de "ceda el paso" es más bien "gánate el paso si ties cojones" así es que se lían unas que tiembla El Misterio. A mi me ha dejado muy impresionado ver a las ambulancias atrapadas en pleno atasco sin poder salir porque nadie era capaz de moverse. En los atascos españoles las ambulancias y la poli avanzan, despacito sí, pero avanzan porque la gente más o menos se va apartando pero aquí no se mueve ni Cristo. No es por mala fe, es que no hay donde apartarse porque la maniobra de ganarse el paso tiende a que los conductores ocupen cada resquicio de calzada e incluso de acera. Unos pocos de picoletos les soltaba yo a estos y verás si empezaban a respetar las normas de circulación.

Pero bueno, yo no había venido a hablar hoy del tráfico sino de belenes ¿y por qué de belenes? pues porque me quedé con las ganas de ver el belén del Vaticano que se supone debería ser el más del mundo. Antes de la navidad nos dirigimos insistentemente a la plaza de San Pedro que es donde estaba instalado, junto a un pedazo de árbol que al parecer donan todos los años no sé qué tiroleses. El árbol se veía, como para ocultarlo con lo grande que es, pero el belén estaba cubierto por una suerte de telón en tela de saco y no se veía nada. Esto da pie a mucho especular ¿Por qué está oculto? ¿Cuándo lo van a enseñar? ¿Habrán secuestrado al niño? ¿La virgen se habrá hecho punk? y en fin, todas esas preguntas lógicas y normales que le vienen a uno a la cabeza en estas ocasiones. Yo me paseaba por las iglesias romanas mirando belenes, por la cosa de saber si había belén en realidad o si lo tenían tapado con tela de saco por una parte y por otra por una curiosidad grande que tenía yo por saber si había vaca y burro o mula y buey que no me lo sé muy bien. La curiosidad del tapado viene directamente de la maniobra observada en el nacimiento del Vaticano, lo del interés por el ganado se deriva de un sesudo estudio realizado por el Sumo Pontífice Benedicto XVI que él mismo hizo público y que concluía con la determinación de que, en el portal de Belén, ni vaca ni burro ni ningún otro tipo de animal estabulado. Yo me acuerdo bien de esto porque fue motivo de gran escándalo en España. Siendo nosotros tan de las tradiciones y con el cariño que les tenemos a la vaquita y al burrito, quién no los ha puesto en su infancia en el belén de casa, que el Santo Padre nos quisiera liquidar la cabaña ganadera de un plumazo sentó fatal. La gente estaba perdida, debían seguir las indicaciones del papa pero esto era contrario a sus sentimientos más arraigados. Los hombres de Dios, sacerdotes y obispos, no sabían qué hacer ni qué decir, ellos están obligados a seguir las indicaciones del jefe pero claro ¿cómo va uno a cargarse la vaca y el buey del Nacimiento? Con el juego que han dado siempre estas figuras, sobre todo en el mundo rural. Pedazo de crisis. Pero el papa Benedicto XVI es alemán y ya sabemos que los alemanes no cambian de opinión así como así. Por eso estaba yo muy intrigado con los belenes de Roma, se supone que aquí está la casa matriz y que por lo tanto las directrices papales se toman mucho más en serio. Es como en esa historia de Astérix, "Los laureles del César" en la que Astérix le recomienda a Obélix que no se confíe con los guardias romanos de Roma, que no son como los de la Galia. Más o menos así lo veía yo, la gente de iglesia de aquí debe ser como más imponente que la nuestra, no sé, más serios, con más poderío... Bueno pues tampoco. Yo paseaba por Roma e iglesia que anunciaba Nacimiento, ahí que entraba yo a inspeccionar. Tras visitar unas ciento sesenta y tres mil cuatrocientas treinta y tres iglesias aproximadamente, un número reducido pero representativo del total de iglesias de la ciudad, llegué a dos conclusiones que desde aquí quiero hacer públicas:

  1. La tradición local es que no se enseñe el nacimiento hasta el día 24 por la noche. He visto iglesias en las que estaba todo montado pero faltaba el Bambino Gesu en su cunita. Supongo que en lugar de taparlo con un saco lo dejan ver, piden donativos y el día de autos colocan al niño y todos contentos.
  2. Todos los nacimientos que vi contaban con sus respectivos ejemplares de las cabañas bovina y caballar. Al papa no lo toman en serio.
Hoy, pasada ya la navidad y con un día soleado de suave temperatura, hemos ido en familia a ver el Belén de los belenes. Efectivamente allí estaba, le habían quitado la tela de saco ¡qué emoción más grande! ¿Tendría molino? ¿Correría agua por el pueblo? ¿Habría muchos elementos animados? ¿Sería un idiorama maravilloso?

¡Nada! ¡Un cagarro! Una estampa del portal con un San José que parece que está hablando de fútbol, una virgen con aire institucional, un niño que parece un enano hipofisiario y un montón de reyes magos y adoradores diversos, sin rastro de vacas, bueyes, burros o purasangres, todos abigarrados en un espacio ridículo que más que una estampa del nacimiento de Cristo parecía una foto de las rebajas del Media Markt. Ya digo, una birria.

La enseñanza que he sacado es que aquí hasta los curas son romanos, es decir, que tienen su jefe y eso pero hacen lo que les sale de los cojones así que siguen con su asno y su buey en el Nacimiento como siempre fue y el Santo Padre que diga lo que quiera. Además ¿no se había jubilado? Pues eso.


Así, sin asno ni buey, queda soso

A casa por Navidad

He vuelto. Lo he hecho una vez más, he sobrevivido a la navidad del emigrante. Es jodido, no es broma. En los anuncios de El Almendro te sacan sólo la parte bonita, cuando llegas y abrazas a mamá, pero no te cuentan el resto y el resto es tremendo. Pero yo lo voy a contar, que se sepa la verdad.

Cuando uno vuelve a casa por navidad confluyen dos hechos, inocentes por separado pero que juntos resultan mortales como el nitrógeno y la glicerina, como Laurel y Hardy o como Pin y Pon, a saber: Uno viaja por un periodo corto, una semana o cosa así y, por otro lado, es una época en la que todos quieren reunirse porque así nos lo han inculcado desde hace generaciones; por algún motivo reunirse a finales de diciembre tiene una significación cabalística ausente el resto del año. El resultado es que uno va llamando a gente:

- ¡Hola MariFlor! ¡Qué voy a Madrid por navidad, como el turrón! (siempre se hace la misma broma gilipollas que ni tiene gracia ni nada de puro manida).

- ¡Ay qué bien! Pues ya nos veremos ¿no?

- ¡Faltaría! ¿Cuándo quedamos?

Y así, poco a poco y como quien no quiere la cosa, uno se junta con docena y media de MariFlores aparte el peaje familiar que es al fin y al cabo la excusa para volver a casa por navidad. Entonces empieza el sudoku de organizar el plan de actividades. Ni que decir tiene que a las amistades siempre se las ve frente a un plato de comida o al menos un bebercio, qué menos. Así acaba uno configurándose una agenda diabólica que incluye cerveza mañanera con Antonio, comida con Manolo, una copa por la tarde con Gertrudis, cena con Enriqueta y partida de bridge en casa de Carlota y Luis María. Y así uno a uno se van llenando todos los días que quedan libres entre la navidad y el año nuevo. El resultado es que te pasas aproximadamente siete días comiendo y bebiendo sin mesura, que si un polvoroncito, que si unas cervecitas, que si unas ricas patatas revolconas con sus torreznos (cómo estaban de buenas las jodías). Al cabo de los siete días te has convertido en una especie de larva borracha que deglute sin parar y entre bocado y bocado y vapores alcohólicos comparte alguna vaga información con amigos que se han convertido a su vez en larvas borrachas porque están haciendo lo mismo que tú. A mi estas cosas me dejan al final un cierto regustillo raro porque evidentemente me agrada ver a los míos pero me queda siempre una impresión de superficialidad que no me acaba de convencer. Aparte claro, de los que uno se deja porque no hay tiempo para todos.

Yo de todas formas tengo suerte porque estoy menos aprisionado por las tradiciones pero amigos y familiares las pasan canutas porque tienen al menos dos celebraciones más que yo. Una es la comida de navidad. Yo de esa me libro. La Nochebuena me toca comer y beber como si no hubiese un mañana pero al día siguiente me dan opción a reponerme. Algún caso conozco que se reúnen a cenar como poseídos el día 24 y, prácticamente las mismas personas, se reúnen otra vez para ensilarse otro corderito o un cochinillo al día siguiente. Se te debe poner la sangre de la consistencia del tomate frito Solís con semejante overdose de colesterol. Yo esto digamos que lo acato aunque no lo comparta, como hacen los políticos cuando les meten una sentencia en contra por corruptos, pero lo que ya me tiene completamente desenfocado es que se repita la faena con Nochevieja y Año Nuevo. Esa es mentira, lo del atracón de navidad sí que me suena de la infancia pero el 1 de enero, no, eso es un invento moderno para fomentar los infartazos así hacer hueco a los que vienen empujando por detrás. El 1 de enero se queda uno en su casa recobrando el sentido (común entre otros) y si se ha sido bueno y no se han cometido excesos el día anterior, te subes a la sierra a ver Madrid desde La Bola del Mundo que es un espectáculo bonito y gratis, no te dedicas a seguir cocinando y tragando, no señor.

Luego está la cosa de los reyes y los regalos. Yo de esta también me libro. En parte de puro rancio, no tengo habito de intercambiar regalos con familiares y amigos, y por otra porque el número de jóvenes de la familia es bastante limitado, hace bastantes años que dejó de aumentar y ya han llegado todos al estadio de preferir dinero a otras cosas y oye, regalar dinero igual no tine gracia ni encanto pero la de sufrimientos que te ahorras es indecible. Yo me vuelvo a Roma el 1 de enero pero me han dicho que pasar el 5 de enero por El Corte Inglés es lo más cercano a la experiencia que vivieron los soldaditos españoles durante el Desastre de Anual. Yo no me lo quiero ni imaginar, de verdad te lo digo.

Finalmente acaban las vacaciones y uno se encuentra exhausto, resacoso, fondón y sin ganas de vivir. Prueba de que lo que digo es cierto como la luz del día es que jamás en la vida se oye una palabra a cerca del "síndrome postvacacional" después de la navidad ¿a que no? Pues por eso, porque todo el mundo está deseando que se terminen las vacaciones para volver a su saludable rutina volver a comer para alimentarse y a beber para celebrar un poquito de vez en cuando, nada más.

En fin, seguirá ocurriendo y que así sea por muchos años. Al fin y al cabo si no fuese lo echaríamos de menos.

Devastadores efectos de las cenas navideñas