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sábado, 19 de octubre de 2013

Chulería

Poquito a poco me voy familiarizando con las cosas de los italianos. Es una situación engañosa porque vivimos en la creencia de que somos muy parecidos los italianos y los españoles y no es verdad. O no tanto. Sí que tenemos unos elementos culturales comunes pero en lo que más nos asemejamos es en la miseria que hemos tenido que sufrir unos y otros en los últimos tiempos. Por lo demás yo encuentro diferencias grandes. Para empezar, los españoles somos un pueblo guerrero y los italianos no. Los italianos están dispuestos a hacerse matar defendiendo el terruño si no hay más remedio pero las aventuras imperiales no son para ellos. Esto explica sin duda su reputación de "poco valientes" que se ganaron a pulso durante el siglo XX. En España era muy notable la jacaranda que despertaba las palizas que el miserable mal-pertrechado ejército republicano les daba a las flamantes unidades militares que Mussolini envió a ayudar a Franco. Muy italiano él, Mussolini quiso ser más que el primo Adolfito y si aquel había enviado unos aviones y unos cuantos especialistas, don Benito envió una cantidad exagerada de soldados y material e incluso a su mismísmo yerno, el Conde Ciano a dirigir el cotarro, a explicar a Franco cómo se hacen las cosas y a recordarle que el que paga manda. Con lo que no contaba el líder fascista era con los italianos propiamente, es decir, los que tenían que pegar los tiros. Yo ahora que los voy conociendo me los puedo imaginar, aquella gente preocupada por el punto de cocción de los espaguetis de repente verse frente a una panda de pirados fanáticos con esa sed de sangre milenaria debía preguntarse inmediatamente qué coño estaban haciendo allí y ante la respuesta la única opción sensata era echar a correr en sentido contrario a aquel del que procedían los locos furiosos que los querían hacer mondongo.

Los italianos no son gente valiente, no, ahora chulos un rato. La cosa que más manifiesta la chulería italiana es el manejo de los vehículos. Yo ya he mencionado mi camino al trabajo, la Vía Pontina. Esta carretera tiene fama de ser una de las más peligrosas de Italia y es cierto, de día es chungo pero ya de noche es una película de terror. Mi camino de la Pontina lo tengo clasificado en sectores: Pomezia mortal, Pinares de la Muerte, Curvas del Último Destino, Paralelas de la Desesperación, La Incorporación del Último Aliento y Pontina Brava. Todo esto aúna un trazado horroroso, un sinfín de baches y lo peor de lo peor, los conductores italianos. Todos circulan a más velocidad de la permitida, los camiones adelantan en curvas sin pensárselo, hay gente que circula sin luces, nadie usa los intermitentes o los usan al revés o circulan a toda velocidad con las luces de emergencia puestas en fin que se comportan como si no hubiese un mañana. Eso sí, si uno te hace una picia y reaccionas a la española, es decir, te paras a su altura y amablemente le preguntas que es lo que le pasa a su puta madre, no te responden jamás, se van, se diluyen y te ceden el paso y lo que haga falta. Y es que a los italianos que son gente en general amable y agradable es ponerlos en un vehículo y se trasmutan. Da igual camión, coche o ciclomotor, es más, tu pones un italianito pequeñito en un triciclo y pasa de niño dulce a pequeño cabrito asesino, rápidamente va a coger carrerilla y cortarte el paso con la machinetta.

En el Janiculo, un monte ideal desde el que se ve todo el centro de Roma y que está lleno de referencias a Garibaldi y la unificación de Italia porque desde allí se zurraron la badana los garibaldinos con los franchus que defendían el poder temporal de Santo Padre León IX, (pelea que perdieron para variar) hay una escultura de un tal Angelo Brunetti, alias Cicerauccio, fusilado junto a sus hijos por los siempre amables austriacos. En la escultura Cicerauccio está siendo fusilado y está sacando pecho y apartándose la camisa en lo que podría parecer un gesto de valor sin límites. Sin embargo yo creo que esto no es así, Angelo Brunetti era italiano, no es valor, es auténtica y genuina chulería.


Atentos al detalle de abrirse la camisa en un decir "¡Aquí, capullos, disparad aquí!"



Cuestión de estética

El otro día me comentó P que los italianos se depilan las cejas y que se hacen una depilación que les da una forma así como de aviesos y malotes. Yo di una respuesta de circunstancia porque realmente soy mucho más dado a dispensar mi atención a los escotes de las italianas que a las cejas de los italianos, cosas de la vida, pero a raíz de la observación me propuse fijarme un rato en un hecho tan singular. La cosa del malote no la pude apreciar pero efectivamente, me quedó la impresión de que los italianos en notable cantidad se depilan las cejas. Imagino que lo hagan a golpe de pinza lo cual tiene su mérito porque duele un huevo. Como unas cosas llevan a otras he estado atento a la estética de la italianidad en general y como en todas partes, hay un poco de todo aunque los italianos tienen una tendencia generalizada a ir apañaditos. No tanto como hace unos años, que venías a Roma y esto era como un pase de modelos en sesión continua, ahora ya no, se va notando la globalización de la moda y la presencia de Zaras y afines pero en general los italianos van bien vestidos. Hay además un elemento muy interesante que yo agradezco infinito: ninguno huele mal. Esto es sin duda uno de los caracteres diferenciadores más importantes entre los europeos del norte y los del sur, uno se va a Alemania, Bélgica o Reino Unido y la gente apesta mientras que en España o Italia es raro encontrar gente a la que le cante el alerón.

Otra cosa que me está llamando la atención del atuendo italiano es lo dependiente del calendario que resulta. Ocurre que estamos disfrutando en estos días de una meteorología gloriosa, temperaturas suaves hasta 23 ó 25 grados durante el día con noches frescas que bajan hasta los 16. Ausencia de viento y días despejados alternados con algún episodio de lluvia para mantener el verde del paisaje. Vamos, que sábado estuve en la playa, no digo más. Sin embargo es otoño y los italianos han sacado a la calle la moda de otoño así es que los ves paseando con sus chaquetas, chaquetones e incluso alguno que anda con bufanda. Esto ya lo había visto yo hace años pero ahora lo he confirmado. En esta época se nos distingue bien a los turistas y a los romanos adoptivos (ese soy yo) porque vamos con camiseta. Algunos hasta el pantalón corto me llevan.

El centro estético por excelencia es el gimnasio. Ahora voy a unas horas muy extrañas en las que nos encontramos nada más que cuatro tarados a los que nos mueve únicamente retardar la obsolescencia pero cuando iba a horas más comunes, así como por la tarde, se veía más o menos lo que en todas partes: una buena parte de la clientela anda "marcando", mucho tipo de pecho depilado y esas cosas pero nada de particular o que no tenga visto de otras partes del mundo. Yo es que conozco gimnasios de España, Estados Unidos, Francia y Bélgica. Estos últimos eran terribles. Tengo uno que jamás olvidaré. Sala de pesas. En Bélgica el aire acondicionado es una cosa exótica con lo cual, al ser un día soleado de primavera, me tenían puestos unos ventiladores de grandes dimensiones. Jóvenes bien parecidos y chicas monas. Recuerdo desplazarme de un aparato a otro y pasar por detrás de una rubia angelical que hacía pesas bravamente. Alguien pensará "ahora este sátiro comentará algo de las formas de la chica", pues no, lo que recuerdo vivamente de la chica es que levantaba la pesa frente a un ventilador que arrancaba de ella una insoportable pestilencia a sudor rancio de la que no he conseguido olvidarme en estos años. En fin, eso aquí no pasa, otras cosas sí pero oler mal, no.


Así se quedaba uno en el gimnasio de los belgas