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domingo, 24 de marzo de 2013

Te digo yo que esas tías van todas con faja

Tal que así me lo decía P refiriéndose a las actrices ideales que pasaban por la alfombra roja de no sé qué acto onanista de entrega de estatuillas cinematográficas. Todo esto venía por cuenta de unos anuncios de fajas que habíamos estado viendo. Es que la televisión tiene cosas increíbles si uno tiene la suerte de cruzárselas y la paciencia de verlas. Una de las cosas mejores de la televisión, ahora que hay muchas, son los anuncios baratos. Antes no había de eso, no, porque había pocas cadenas y anunciarse en TV era un lujo reservado para empresas que ganaban dinero a espuertas pero ahora no, ahora eso se ha democratizado y se anuncian en la tele hasta los fabricantes de don Nicanor tocando el tambor.

Dentro de los llamados "infocomerciales" que emite la televisión en horarios de poca audiencia encuentro especial placer en aquellos que están dedicados al adelgazamiento. He podido observar que estos anuncios son fácilmente asimilables en tres categorías de las que paso a hablar sucintamente:

Categoría 1.- Aparatos de ejercicio

Todos ellos prometen lo mismo, que te vas a poner como un gladiador o como una diosa griega sin cansarte nada, nada porque con cinco o diez minutos al día es suficiente. Se trata de aparatos extrañísimos que te hacen trabajar la región abdominal pero que además te protegen partes del cuerpo que nunca creíste amenazadas como por ejemplo las cervicales. El éxito de estos aparatos está garantizado y se consigue en un par de meses. Una característica importante de los mismos es que son plegables y se pueden guardar debajo de la cama, claro indicativo de su origen norteamericano.


Categoría 2.- Productos dietéticos y cremas reductoras

Geniales. Pastillas o infusiones que te prometen un adelgazamiento radical en diez días, sin efectos secundarios y lo que es mejor, poniéndote butrino de todo tipo de alimentos hipercalóricos del tipo de hamburguesas grasientas y pasteles de nata y chocolate. Hasta donde sé se trata de laxantes así es que son eficientes que te cagas, que diría Gina Anónimo.

Las cremas reductoras son algo más sinceras porque ofrecen efectos inmediatos pero no permanentes. La prueba en el anuncio se hace in-situ y no tengo ni idea de cómo funcionan.


Categoría 3.- La faja

Es sin lugar a dudas el método más sincero. ¿Qué te anuncian? Una faja. ¿En qué consiste la demostración? En que te presentan a una vacaburra blanda y fofona, la embuten en la faja y les sale una vacaburra tersa que se puede enfundar un vestido dos o tres tallas menos. ¿Qué te prometen? Reducirte el perímetro mientras la lleves, ni más ni menos; lo que comas o bebas con la faja va de tu cuenta y ninguna se compromete a que la embutida pueda sentarse con la faja puesta, quizás se tenga que conformar entre estar tumbada o de pie.

Todas las fajas anunciadas se atienen al mismo principio y varían en la parte de cuerpo que embuten y en los materiales de construcción. Hay unas que van desde medio muslo hasta justo debajo de la pechera pero a mi la que más me ha impactado es una que lleva el frontal relleno de escayola. Lógicamente este modelo revolucionario promete un vientre plano como no podría ser de otra manera.

A mi lo de las fajas no me gusta, me parece poco sexy. Es más, las fajas me producen un profundo rechazo, prefiero una franca lorza que ese atrezzo infernal. Mi abuela usaba faja. Yo una vez lo vi y me ha quedado un trauma para toda la vida. Recuerdo durante mi infancia mirar de reojillo aquellos artilugios expuestos en las corseterías del barrio y sentir revivir la impresión de la contemplación del torso abuelil con sus contrafuertes y sus contienelorzas. En fin, de lo del trauma hace ya unos años, yo creo que ni siquiera iba al colegio, así es que daba yo por hecho que las fajas habían pasado a mejor vida hacía años, coincidiendo quizás con la época en que a las tías les dio por destruir sujetadores públicamente como imagen de liberación pero hace poco he descubierto que no es así. Lo descubrí con los docudramas esos de la TV de los que vengo hablando y con esa escena tan graciosa en que Hugh Grant está aligerando de ropa a Bridget Jones y descubre que esta lleva una especie de bragafaja y el ataque de risa que le da le impide continuar.

Pues nada, que en una intensa discusión sobre ese apasionante tema que son las fajas, mi santa me soltó la frasecita que titula esta entrada, que todas esas actrices estupendas con esas siluetas perfectas van embutidas en esas fajas que tanto horror me causan. Y el caso es que lo he estado pensando y he llegado a plantear si será verdad, oye.

¿Y que va a tener razón la tía? Miren vuesas mercedes este artículo.


Eligiendo faja


lunes, 18 de marzo de 2013

Girls don't poo

Dejando aparte lo obvio hay algo que siempre me resulta sorprendente del sector femenino: El estreñimiento pertinaz que la mayoría de las integrantes del mismo padecen. Visto desde una perspectiva abyecta y machista como es la mía, el caso es que la cosa tiene sentido. Si uno mira a una chiquita tan mona, tan desenvuelta, tan, tan... es que no te la imaginas en esa situación tan escasa de elegancia y glamour a la que nos obliga periódicamente la naturaleza. Es más, si piensas en una señora elegante y liberal como Esperanza Aguirre o Miss Castilla-La Mancha, o en cualquier mujer del entorno, esposa de un amigo, cuñada, etcétera, pues como que tampoco te encaja la combinación de situaciones tan contrapuestas en una misma persona. Consecuentes con ello, las mujeres parecen haber desarrollado una aversión bastante extendida hacia la eliminación de residuos digestivos que las hace mucho más fisnas y etéreas pero que tiene sin duda consecuencias bastante nefandas.

Es curioso que esta circunstancia pasase durante mucho tiempo inadvertida y que sin embargo, en estos tiempos modernos, se esté convirtiendo prácticamente en tema de debate. Claro, cuando yo era mocito había según que temas que no se podían mencionar. De hecho había una coplilla muy revolucionaria para la época que decía "Caga Franco, caga el papa y nadie de cagar escapa". Más adelante, ya con el Nuevo Régimen, se podían decir muchas más cosas pero ciertos temas seguían siendo tabú. Digamos que los laboratorios Rovi hicieron una fortuna prácticamente en la clandestinidad. Esta tendencia la rompieron esos yogures que anunciaba José Coronado, bello entre los bellos, que sin embargo no tenía inconveniente en insinuar que el hacía caquitas y no por ello perdió un ápice de encanto y elegancia. Mira que se le ha intentado embromar a ese respecto pero nada, el tipo lo toma con naturalidad y no se arruga ni un poco.

Lo de Coronado parece que levantó una especie de veda no declarada a partir de la cual se empezó a hablar públicamente de estreñimiento. Actualmente diría yo que la publicidad tiene dos o tres temporadas, la de productos navideños y juguetes, la de anunciar colonias y la de los productos con fibra que ayudan a bien descomer. Hace un rato he visto uno de un producto Danone en el que salían José Coronado, pionero del tema, y unas cuantas actrices todas muy monas, manifestando altas dosis de felicidad y augurando una vida plena y alegre a todos aquellos que salgan de casa por la mañana con "los deberes hechos". Ha sido cuestión de tiempo que se caigan las caretas y que la publicidad se centre sobre su objetivo principal: las chicas. Hay que reconocer que caídas las barreras, los publicistas han desarrollado anuncios verdaderamente originales e ingeniosos. Hay uno que me ha gustado especialmente, básicamente porque me regaló con una carcajada sincera la primera vez que lo vi y que con cada reposición me deja una sonrisa. Me refiero a ese en el que Natalia Verbeke le habla a una taza de water asegurándole que piensa regresar todos los días. Otro que tiene tela es uno que ha llegado a casa de una cosa que se llama Casenfibra y que si pulsas en el anuncio verás una historia explícita a la par que refinada.

En fin, creo yo que hay que descubrirse ante los publicistas porque han conseguido hablar con mucha finura de algo bastante zafio. Supongo que esto ocurre porque es cosa de chicas. Si el estreñimiento fuese cosa de hombres sin duda los anuncios serían mucho más explícitos y los productos tendrían nombres del tipo "Cagamuch", "Cacamás" o "Cagalotó"y en los anuncios se vería a jugadores de rugby plantando pinos y sintiendo gran placer en ello y otras cosas por el estilo. Es que para los hombres la mierda es otra cosa. Un amigo mío fue capaz en una ocasión de atascar un inodoro con un truño de dimensiones bíblicas y recuerdo hace años a un tipo que presumía de la hermosura, la salud y el buen comer de su hijo primogénito, que debía contar por aquel entonces dos o tres añitos, comentando en el bar que su pequeño paquidermo había dejado un recuerdo de dos kilos ¿Os podéis imaginar una criatura de tres años dejando dos kilos de mierda en un orinal? ¿Y al anormal de su padre pesándolos? Hechos como este han contribuido a convertirme en el inadaptado social que soy.

Mira esta pobre lo que está sufriendo





jueves, 14 de marzo de 2013

Desencogimiento de jerseys mediante tratamiento prolongado con tensioactivos

Abstract

The present article describes how a jumper drastically shrinked in a washing machine is treated with a tensioactive substance diluted in tap water in order to recover its original size. The jumper is still alive after the test and plenty of lovely smell.


Introducción

Desde que en los años cincuenta del pasado siglo las lavadoras empezaron a hacer su aparición en el panorama doméstico español (Eisenhower, 1959) una serie de fenómenos, extraños al principio, pero más cotidianos al cabo de un tiempo (De Blas, 1974) relacionados con el tallaje de la ropa fueron registrados sobre el suelo patrio. Este fenómeno reportado por diversos autores en congresos tanto nacionales como internacionales (Martínez, 1977; Azcárraga y col. 1979) fue identificado como encogimiento de las prendas.

El encogimiento fue temprana y profusamente estudiado por la comunidad doméstica nacional que identificó como causa fundamental el uso de la lavadora automática (De Blas, Buendía y Bonacho, 1979). Responsables domésticos de procedencia variopinta reunidos en congreso dieron a luz el famoso comunicado de la ropa encogida (Peñalva, 1981) suscrito por aclamación y que básicamente se resume en "Cómo vuelvas a meter el jersey en la lavadora con agua caliente te voy a dar una que no te va a conocer ni la madre que te parió".

Ante el cariz de los acontecimientos, diversos autores han sugerido soluciones posibles y alternativas al hecho lamentable de ser despellejados por razones tan nimias y baladís. En el presente trabajo se ha puesto a prueba el método sugerido por Emiliano Torcuato (Torcuato y col, 2012).


Materiales y métodos

Como sujeto de estudio se empleó un jersey Benetton nuevecito encogido de talla S a la XXS (o menos) mediante lavado en un programa express de lavadora automática a temperatura ambiente y la célebre técnica "cariño no me lo explico".

Los reactivos empleados fueron Suavizante Clásico Aliada (el más barato), de color azul y agua del Canal de Isabel II, de Madrid.

El recipiente de reacción es un barreño de plástico vulgar de los que venden en todas partes pero que uno nunca encuentra cuando lo busca.

El procedimiento seguido es el descrito por Torcuato y colaboradores que consiste en lo siguiente:

- En el barreño limpio y seco se añade un litro de suavizante. La medida se realizó con un vaso graduado de cocina. Sobre el suavizante así depositado y utilizando el mismo instrumento, se añaden cuatro litros de agua del grifo. Se agita suavemente para garantizar la mezcla y se deposita el jersey en su interior, asegurándose de que se empapuza adecuadamente.

- El jersey se mantiene en la mezcla suavizante overnight y un rato más, qué coño, y después se extrae con mucho cuidado y se aclara con abundante agua del grifo para eliinar los restos de la sustancia reactiva. A intervalos irregulares se procedió a mirar la prenda con curiosidad y a meter los dedos en la solución desencogedora con mucho escepticismo.

- Finalmente y sin escurrir la prenda, se permite a esta secarse al aire, proceso que puede llevar unas 48 horas.


Resultados y discusión

El jersey encogido, sin ninguna mala intención y sólo por un malhadado accidente, recuperó parte de su tamaño original según valoración personal de la propietaria. La prenda se encontraba mucho mejor que antes del proceso de desencogimiento pero no había vuelto a ser la misma. La hija de la propietaria, de mucha menos talla que esta, podría aprovecharlo si bien no es para nada su estilo por ser ella mucho más dada a la ropa oscura y desvencijada, rayando en lo horroroso.

Es indudable que el método Torcuato tiene un impacto positivo sobre las prendas encogidas. Diríase que la prenda se siente relajada y adopta un estado de laxitud que le hace recuperar tamaño. Sobre las razones que han provocado que la prenda analizada no recupere completamente su tamaño original se puede especular largamente sin llegar a conclusión alguna. Así de primeras se le ocurre a este equipo investigador que puede tratarse de que el suavizante elegido era el más barato - lo mismo con Le petit marselleise había quedado mejor-, que el tiempo de exposición sea insuficiente o que la lana de Benetton sea demasiado exquisita para un método tan zafio. Planteada la posibilidad de realizar una serie experimental para aclarar este punto la respuesta ha sido demasiado gruesa para publicarla aquí.


Figura 1.- Correlación entre el tiempo de inmersión y el tamaño relativo al original. Los datos son inventados y rigurosamente falsos por eso ni se cita en el texto.


Conclusiones

Los jereseys de lana no se lavan en la lavadora, no, no, no, jamás.


Bibliografía

Azcárraga, I.; Jiménez, N.; Bunsen, K. M. (1979): "Ja, ik ook geatche". Nederlanse Academy Reinigen.

De Blas, M. J. (1974): "La ropa se queda un poco rarica cuando la lavas en la máquina esa americana". Editorial Iberoamericana. ISBN 7400213

De Blas, M. J.; Buendía, R.; Bonacho, E. (1979): "Que te digo yo que es la lavadora lo que lo encoge". Ann. Rev. Nat. Acad. Wash. Vol 27, pag. 125 - 168.

Eisenhower, D. D. (1959): Beg you pardon me. NO-DO

Martínez, A. (1977): "Pues no te cuento la que he liado yo". XXIII Congreso Nacional de la cagué porque era mía. Selección oficial.

Peñalva, N. (1981): "Tanta máquina ni tanta mierda... ¡en el lavadero y a mano!". Nat. Hou. Keep. Vol 15, pag 1041 - 1043

Torcuato, E.; Fernández, M.; Miranda, L. M. (2012): "Pues un amigo mío hizo esto y no le quedó mal". Ediciones La Biblia en Verso. ISBN 12472133

sábado, 9 de marzo de 2013

Cosificación II

Creo que no digo nada nuevo si declaro públicamente que me gustan las tías. Me gustan a rabiar desde que era bien pequeño. Me gusta mucho la que duerme conmigo, aunque llevemos ya muchos años juntos y confieso que me gustan otras. Hay mujeres que me gustan como personas y reconozco que el hecho de que sean mujeres les aporta un encanto añadido del que carecen las personas-hombres que me gustan. Me gustan otras a las que no conozco ni conoceré, que veo en la televisión o se me cruzan por la calle. Desde hace un tiempo me pregunto cómo será esto para las mujeres. Me gustaría muchísimo saberlo, saber qué sienten y cómo reaccionan frente a los semáforos sexuales. Me gustaría poder cambiarme por una mujer durante un tiempo para saber cómo es la mitad del mundo que me está vedada, para descubrirla y para verdaderamente poder entender el Universo. Desgraciadamente esto no es posible y encima aquellas que me lo podrían contar no parecen muy dispuestas a hacerlo. A lo más que he llegado es a comprender que la vida para las mujeres es muchísimo más complicada que para nosotros, en parte por las circunstancias, en parte porque la actividad intelectual de ellas parece ser mucho más compleja que la nuestra y en parte porque ellas mismas tienen querencia a complicársela gratuitamente.

Alguna que otra vez he contado a quien ha querido y ha tenido a paciencia de escucharme, que la Biología permite entender muchos aspectos de nuestro comportamiento social y cultural. Si me fijo en nuestra especie, que es de momento la más exitosa sobre la tierra, y miro cómo está organizada, me encuentro con lo siguiente: La probabilidad de que un individuo manifieste un sexo concreto es del 50%. La capacidad de una mujer de reproducirse es, habitualmente, un hijo por año. Sin embrago un hombre es teóricamente capaz de generar uno o más descendientes por día, es decir, tantos como 365 mujeres si no más. Esto me conduce a la conclusión de que una mujer tiene un valor biológico que es 365 veces, al menos, superior al de un hombre. Si damos por sentado que estamos en el mundo para multiplicarnos no parece anodino pensar que si uno puede producir una vez al año sea cuidadoso y cariñoso con su producto mientras que si estás en condiciones de producir continuamente la calidad de un poco igual, si te sale defectuoso un ejemplar pronto vendrá otro que lo redima. En fin, todo esto tiene muchas traslaciones pero la que me interesa hoy es la que me sirve para justificar la diferente sexualidad entre hombres y mujeres. Un hombre básicamente necesita donde "expansionarse" (que busca meterla en adobo, para que se me entienda) mientras que una mujer busca una calidad en la pareja. Esto es así nos guste o no y nuestras actitudes están reguladas en base a la reproducción y a la propagación de la especie, otra cosa es lo que luego tras elaborarlo intelectualmente, nos digamos cada uno.

Lo que acabo de contar creo que explica el hecho de que los hombres demos tanta relevancia a temas sexuales y que con tanta frecuencia pensemos en sexo, algo que al parecer no les ocurre a las mujeres. Para nosotros el sexo es un reflejo, está siempre ahí, no nos deja salvo cuando dormimos y no siempre. Cuando un hombre ve a una mujer no puede evitar el categorizarla sexualmente, si es más o menos atractiva, si tiene las tetas grandes o si los ojos bonitos (todo cuenta)... Cuando un hombre ve a una mujer su tendencia natural es la de cosificarla. No es maldad, es que estamos diseñados así. Siendo nuestra naturaleza cosificar a las mujeres no es menos cierto que se puede, sin gran dificultad, hacer un pequeñito esfuerzo intelectual para descosificar y ver a la mujer que tienes enfrente como una persona. No es cuestión de cambiar la naturaleza de las cosas, un escorpión siempre es un escorpión y un hombre siempre es un hombre pero uno puede comportarse como una persona. De hecho yo mismo lo consigo a menudo, nadie me lo nota. Lamentablemente no todo el mundo parece dispuesto a reconducir los instintos por la vía del intelecto y constantemente se ve mujeres cosificadas y el efecto de esto.

Hoy ha sido el día de la mujer trabajadora y pienso que eso debe ser lo que me ha inspirado esto que escribo. He oído hablar de mujeres maltratadas, de mujeres mal pagadas, de mujeres prostituidas, de mujeres que no llegan a los consejos de dirección... He escuchado a mucho idiota, bienintencionados unos, oportunistas otros que reclaman leyes de paridad y castigos ejemplares para los hombres maltratadores en lugar de exigir que la igualdad de oportunidades y la aplicación de las leyes sean reales y efectivas. No he oído a nadie decir que quizás hay menos mujeres en los consejos de administración porque para eso hay que priorizar la caza sobre la agricultura, la cantidad sobre la calidad y que quizás no sea esa la naturaleza de las mujeres. No he escuchado decir a nadie que tener hijos y convertirlos en buenas personas es tan exitoso, tan ideal y tan digno como dirigir una fábrica o hincharse a follar y en general bastante más complicado. Tampoco he escuchado a nadie que pida a los hombres, a todos los hombres, que hagan un esfuerzo, se sobrepongan a sus instintos y que dejen de cosificar a las mujeres y que, por defecto, las miren como personas y no hagan caso de esa vocecilla interior. Si dejamos de cosificar a las mujeres es probable que desaparezcan esas diferencias vergonzantes que cada 8 de marzo nos recuerda la prensa, que seamos un poco menos gorilas y un poco más personas.

Personalmente no puedo prometer que dejaré de mirar los labios o el escote de mis futuras interlocutoras pero prometo hacer todo lo posible para que no se me note. Por respeto.


Mírame a los ojos, muñeco

miércoles, 6 de marzo de 2013

Pagando mis culpas

Pasionalmente volcado en mis nuevas ocupaciones me he planteado como reto personal vaciar el cubo de la ropa sucia cada semana. Vaciarlo de manera natural, es decir, haciendo pasar por la lavadora todo su contenido.

La lavadora es un artefacto, como decía el maestro Eduardo Mendoza, de sencillo diseño pero complicadísimo manejo. Tanto más la mía que está en francés porque vino de ese país. El frontal de la lavadora presenta un cajetín con tres secciones. Una se utiliza para el detergente, otra para el suavizante (una poción mágica que cuesta una pasta pero que no se sabe para qué es pero que hay que usarla para que no te riñan) y la tercera no tengo la más remota idea de qué utilidad pueda tener, debe estar ahí en reserva. Además del cajetín hay cuatro teclas teclas, una que pone el programa en marcha o que genera una pausa, otra que controla la velocidad angular del tambor a la hora del centrifugado, otra que regula la temperatura del proceso y una tercera que, no sin quebranto, logré descubrir que permitía retrasar el comienzo del proceso lavatorio; esto sirve para que puedas poner el chisme a trabajar a una hora tal que el final del proceso coincida con tu retorno a casa. Por lo visto eso es importante. Por si esto no fuera suficiente el tablero de control se completa con una rueda que es donde reside la complicación del equipo porque es la que te permite elegir el programa. La auténtica complicación reside en la cantidad ingente de programas que hay y que dependen de si la ropa es blanca, si de color si sintética, si algodón, que si natural... Pienso que si fuese estricto en la aplicación de programas tendría que cargar la lavadora con tres prendas por lavado así es que por un principio básico de economía utilizo un programa que se llama "Express" y que en una hora me tiene la colada lista sin más cavilaciones. Eso sí, cada vez me aseguro de poner la temperatura en la posición "Cold" porque creo que el lavado caliente en general le sienta mal a la ropa.

La primera vez que puse la máquina en marcha no tuve problema en encontrar la vía de aplicación del suavizante, en la sección central del cajetín donde aparecía ese curioso símbolo del suavizante, pero para el detergente tenía que escoger entre izquierda o derecha. Elegí la izquierda porque me pareció que era más grande. Sufrí un susto inicial porque el agua empezó a salir por la derecha y me dije "ya la hemos cagao, Menelao, a ver cómo haces ahora para arrastrar el detergente al tambor". Me disponía a añadir el primer vaso de agua por el cajetín de la izquierda cuando el caprichoso chorro de agua cambió de vía de acceso y me hizo el trabajo sin más. Ahí ya me desentendí y no regresé hasta que el proceso de lavado hubo terminado. Así lo he venido haciendo desde entonces sin hacer más separación que la ropa de color y la blanca. Lo que me produce mucha angustia e inquietud son las camisetas blancas con mangas negras y no digamos ya una cosa rara que tiene mi santa que es riguroso blanco y negro al 50%. Muy inquietante.

El caso es que últimamente habían aparecido en el cubo de la ropa unos jerseys, ambos dos de mi santa. Yo al principio los evité como elemento prometedor de complicaciones pero mi deseo de vaciar el cubo pudo con mi prudencia y la persistente presencia de la prenda en el cubo me llevó a la conclusión - errónea- de que la propietaria realmente deseaba que yo lavase el jersey. Un jersey verde, de Benetton, nuevo, muy aparente. Buen cuidado puse en que se lavase con agua fría.

Ya cuando lo tendí a secar me pareció que el jersey era notablemente más pequeño que al principio del proceso pero pensé que habiéndose lavado con agua fría, aquello no podía ser más que un efecto óptico, una jugarreta cruel de los sentidos. Mis temores se vieron no obstante confirmados cuando días más tarde escuché un grito desgarrador pronunciando mi nombre seguido por la presencia de mi santa que portaba, cual retrato de La Piedad, el jibarizado jersey en sus manos. Creo que una carga de caballería pesada no me habría impresionado más. Sugerí planchar el jersey, intenté ponérmelo para darlo de sí (conseguí meter un brazo pero la cabeza apenas me entraba en el cuerpo de la prenda). Nada. El jersey perdido.

Para deshacerme de la sofocante sensación de culpa que me atenaza la garganta y ensombrece las horas de mi vida hoy le he sugerido a mi santa que fuésemos a que se comprase un jersey nuevo. Provisto de beatitud, paciencia y un libro electrónico me he ido con ella a visitar unas cuantas tiendas. Sinceramente  lo digo y sin ningún deseo de ofender, ir de compras con una mujer es tan desesperante como tragarse un festival de Eurovisión. Algunas tiendas cuentan con un parking para esposos, un detalle que permite a las clientas dejar a sus maridos e hijos varones a buen recaudo mientras ellas recorren el comercio mirando y tocando todas y cada una de las prendas expuestas. Yo, donde no había aparcamaridos, me buscaba un rinconcito discreto y me sumergía en "El tango de la guardia vieja" que en estos días llena mis ocios tras haber acabado del tirón con todas las novelas protagonizadas por Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro. Finalmente P se ha aprovisionado a satisfacción de diversas prendas y ya de camino al aparcamiento ha manifestado su disposición a perdonarme lo del jersey.

Ya en casa, un nuevo grito desgarrador articulando mi nombre ha sido el preludio de una nueva aparición de La Piedad, esta vez en forma de camisa negra.

La ropa de mujer es muy complicada.

No me lo explico

martes, 5 de marzo de 2013

Vida de perros

Un ser humano normal pasa unas ocho horas diarias durmiendo, ocho trabajando y ocho dedicado a menesteres diversos que normalmente varían en función de la capacidad del ser humano en cuestión para complicarse la vida. Tomado por semanas, el ser humano normal consume en principio cuarenta horas en trabajar, 56 en dormir y 72 en temas diversos; si el ser humano habita en una gran urbe o sus extrarradios es posible que consuma además unas 12 o 15 horas en atascos de tráfico, a detraer de esos "menesteres diversos".

El ser humano neurótico consume semanalmente unas 35 horas semanales en dormir, 60 en trabajar, 16 en discutir con los seres humanos que le rodean y el resto, una 57 horas, a menesteres varios. Este es mi grupo, sin lugar a dudas. No es que sea un estajanovista o que ame perdidamente el trabajo o que no se me ocurra nada mejor a qué dedicar el tiempo, es que me sale así, como a Jessica Rabbit ser sexy.

El día que el ser humano neurótico se queda sin la sección trabajo pasa repentinamente a disponer de 60 horazas a la semana que antes no tenía, lo cual le abre un mundo de posibilidades. Si encima el neurótico ha pasado años añorando un poco de tiempo libre para "hacer cosas", tener una agenda abarrotada de quehaceres se convierte en una obligación estresante, atenazante, ¡por dios cómo voy a estar yo sin hacer nada! Siempre siguiendo el afán práctico que preside este blog, paso a dar unos consejos prácticos, basados en la experiencia, sobre lo que se puede hacer cuando se ingresa en la compañía con más trabajadores de Españistán: el paro.

Las obligaciones del desempleo son escasas. Básicamente se reducen a darte de alta en el INEM, cerrar bisnes con tu ex-empleador y buscar trabajo. Las dos primeras están muy reguladas y es por ello la tercera la que marca la diferencia entre el buen y el mal pasar. De la cosa del INEM ya hablé en mi última entrega así que huelga continuar, no merece más comentario. El cierre con el ex-empleador, es decir, que te den la pasta de la indemnización, es también un tema de regulada coreografía y que suele fluir con suavidad, particularmente cuando el representante del ex-empleador no parece entender muy bien tu cese. Ahora, la búsqueda de empleo tiene su aquel.

Para buscar curro hoy en día hace falta un ordenador y metodología. Nada como la lista de contactos del Linkedin, es más, nada como el Linkedin que funciona de maravilla. Uno debe sistemáticamente tocar a todos sus contactos y conocidos, e-mailes por aquí y por allá y alguna que otra llamadita a los conocidos. Hay que hacer ruido. Las cosas van llegando. El problema es que esta actividad dista mucho de llenarle a uno nueve horas al día, bastante si llega a tres. ¿Qué hacer entonces con el tiempo restante?

Un ordenador ofrece muchas posibilidades, hay prensa, juegos y cantidades ingentes de porno que ayudan a pasar un rato. Luego están las tareas domésticas, ahoraverástodoloquesepuedehaceryquébien, sevaaenterarestadeloqueeseficiencia, te dices. ¡Error! Descubres que no es lo mismo plancharse una camisa de vez en cuando que planchar TODAS las camisas, que no es igual cocinar un fin de semana que ocuparse de la logística de TODA la semana y prefiero no hablar de aspiradoras y demás lindezas del hogar. Agotador. Todo esto lo puedes aderezar con la radio. Yo es que soy muy radiofónico, de toda la vida de Dios. Tengo la casa llena de aparatos de radio que enciendo a la vez en varias habitaciones para no perder ripio. Desde que sintonicé en todos la misma emisora la cosa va francamente  bien. Escucho la cadena SER. ¿Por qué la cadena SER? Pues porque me acostumbré a Iñaki Gabilondo hace muchos años y ya me da pereza cambiar, por más que Gabilondo lleve unos cuantos años retirado de la radio. Empieza la cosa con la intensa información mañanera convenientemente sesgada según la línea editorial de la cadena; más o menos lo que hace Fedeguico Jiménez Losantos pero sin insultar y por tanto sin acabar en los tribunales. En algún momento entre las ocho y las nueve, no sabría decir cuando, Pepa Bueno saca algo que llama "las voces de la crisis" o algo así y que básicamente consiste en que parados de larga duración, a veces en condiciones precarias, cuentan su deprimente experiencia a quien quiera escucharlos. Vamos, justo lo que necesitas oir cuando te acabas de afiliar al INEM. Pero es igual, yo tengo la radio hasta cuando dan información deportiva, algo que odio profundamente y que de manera inconsciente se me va metiendo en el cerebro de manera que al final soy, inesperadamente, capaz de conversar con un taxista sobre la marcha del Atlético de Madrid o hacer como si tuviese una opinión formada sobre los demoledores efectos que está teniendo Roura al mando del Barça, como si me importase un pito.

Además de radio y tareas domésticas incluyo en mi lista de actividades un rato para el ejercicio físico. De hecho un rato bastante largo, alrededor de un par de horas. Vengo haciendo unas tres sesiones de pesas y corriendo entre 20 y 30 kilómetros cada semana lo que ha obrado en mi los siguientes cambios: pérdida de volumen sagital, incremento de perímetro pectoral, mazamiento discreto y un sorprendente bronceado extemporáneo que se explica por el hábito de la carrera matutina que siempre te da un punto de color. En resumen que desde que estoy en paro mi calidad de vida ha subido lo que no está en los escritos.

Lo creáis o no, todavía me queda un rato para buscar trabajo. Eso sí, a la televisión ni me acerco, es una vida de perros.

La internet es que da para todo...