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martes, 24 de abril de 2012

El laberinto argentino

En estos días el plácido devenir de las relaciones entre los dos países en los que transcurre principalmente mi vida, España y Argentina, se ha visto alterado por las actuaciones de políticos y dirigentes da variado pelaje. Ll evo toda la semana en Buenos Aires y en todos y cada uno de mis contactos con España siempre se escucha alguna alusión a la expropiación –nacionalización la llaman en Argentina- de la participación de Repsol en YPF. Hemos podido asistir al despliegue de santa indignación del gobierno español que ha amenazado, sin concretar nada como corresponde al nuevo estilo PP, con toda suerte de represalias, vicisitudes, y desgracias a los argentinos por tamaño atrevimiento. Los argentinos por su parte tampoco se han quedado callados, eso sí que sería milagroso, y han comparado el robo macarresco al que han procedido para levantar YPF con una gesta nacional a la altura de las de San Martín o Belgrano. Yo he estado mirando la prensa y las calles de Buenos Aires y verdaderamente me parece todo en general una gran tomadura de pelo. Cuento.

Parece ser que Repsol se hizo en su día con YPF gracias a Menem, al que algunos en el país designan como “el innombrable”, que les hizo un precio. Nada nuevo bajo el sol, eso lo habíamos hecho en España con alguna que otra compañía cuyos trabajadores tuvieron que acampar durante meses en el Paseo de la Castellana para ver reconocidos sus derechos. Repsol asegura haber metido pasta en YPF hasta convertirla en una empresa competitiva capaz de sacar petróleo a mansalva otra vez. Cifran la compañía en 8.000 milloncetes. El gobierno de “la señora”, respetuoso apelativo con el que se refieren a Cristina Fernández sus esforzados adláteres, dice que solo vale la mitad. Por otra parte hay una petrolera china que no tengo idea de cómo se llama y a la que me referiré como Petrochín, por abreviar, que lleva un tiempo ofreciéndole a Repsol 11.000 honorables millones de honorables, es un decir, euros. Viendo cómo se las gastan la señora y sus honorables, es un decir también, acólitos, no hay que ser un genio para sumar dos más dos… Lo que me incomoda de todo esto es que, a ambos lados del océano, creo que con más fuerza en Argentina, se está convirtiendo en una causa de reafirmación patria. En ambos casos con el mismo afán, que sigamos tragando sin protestar. A mí me parece bien que nuestro gobierno haga lo que tenga que hacer, que para eso recibe impuestos y cuenta entre sus obligaciones la de defender los derechos de sus ciudadanos. De ahí a que intenten convencerme de que los argentinos son mala gente va un trecho. Por otra parte me resulta un tanto indignante que la gente que busca entre los montones de basura del elegante barrio de Recoleta en Buenos Aires, porque esos son los más beligerantes, sea capaz de otorgar semejante relevancia a un hecho que no les va a reportar absolutamente nada. Si acaso un poquito más de miseria. El único que tiene derecho a quejarse es el director de YPF, no me sale ahora su nombre, que dicen, era amante de la señora. Y digo “era” porque desde luego si a mí me quitan un pedazo de despacho en una torre de Puerto Madero y tengo que dejar un pedazo de apartamento en un barrio fino de la capital federal, desde luego a la señora la mando a que “le rompan el orto”.

Hoy en el aeropuerto de Buenos Aires me he comprado un periódico, La Nación, sin saber de qué pie cojeaba, porque me ha llamado la atención un titular sobre el tema. Lo que he leído sumado a lo que vivo y sufro en relación al trabajo, dan una imagen penosa, patética e incierta a más no poder de la economía argentina y este numerito de la nacionalización, muy aplaudido según creo por Fidel Castro, sólo contribuye a echar más mierda encima de los pobres argentinos. Pobres e inconscientes.

Argentina tiene una inflación anual del 25%. Viniendo de España, las cosas son más bien caras, excepto los restaurantes he de decir. El gobierno juega continuamente con las importaciones. Los argentinos que llegan en avión a Buenos Aires son forzados a un registro de sus equipajes. Si les encuentran algún aparato electrónico y no pueden demostrar que lo han sacado de Argentina, son forzados a pagar un arancel del 50% del valor que, según la aduana, tenga el objeto en cuestión. En Argentina no se puede importar absolutamente nada que se produzca en el país. Se supone que esto es una medida destinada a favorecer la industrialización del país pero a nadie se le ha ocurrido que en realidad lo que consigue es la obsolescencia de la industria nacional por anulación de la competencia. Los trámites para traer algo del exterior son interminables, requieren convencer a una miríada de funcionarios estultos que en muchos casos buscan sacar un sobresueldo y para colmo, en estos días, el gobierno ha cerrado repentinamente las fronteras a toda importación sin que la ciudadanía sepa por qué. Las consecuencias no son buenas: Incremento de aranceles para los productos argentinos, Brasil bloqueando la importación de productos argentinos en reciprocidad, el puerto de Buenos Aires bloqueado por la protesta de los trabajadores… Esto es lo que viene a ser la realidad de la Argentina. La nacionalización de YPF y las veladas amenazas a Telefónica, BBVA y Santander no van precisamente a favorecer la inversión extranjera así que se dibuja un panorama más bien oscuro para el país y sus habitantes.     

Bueno, no todo va a ser escribir tonterías, algo serio de vez en cuando no está mal.