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lunes, 30 de septiembre de 2013

Me salen pelos en las orejas

Estoy firmemente convencido de que cumplir años es algo bueno en sí mismo, intrínsecamente bueno, que diría algún redicho. Un amigo muy querido dejó de hacerlo hace 26 y todos le recordamos muy delgado, muy guapo y con pelo pero algo me dice que él, de haber podido elegir, hubiese preferido quedarse calvo y engordar algunos kilillos sólo por seguir en el tablero un rato más. Porca miseria.

Cumplir años, sin embargo, tiene también su lado chungo y es que uno tiene ocasión de asistir a la propia decadencia. Otro amigo, este sí que vive y goza de buena salud, decía un día resoplando que estaba harto porque llevaba veinte años yendo y viniendo por la misma carretera, concretamente la M-607, porque trabaja en una localidad accesible a través de la vía susodicha desde Madrid y el pobre andaba bastante ahíto de hacer lo mismo día tras día, mes, tras mes, año tras año, con la sola expectativa de continuar decayendo hasta la jubilación para después decaer un poco más y morirse. Eso claro si esa notoria hipertrofia del adiposo que pasea por el mundo en combinación con el feo hábito de fumar que practica no lo retiran prematuramente del padrón. Oye, es mi amigo y le quiero pero las cosas como son, hace una vida muy malsana que puede acabar pasándole factura. Pues eso, que como uno decae en cualquier caso, digo yo que más vale procurar llenar la vida de cosas interesantes y distraídas y no de coñazos, rutinas y monotonía.

Pero bueno, yo no he venido aquí a tomarles el relevo a Elena Francis o a Mara Torres sino ha hablar de escatologías que es mucho más divertido. Me he referido a los síntomas de la edad y es que es un tema variopinto que por más que sea conocido deja sin embargo un espacio para la sorpresa. Todos sabemos que marcas va dejando el paso de los años porque las hemos visto en nuestros mayores y poco a poco observamos como se instalan en nosotros mismos. Todos conocemos las canas pero sólo cuando es demasiado tarde descubrimos que la alopecia es también un síntoma de edad. Cuando te lo explican desde el punto de vista zoológico es de una lógica aplastante pero no tiene ninguna gracia. También tienen su lógica la ganancia de peso o la pérdida de agilidad y tampoco tienen puta gracia pero hay cosas en las que uno no repara hasta que le ocurren. Yo me he fijado en algo que es muy tonto porque no sé que lógica pueda tener pero ahí está: el crecimiento de pelo en lugares anodinos del cuerpo humano. Las mujeres no tienen este problema porque: A) tienen menos pelo en el cuerpo que los hombres; B) se depilan mucho (y bien que hacen, llamadme lo que queráis pero una mujer con pelo en las piernas, por ejemplo, es un horror).

Cuando uno pasa a esa época de la vida en que de peinar algo son canas se observa que el afán en volverse blanco no es la única rareza que da en hacer el pelo, también se pone a crecer en lugares como los hombros, los omóplatos o incluso en mitad de la espalda. A mi a veces me los quitan con cera (en casa, me falta lo que hay que tener para ir a un local especializado). A ver, duele pero tampoco es para tanto que le echan mucho rollo al martirio de la depilación con cera y no. Yo disfruto mucho mirando luego la cera con todos los pelillos atrapados y arrancados de raíz, es muy morboso.

Otro sitio donde también se desmandan los pelos es las cejas. Yo que tengo unas cejas ideales, divinas, finas y perfiladas, que cualquier mujer quisiera para sí, resulta que de vez en cuando me encuentro un pelo que se ha puesto to gordo y que ha crecido desbocado, talmente como si fuera un pelo genital, un poco más pequeño. Estos me ponen nerviosísimo y me los extirpo rápidamente yo solo con unas pinzas. Duele bastante y es grimoso pero todo sea por la belleza facial.

Pero la palma de los pelos molestos se la llevan los de las orejas. Digo yo que para qué leches tienen que crecer pelos en los pabellones auriculares y sin embargo, ahí están. De vez en cuando alguno se desmadra mucho y me hace cosquillas en el oído. Me ha llegado a suceder esto en el trabajo y es la ruina porque me desconcentra de manera brutal y ya sólo puedo pensar en el momento en que llegue a casa para arrancármelo si bien cuando llego a casa se me ha pasado y se me olvida quitármelo y vuelta a empezar al día siguiente. Voy camino de ser el primer individuo que pierde su trabajo por los pelos de las orejas, batiendo records. Quitarse los pelos de las orejas es harto complicado. Yo agarro unas pinzas y ¡hala! frente al espejo. Es una tarea complicada porque el espejo devuelve una imagen plana y pillar el pelillo es aleatorio con el añadido de que lo estás viendo y eso acrecienta grandemente la ansiedad y el sufrimiento. El otro día en pleno ataque me quité todos los pelos de la oreja y me he quedado más ancho que largo pero ahora sufro la sensación de un pelo fantasma que me hace cosquillas y que no me puedo arrancar porque no existe. Sufro.

Iba a poner una foto de un tío con pelos en las orejas pero las que he encontrado eran tan sumamente asquerosas que he decidido colocar esta de Tania Llasera que es una chica muy mona y muy agradable de ver

domingo, 22 de septiembre de 2013

El ruido de fondo

Vengo de pasear Roma. Lo hago mucho pero es que no me canso. Yo soy muy de ciudad y los paseos por los centros históricos de las ciudades me gustan mucho y para eso Roma da mucho juego porque dispone de un centro muy, muy centro, que no se acaba nunca. Cuando te subes a alguna de las colinas, el Gianiccolo, el Quirinale, el Palatino, ves a tus pies todos los centros de Roma, porque tiene varios y todos unidos. Si te bajas de la colina puedes caminar y caminar y caminar y la cosa no se termina nunca. Ya digo, si eres de ciudad, un gustazo. La de hoy ha comenzado en el mercadillo del Trastevere, un mercado callejero de grandes dimensiones que debe ser al menos del tamaño del célebre Rastro de Madrid pero en llano y prácticamente con la misma oferta que aquel. Después ha tocado pizza en el Trastevere, en simpática y armoniosa "comida familiar" tras de la cual mis hijos adolescentes, terriblemente ofendidos por el comportamiento inadecuado y las palabras ofensivas de sus padres-siervos, se han vuelto solitos a casa mientras que la santa y un servidor hemos decidido irnos a gastar suela por la Ciudad Eterna y vaya si hemos hecho gasto. Nos hemos recorrido enterito el Trastevere, Campo di Fiori y la zona de Navona y El Panteón de Agripa. El paseo muy bien pero he de decir que me incomoda enormemente que me sigan tomando por guiri después de cinco meses que llevo de romano. Es que no hay manera oye, a ver si un chico no va a poder andar con pantalón corto, camiseta y una gorra de San Francisco sin que le tomen por guiri, señor cuanto prejuicio. Y lo malo de esto no es que te consideren guiri en sí mismo, que a mi me importa un pito, sino que constantemente hay alguno intentando venderte cosas de lo más peregrino o pidiéndote una limosnita y a mí esto, de manera tan constante, me da fatiga.

Durante el recorrido romano hemos hecho un par de tomas. La más interesante la segunda, en la cual nos hemos sentado en la terraza de un café frente al panteón, compartiendo el espacio con muchos turistas y donde nos hemos cepillado una especie de café granizado con nataza para compensar el esfuerzo realizado con tanta marcha. Resulta que una de las modalidades de ordeño del turista consiste en tocar música delante de las terrazas y a mi es que eso me pone malo. Me he acordado mucho del vídeo ese del cantante callejero que se lleva un silletazo de una bestia parda que está intentando hablar por el móvil y he pensado que a mi de mayor me gustaría ser así. Así como el energúmeno pero me puede el pudor.





Los músicos callejeros piensan que tú quieres escuchar la música que ellos hacen cuando estás en la terraza tomando tu café granizado con nataza o cualquier otra atrocidad que hayas decidido ensilarte. Tratan de ponerte el complemento ideal para esa escena romántica que estás viviendo, en la que se supone que compartes el momento con una persona amada y naturalmente la situación pide a gritos un popurrí del "Strangers in the night", "El arco baleno" y a la que te descuides "Los pajaritos" que romántica no es pero le va de lujo al acordeón. Por supuesto todos estos éxitos adaptados al acordeón y caja de ritmos te los colocan a un notable volumen que permita acallar la música ambiente del local (que también hace lo que puede por ponerte la puta nota romántica), los gritos de la gente que eleva el tono de voz para poder hablar (se entiende que los que no están románticamente mirándose a los ojos y diciéndose "te quiero" con la mirada) y la música de la competencia porque hay más acordeonistas que plazas y claro, todos tienen derecho a machacarte con la musiquita de Dios.

El acordeonista maldito terminó su actuación y se dio una vuelta por las mesas requiriendo unas monedillas como premio a su actuación. Yo me limité a mirarle con odio, cosa que le costó procesar pese a que me quité las gafas de sol antes de hacerlo. En fin, entre músico y músico estuve observando a los pobres de pedir, que no son pocos, y sobre los que me estoy planteando desarrollar una taxonomía porque están claramente organizados en grupos o "clusters" que se dice en Biología. Yo tengo mucho hábito de ver pobres de semáforo por aquello de ir al trabajo en coche. De los pobres de semáforo hay dos tipos, los artistas de la luz roja, que te hacen un número circense de malabarismo mientras esperas que el semáforo cambie a verde y los que te limpian el parabrisas del coche. Los primeros me parecen un poco absurdos porque cuando acaban el numerito cambia el semáforo y la audiencia que va en coche y aquí en Roma el que va en coche es que no se aguanta, sale disparada en el momento de la recaudación; los otros se la juegan porque ante la insistencia que manifiestan en limpiarte el parabrisas la reacción de los conductores va desde la amenaza y el insulto hasta meter la primera y avanzar unos metros cuando el tipo - desoyendo la negativa- se dispone a plantarte el cepillo en el parabrisas. Hay una subespecie que son los vendedores de periódicos de semáforo, algo que sólo se puede ver en un país como este en el que la internet tiene un alcance y un uso más limitados que en el nuestro; y en el que la gente lee periódicos, no como en el nuestro. Digo subespecie porque sospecho que sean los mismos del parabrisas a primera hora de la mañana.

Ya en el centro urbano he observado unos pobres que son como muy arrastrados, que van envueltos en harapos, que llevan una garrota y que están atacados por unos fuertes temblores. Se postran en las esquinas o a la puerta de las iglesias en una posición como muy humillada y no dicen nada. Si no fuera porque estamos en el siglo XXI diríase que son leprosos medievales. El caso es que luego cuando los ves desplazarse de un lado a otro no tienen temblores ni nada, de hecho parecen bastante normales. En mi plaza del panteón he podido ver a unos que se desplazan sentados sobre un monopatín con cojines utilizando para impulsarse una zapatilla deportiva que se ponen en una mano y que mendigan de manera agresiva e interactiva. A mi no me ha tocado que se me vengan a solicitarme pero la sola idea de que un tipo sentado en un monopatín con cojines me pida dinero desde el suelo me produce una cierta agonía, lo reconozco.

Ayer paseábamos por la Vía del Corso y en un soportal había una pareja joven que reunía las dos condiciones de las que hoy hablo, músicos callejeros y pobres. Viajaban en bicicleta, unas bicicletas cargadas de bultos que tenían allí aparcadas. No llegaban a los 30, de hecho ella apenas debía pasar de los veinte. El con aire de hippy experimentado. Ella rubia angelical y lustrosa. Tocaban la guitarra y tenían una gorra puesta en el suelo para recoger monedas que los viandantes solidarios tuviesen a bien arrojarles. Ella tocaba francamente mal mientras miraba con arrobo a su compañero. Caminaba con mi hija cuando pasamos a su lado. Al cabo de un rato le comenté a mi chica que se me había quedado la imagen de la muchacha de la guitarra y que me daba mucha pena.

- ¿Sí- respondió ella sorprendida por el pronto de humanidad y solidaridad de su padre hacia una causa de presencia y esencia absolutamente juvenil.

- Sí- contesté yo - me da mucha pena pensar en el padre de la chica.

- ¡Papá!

jueves, 19 de septiembre de 2013

La estación de Santa Justa

(Continúo otro poquito con la historia de mis vecinos)



Rubén había regresado a casa el domingo antes de la vuelta al colegio lo cual le había supuesto a Susana un nivel de malestar notable que había decidido quitarse con un viaje de tres días a Sevilla esa misma semana que finalmente no se produjo. Tratándose de temas laborales a Susana le quedaba poco espacio para el reproche, nada mucho más allá de sugerir alguna mejora en la gestión de su tiempo, particularmente en época de vacaciones navideñas. A los niños les gusta estar con su padre y cosas de ese estilo que sin duda le resultarían incómodas de escuchar a Rubén. Una mínima venganza por lo que se había tenido que tragar. Un mínimo pago por haberse quedado ella de madre soltera eventual de nada menos que tres criaturas. Había meditado sobre eso, quizás en otras circunstancias habría optado por ser madre soltera pero de uno por Dios, no de tres; eso es de mártir además de madre. Por si fuera poco se habían ido a esquiar. Afortunadamente había contado con la ayuda de su hermana Esther y la de su cuñado quién, a diferencia de Rubén, se ocupaba muy activamente de los hijos y parecía dotado de una paciencia infinita. Así, los tres adultos y los cinco niños habían pasado unos días en una estación de esquí mientras que el adulto que faltaba para completar el grupo se dedicaba a resolver problemas supuestamente en el Golfo Pérsico.

El reencuentro, frío, dio paso a unos días bastante rutinarios. La tercera semana de enero Susana comunicó que se ausentaba los cinco días laborables por motivos de la ciencia. Rubén le hizo saber que probablemente tendría que estar haciendo viajes a París con frecuencia durante los próximos meses porque el proyecto en el que andaba metido estaba entrando en una fase muy activa que requería mucha atención por su parte.

                                                          *****

Estuvo nerviosa todo el viaje. Al llegar a Santa Justa ya no podía más. Hacía más de un mes que no veía a Carlos y se preguntaba sobre su propia reacción frente a él y por la de él cuando la viese. Por teléfono había parecido encantado con la visita pero cualquiera sabe qué se puede una encontrar. Los hombres resultan en general bastante impredecibles y una nunca se puede fiar completamente. La verdad es que encontrar uno que exprese abiertamente sus sentimientos y que lo que dice y lo que hace resulten coherentes es en general tarea complicada. Carlos es un hombre encantador, alto y atractivo. Se le nota que se cuida, sin duda le dedica un tiempo todos los días a mantenerse bien. Además es muy inteligente lo cual le hace divertido. Susana no había tenido oportunidad de aburrirse con él que, además de todo, había resultado ser un magnífico amante, delicado, considerado y al mismo tiempo fuerte e incansable. Habían pasado noches enteras sin parar de las que Susana salía canturrenado una canción de Sabina: “olvídate del reloj/nadie se ha muerto por ir/sin dormir/una vez al currelo”.

                                                 ******

- ¡Qué barbaridad, como estáis los de la Ciencia! Le había comentado Rubén por la mañana cuando la vio en el baño, vestida y empeñada en el maquillaje. ¿Vas de congreso o a un pase de modelos?

- Oye, los tiempos cambian y ya el look “rata de laboratorio” o “empollón de la clase” están muy pasaditos. Ahora somos gente normal- bromeó Susana mientras se perfumaba. “Quizás me he pasado” debatía consigo misma mientras se extendía la sombra de ojos. “Lo va a notar, nadie va así a ver a unos colegas universitarios”.

Rubén se asomó al cuarto de baño y acercándose a ella por detrás le besó suavemente el cuello y le dijo bajito “qué guapa estás empollona, qué voy a hacer yo cinco días sin una chica tan guapa a mi lado”. “Gracias hombretón, seguro que sabes consolarte tú solito” respondió Susana con una calculada provocación que le hacía todavía más atractiva a los ojos de Rubén. Al mismo tiempo empezó a notar el batir de las alas de las mariposas en su estómago mientras su cabeza generaba deseos encontrados de huida hacia delante y hacia atrás. O cancelaba de súbito el viaje a Sevilla y se quedaba con su familia o se marchaba de inmediato.

- ¿Te preparo café? Preguntó Rubén desde la cocina.

- ¡No gracias. No tengo tiempo, Concha me está esperando ya para ir a Atocha. Por supuesto que el esófago de Susana estaba sellado en aquel momento y la sola idea de ingerir cualquier cosa, líquida o sólida, le inducía al vómito.

Como un esposo ejemplar, Rubén ayudó a Susana con la maleta. Efectivamente Concha estaba aparcada a la entrada de la urbanización. Al ver aparecer a Rubén se bajó del coche y le saludó afectuosa. Sus pantalones vaqueros contrastaban un tanto con el elegante vestido recto y los tacones de Susana pero Rubén no prestó atención al detalle. Tras unas palabras correctas entre viejos conocidos y las habituales recomendaciones del tipo de sed buenas, no hagáis mucho el loco en Sevilla y otras bobadas por el estilo las dos mujeres desaparecieron calle de San Romualdo adelante en dirección a la estación de Atocha.

Ya en el coche, relajada la tensión del inesperado encuentro entre Concha y Rubén, esta comenzó a hablar.

- Maja estás loca. ¿Pero cómo se te ocurre bajártelo sin avisar? Me va a dar un mal.

- Pero si fue él- protestó Susana. Lleva todo el fin de semana súper amorosito y mira que yo he estado cardo. Lo que pasa es que hoy ya no lo he podido aguantar y he relajado un poco la barrera.

- Ya. Que te sientes culpable, vaya.

- No, culpable no. Un poco mal pero por los niños, no por él, que la que me hizo esta navidad con la historia de Omán no se me olvida.

- Y qué discreta te veo- continuó Concha. Esto que llevas qué es ¿una bata de laboratorio de Carolina Herrera? Yo tenía una parecida, de Dior, pero me la cargué haciendo una extracción de quitina. Eran otros tiempos, ya sabes.

- ¡Ay Conchita, pero qué borde que te pones! Que sabes que lo paso muy mal yo con estas cosas.

- Es la envidia tonta, que me corroe. Bien contenta que estaría yo en tu lugar. La verdad es que no se te da mal esto de los tíos, entre el titular de Madrid y el reserva de Sevilla… Me podías prestar a Rubén estos días, que ya me ocupaba yo de tenerlo entretenido.

Las dos horas y media hasta Sevilla se hicieron interminables. Intentó leer algún artículo científico – siempre cargaba dos o tres como mínimo- pero fue incapaz de concentrarse. Lo intentó con una novela pero obtuvo idéntico resultado. La película era insufrible así es que finalmente se abandonó a sus pensamientos mientras contemplaba el paisaje a través de la ventana de su asiento de clase “Club”. ¿Estaba haciendo una estupidez? ¿Cabía realmente esperar algo de Carlos? ¿No habría sido más lógico y prudente quedarse en casa y dejarse de aventuras estúpidas? Entreverados con los malos pensamientos surgían los recuerdos de sus encuentros con él, la pasión, las sensaciones, el recuerdo de su sonrisa y de su tacto. ¿Pero por qué tenía que ser toda tan difícil?

El AVE llegó a Sevilla a la hora prevista, ni un minuto más tarde. Susana tragó saliva, agarró su maleta y saltó al andén que empezó a recorrer en dirección a la salida de la estación. Finalmente lo vio, allí estaba, esperándola tal y como había prometido. Nada más pasar la salida se abrazaron, se besaron y salieron a la calle como dos enamorados.

- Te advierto – dijo él – que esto no es como Madrid. Aquí te encuentras conocidos por la calle por menos de nada.

- No me importa. No me importa nada -  mintió ella mientras se abrazaba con fuerza a su brazo y miraba de reojo para asegurarse de que ningún conocido de la universidad la estuviese viendo.



viernes, 13 de septiembre de 2013

La criatura España

Hace una pila de años, allá por el siglo XV, Cataluña, que entonces se llamaba Aragón, y Castilla, que era un reino guerrero y valiente, se casaron y alumbraron una criatura que se empezó a conocer como España. Los reyes que forjaron la unión, Fernando Trastámara, que llegaría a ser rey de Aragón, Valencia, Sicilia, Castilla, Conde de Barcelona y no sé cuantas cosas más e Isabel de Trastámara (eran primos), reina de Castilla y consorte de Aragón, nunca fueron reyes de la criatura España. Tampoco lo fueron sus descendientes que eran reyes y condes de un montón de sitios pero no de España. Un sobrino del rey Luis de Francia fue el primer rey de España, título al que accedió después de una guerra brutal que costó mucho sufrimiento a los paganos habituales, los habitantes de España que a sus lomos cargaron con la construcción de un imperio que nunca disfrutaron.

La criatura España, así de primeras, no resultó mal invento para las clases dirigentes. Creció mucho y muy deprisa y se hizo grande, poderosa y temible. Por alguna razón, los habitantes de la criatura nunca dejaron de ser castellanos, aragoneses o vizcaínos pero hacían las cosas juntos y así se hicieron los amos del mundo, un imperio que luego se hundió por su pésima administración. Pasando los años llegó un rey francés y conforme al estilo de su tierra les dijo que a partir de entonces eran españoles y que se había acabado el cachondeo. ¿Cambió algo en la vida de los que hasta entonces habían sido castellanos, aragoneses y vizcaínos? No, absolutamente nada, siguieron siendo pobres, miserables, viendo a sus hijos morir de hambre y reducidos a la más menesterosa condición. Con eso y con todo, los pudientes de Aragón y Vizcaya, viendo riesgo de merma para sus prebendas, se dedicaron a azuzar al pueblo llano e ignorante para que reivindicase sus tradiciones y señas de identidad. La idea centralista del estado, importada de Francia, resultó ser el contrapunto ideal para estas cosas, dos no pelean si uno no quiere pero un estado centralista le ve de perlas a un separatista. Bueno, pues así andamos desde entonces.

Hoy en día, con todo lo que ha llovido, Castilla y Aragón se han entrelazado tantísimo que resulta difícil saber donde empieza una y termina la otra. Si uno se queda en cosas superficiales es fácil, claro está, pero si se mira lo que marca el día a día no resulta tan obvio. Las economías de los dos reinos son prácticamente una sola, hay una lengua común, una historia común... No hay circunstancias más parecidas en España que las de un madrileño y un barcelonés, ambos tienen idénticos problemas y muy similares disfrutes. Hasta el nivel de corrupción es absolutamente comparable, es muy difícil determinar qué político es más sinvergüenza, si el del PSOE, el del PP o el de CiU. Ahora me intentan, nos intentan vender, que Cataluña es otro país, que ya no es más el mío porque, nacido y criado en Madrid, siento que Cataluña es mi país tanto como el resto. Los políticos catalanes han engañado a mucha gente prometiéndoles un paraíso nacional que no existe porque Cataluña sola no sería España y por lo tanto tendría acceso a muchas menos cosas que siendo España, es mentira, no habría paraíso.

No sé que van a hacer, no sé si me van a poner una frontera para que no pase, si van a echar de allí a mis amigos o si van a reducir a mis compatriotas a la miseria. En cualquier caso me parece una mierda. Yo tengo algunos argumentos para demostrar que los catalanes son tan españoles como yo, a saber:

- Porque todos hablan español y ven masivamente las televisiones españolas.
- Porque se quejan y farfullan de todo lo que está mal pero no hacen por remediarlo.
- Porque les tienen manía a los franceses quienes a su vez los encuentran muy agradables y muy buena gente.
- Porque les encanta andar en la calle a deshora
- Porque tienen unos horarios rarísimos para las comidas.
- Porque se acuestan tarde y se levantan temprano.
- Porque no quieren serlo (españoles).

En fin, es posible que al final haya un referendum y es posible que ganen los nacionalistas. En ese caso se acabará España porque es la criatura resultante de la unión de Castilla y Aragón y si uno se va, ya no hay más unión ni más criatura ni nada. Será una pena. Una pena de verdad.


domingo, 8 de septiembre de 2013

De la cosa olímpica y eso

Ayer llegué a Roma y de lo primero que me enteré fue de que la olimpiada no viene a Madrid. J me da su solidario "pésame" porque he perdido la potencial re-valoración especulativa de mi casa de Madrid que se encuentra en la zona del estadio olímpico. Pues es posible pero la verdad es que no me preocupa demasiado.

Ahora escucho en la radio lo que se ha hecho mal, lo malos que son todos, las culpas de los políticos, etcétera, etcétera y al final todos a lo mismo, al quítate tú para ponerme yo. Una mierda. Yo quiero decir lo que me parecen las olimpiadas y los mundiales de fútbol: me parecen una cosa asquerosa, un cuento para niños y un camelo.

La elección de la sede consiste en hacer la pelota y sobornar a una serie de sátrapas a los que no se sabe quién ha puesto ahí porque desde luego los ciudadanos no los hemos elegido, que se pasan la vida paseando por el mundo y recibiendo lisonjas y agasajos y pretendiendo expandir un espíritu que no existe ni por el forro. Bueno, existe quizás entre los que compiten pero desde luego no entre los que organizan, eligen y cobran. ¿No le dieron una olimpiada a Pekín? La capital de un país que es una dictadura asquerosa, que masacra a sus ciudadanos, que no respeta una mierda los derechos humanos. ¿Por qué a Pekín? Pues obviamente porque tuvo más mano en sobornar y coaccionar a los electores misteriosos.

¿Y el fútbol? ¿Dónde va el fútbol? A un país árabe, donde las mujeres no pueden ver los partidos porque es pecado (a parte de todo lo demás que no pueden hacer por la misma razón y a la que proteste se la lapida y arreando). Todo un asquito.

Claro que es un juego que los españoles deberíamos jugar mejor a ese juego de las elecciones a dedo aunque para mi que se han repartido las partidas para sobornos entre los delegados que representaban al país y claro, no había con qué untar a los electores. Me han contado que al parecer la delegación japonesa eran 100 personas y la nuestra 180, creo que la cosa es bastante explícita per se.

En fin, espero, seguramente soy un iluso, que esta nueva negativa haga que de una vez los españolitos nos pongamos a trabajar en cosas serias, sólidas y duraderas, que nos den fondo y sustancia y largo recorrido por más que sean faltas de brillo y fanfarria. Que no hay industria más tonta y prescindible que la de los fuegos artificiales, que parece ser nuestra especialidad. A ver si es posible que tanto esfuerzo e ilusión se re-dirijan a una labor y a una planificación adecuadas de las cosas que nos hacen falta y nos bajamos de una puñetera vez de este carro del honorabilis inceptor en el que estamos y que lo único que nos deja son ruinas como la Isla de la Cartuja o la famosa exposición de Zaragoza.


La hemos cagao/We shitted on (es que es bilingüe ella)

viernes, 6 de septiembre de 2013

El estrecho de Ormuz

La precipitada marcha de Rubén hacia Ormuz fue básicamente un gran fastidio para Susana. Se quedó sola en Madrid con los niños metidos en casa por las vacaciones y con tantísimo compromiso social. Definitivamente no tenía la más mínima intención de parar por Tarazona, sólo faltaría y en cuanto a lo del esquí, bueno, estaba por ver. Si el capullo de Rubén no volvía a tiempo intentaría convencer a Esther de que se fuese con ellos. Por otra parte igual era una buena ocasión para pasearse por Sevilla y pasar unos días con Carlos pero claro, quién se iba a creer una urgencia en sus proyectos de investigación. En fin, habría que meditarlo con calma... De todas formas, qué cosa más rara esto del barco intervenido en Ormuz. ¿A ver si este va a estar en alguna cosa...? ¡No, qué tontería! Rubén nunca. No digo yo que no haya tenido algún escarceo alguna vez, los hombres ya se sabe cómo son, pero un lío, Rubén un lío. No, definitivamente no.

- Hola Susana, feliz navidad. Saludó afectuosa Analía, la secretaria de Rubén, una mujer encantadora de cincuenta y muchos que era casi una amiga.- No, no sé nada de él, supongo que Rosa se habrá encargado de todo, yo estaba de vacaciones el 24. Lo más que te puedo decir es que se fue a París pero no sé a qué. ¿Y dices que no te ha llamado en tres días? Bueno si está por el Golfo es normal, allí lo del teléfono no es nada fácil.

No, no, yo no sé nada de barcos retenidos pero normalmente no me llega esa información hasta pasado un tiempo y ya te digo que en esas fechas andaba de vacaciones.

- Bueno, no importa - respondió Susana. Si da señal de vida o lo podéis localizar le dices que me he ido a esquiar con los niños y mi hermana si me haces el favor.

- Descuida que si hay ocasión yo se lo digo. Y no te preocupes que seguro que no pasa nada, ya te digo que en esa parte del mundo no es fácil comunicarse.

                                                         *****

Estaba tumbado boca arriba con un regusto agradable del sueño que se está transformando en vigilia. Entraba luz en la habitación pero era una luz suave, del cielo nublado de París. Se sentía relajado y descansado, con ganas de empezar un nuevo día y de seguir descubriendo la vida con Irina. Más allá del tiempo, más allá del bien y del mal, estaba acariciando el cielo con la punta de los dedos cuando sonó el teléfono. "Ni de coña lo cojo, estoy en Ormuz" pensó Rubén al escuchar la musiquilla y la insistente vibración sobre la mesilla de noche. El teléfono sonó y sonó durante medio minuto interminable hasta que entró el bendito contestador silenciando la urgencia. Un minuto más tarde volvía a sonar. Está vez sacó la mano de debajo del edredón y agarró el aparato maldito para ver de donde procedía tanta premura. ¡Joder, Analía! ¡Pero qué querrá esta pesada si sabe que estoy de vacaciones! Repetición de la jugada y un minuto más tarde Analía otra vez.

- Dime Analía, qué pasa, estoy de vacaciones.
- Rubén, querido, lo que hagas con tu mujer es asunto tuyo pero te agradecería que cuando lo hagas, sea de tal manera que no me toque a mi andarte tapando.
- ¿Pero de qué me hablas?
- Ha llamado tu mujer preguntando si sabía algo de ti y le he mentido como una bellaca así que haz el favor de llamarla. No sé con quien estás, ni dónde, ni me importa pero no me gusta que me hagas mentir y menos a Susana.
- Que sí Analía, que ahora la llamo.
- Rubén, estoy un poco mayor ya para estas tonterías. No me des la razón para hacerme callar. A la próxima le digo como localizarte, tú mismo.

                                                       *****

Irina entró en la habitación en ese momento. Llevaba un jersey por toda vestimenta que sin embargo le hacía aparecer a los ojos de Rubén como la más bella princesa jamás vestida. Irina era preciosa, tan alta, tan estilizada, con aquellas piernas larguísimas y esa melena rubia y lacia. Tenía la mirada dulce, con aquellos ojos rabiosamente azules que se complementaban de maravilla con sus labios carnosos. Irina era guapísima y aquella mañana más.

- He preparado café, ¿te apetece?
- De ti me apetece todo, contestó Rubén incorporándose en la cama.
- ¿Quien era?
- Nada, de Madrid, de la oficina, que no pueden vivir sin mi.
- ¿Pero no era que estabas de vacaciones? En París nos respetan mucho más.
- Ya, pero es que aquí hay menos paro.


                                                        *****

El encuentro en el café de L'Envol el día de navidad había sido glorioso. Se abrazaron, se besaron, se cogieron de la mano. Era increíble estar allí juntos. Juntos y abrazados salieron de L'Envol Québécois y se metieron en el coche de ella que condujo hasta el Sofitel de la Rue des Anglais donde Rubén paraba habitualmente en sus desplazamientos a la ciudad. A duras penas aguantaron el tiempo mínimo imprescindible para hacer el check-in, llegar a la habitación y abalanzarse el uno contra el otro y hacer el amor con auténtica desesperación al principio y con absoluta delectación al cabo de un rato. Así, sin preguntas, transcurrió la primera noche en París. Horas mágicas en las que sólo ellos dos existían, tregua que el mundo les daba brindándoles la oportunidad de ser otros, de no conocer a nadie, de no tener ni pasado ni futuro. Al fin y al cabo, una forma de felicidad.

Al día siguiente Irina se fue a arreglar algunos asuntos y Raúl llamó a su casa para explicar que definitivamente tenían una carga bloqueada en el paso de Ormuz y que salía hacia allá en unas horas. Que procuraría llamar pero que no prometía nada, "ya sabes que desde allí está complicado Susi, que para los ayatolás esto del teléfono está bastante próximo al pecado".

- ¿Tienes idea de si podrás volver para lo de Baqueira?

- Ni idea mi amor, estoy a expensas de los líderes religiosos y su predisposición a aceptar una propina que habrá que negociar.

- Bueno, pues nada. A ver si mi hermana se viene, si no lo cancelo.

- Pues como tú quieras. Mira, si vuelvo antes de que terminen las vacaciones nos podemos ir a ver a mis padres unos días. Ya sabes que a los niños les gusta el pueblo.

- ¡Sí hombre, lo que me faltaba a mí! Ni hablar, si vuelves a tiempo nos quedamos en Madrid. O mejor dicho, te quedas en Madrid con tus hijos y yo me voy a Sevilla a visitar a mis colegas que los tengo un poco dejados.

- Bueno, lo que tú digas. Un beso.


Al cabo de un par de horas Irina apareció comunicándole que se iban, que había recuperado su apartamento de soltera y que no se iban a quedar en un hotel toda la vida, así es que sin más dejaron el Sofitel y se dirigieron al apartamento del número 71 de la Avenue de Choisy en el que Rubén tardó no más de tres horas en olvidarse de quien era.


El estrecho de Ormuz