Vistas de página en total

martes, 24 de diciembre de 2013

Concierto de navidad

Libre de obligaciones y sin saber muy bien qué hacer con el tiempo de mi vida decidí aquella tarde salir a ver qué se me ofrecía. Tras una sesión de ejercicio que me había reconciliado con el mundo de la testosterona y una ducha larga y caliente me sequé con brusquedad, me perfumé con generosidad y me coloqué estratégicamente el pelo para aparentar lo que no hay; el agua calcárea de la ciudad jugaba en mi equipo. Tras vestirme con estudiado desaliño y tomarme mi tiempo para calzarme salí a comerme la ciudad. Los tres días sin ver una cuchilla de afeitar contribuían al look falso-guarrete que había elegido. Me sentía guapo y salí a la calle con paso firme. Decidí en primer lugar dar una vuelta por la Plaza de san Pedro. Es curioso lo que aparece en la ciudad cuando quitas los miles y miles de turistas que la pueblan. La plaza estaba despejada siendo lo más destacado un grupo de orientales, supongo que coreanos, que se hacían fotos todos juntos y que eran dirigidos por un guía que cantaba con buena voz. Los orientales son raros, parecen de otro planeta.

Sin mucho donde rascar en las pedanías de la Santa Sede orienté mis pasos hacia el centro. No sé, quizás alguna turista francesa o alemana con ganas de tener un viaje original me diese carrete. Incluso alguna de las miles de americanas que deambulan por la Ciudad Eterna podría alegrarme la tarde. Llegados a la Piazza Navona, indecente e infumable por la multitud de casetas del abominable mercado navideño, me pidió el cuerpo una cerveza. ¿Por qué no? Con esta pinta seguro que quedo bien interesante sentadito en un café. Dicho y hecho, al Antico Caffe de la Pace donde me hice servir una birra rossa, que es la única cerveza decente que se fabrica industrialmente en este país. Las camareras son muy monas y muy solícitas. Incluso muy extranjeras pero les pasa lo que a todas las camareras, están trabajando y sólo piensan en salir: tú eres la clientela, punto.

Cazzo di Daniela! ¡Con lo poco que me apetece salir! ¿En qué hora le diría yo que sí? Los domingos son para quedarse tirada en casa, no para andar por ahí. En fin... ¿Que coño me pongo? A ver, para ir de concierto igual un poco fina pero oye, que tampoco es una cosa tan seria ¿no? Total es una parroquia de barrio. Pues sí mira, estos vaqueros que están muy apañados. Y los botines marrones. Son un poco antiguos pero me gustan y son cómodos, total, concierto y vuelta a casa, no necesito más. Mañana se trabaja, no hay que trasnochar. ¿Dónde estaba este maldito sitio? ¿En Monteverde Vecchio? A ver si lo encuentro. ¿Hay por ahí donde dejar el coche? Este perfume va bien, sí es así fresquito. ¿Una rayita en el ojo? Parroquia de... de... Sí, sí, me acuerdo, de María Regina, eso es, Maria Regina Pace, cerca del Viale dei Quatri Venti. Anda que también vaya sitio, ya se podían haber ido al centro. ¡Ay Daniela! Esta me la vas a pagar.

A) Me aburro ciento. B) Me estoy meando. Creo que voy a proceder en orden inverso, un pis y a la calle. Me parece que no está de Dios que haga yo amistades hoy. En fin, una passegiata no me la quita nadie, es lo bueno de esta ciudad, que tiene una passegiata de puta madre. Tengo un poco de hambre pero me da un perezón de muerte comer sólo. ¿Alguna donna para cenar conmigo? Estaría gracioso gritarlo en voz alta. Lo mismo alguna recogía el guante. Vaya usted a saber, si hay algo imprevisible en el mundo son las tías.

Ignoro cual es la relación que guarda la vejiga urinaria con el sistema nervioso central pero el caso es que vaciada aquella, se dota este de una renovada clarividencia.

- Esto es un absurdo. Lo más adecuado va a ser volverse a casa y enchufarse a una película. Además mañana se trabaja así que es tontería andar perdiendo el tiempo por aquí. Un taxi y a casa.

Apenas me había sentado en el taxi cuando me acordé de la convocatoria "Chiesa Regina Pacis", Piazza Pilo Rissolino. Sí, ¿por qué no? Un poquito de música clásica elevará el espíritu y además es algo fuera de lo habitual. ¡Venga! Le di al taxista la dirección y allí me dirigí.

- Daniela te mato. ¿Pero cómo que no puedes venir?
- De verdad que lo siento pero es que le ha subido muchísimo la fiebre a Lorenzo y no quiero dejarlo solo.
- ¿Pero cómo que solo Daniela? ¿No está su padre con él? Bueno mira, lo que digas. Es tu familia, tú sabrás.

Es indignante ¿qué necesidad tenía yo de venir aquí a escuchar a Vivaldi con lo bien que estaba en mi casa? La mato, mañana la mato directamente. Qué coñazo sola en el concierto dei coglioni. Estoy por volverme. En fin, ya que estoy aquí me sentaré un ratito a escuchar a Vivaldi. 

¡Coño, como está la iglesia de concurrida! A ver si encuentro un asiento libre. ¿Aquí? ¡Ah! ocupado, gracias. ¿A ver este? Que ahora vienen, sí, sí, perdone, muchas gracias, joder con Vivaldi, qué poder de convocatoria. A ver si al lado de ese individuo ¿Está ocupado? ¿No? Pues muchas gracias. Hala, a escuchar la música de Vivaldi.

Qué apañados estos romanos con sus conciertos. ¿Y quién pagará todo esto? Porque el local será gratis pero todo lo demás tiene un coste.

- ¿Perdón? ¿Ocupado? No, no, por favor, siéntese.

- Pues no está nada mal la morena ¿de dónde habrá salido?

La orquesta comenzó a tocar. Como no tengo costumbre todo me pareció muy agradable y muy bien hecho, un disfrute para los sentidos. De vez en cuando me dejaba llevar por aquella música genial cuyos autores llevan años fuera de circulación y sin embargo todavía son capaces de transmitirnos sensaciones, esas cosas mágicas que tienen la vida y la inmortalidad. El público era en buena parte familiar y había unos cuantos niños. Los niños italianos suelen estar un poco más mimados que el promedio europeo por lo que tienen una marcada tendencia a hacer lo que les parece.

La morena de mi derecha y yo cambiamos alguna mirada cómplice por cuenta de los infantes aulladores. Muy atractiva la morena, sí señor. Entre obra y obra entablamos una breve conversación sobre el comportamiento lamentable de los infantes presentes.

Pues no tiene mala pinta el tipo este de mi izquierda. Y huele bien ¿qué colonia usa? Bien afeitado debe ganar bastante.

- Sí, sí, muy mal educados. Son los padres que les dejan hacer de todo.

- No eres italiano ¿verdad? Bueno, no lo hablas tan mal pero se nota sí.

- ¿Qué dice el programa que viene ahora?

Qué mono este chico...

El concierto terminó y la sala se llenó de aplausos que condujeron a dos bises. Siempre me ha resultado curioso esto de los bises ensayados, se me antoja complicado para una orquesta con coro.

Ahora o nunca me dije, tengo que decirle algo o se me escapa.

- ¿Te apetece un café? pregunté.
- Un café y algo un poco más complicado también. ¡Me muero de hambre!

Entonces me tendió la mano con una sonrisa, pronunciando su nombre "Alessandra" y en ese momento me di cuenta de que al final, después de todo, igual cenaba gacela esa noche.


El concierto me encantó

domingo, 8 de diciembre de 2013

Liberales


http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/12/07/madrid/1386434614_497436.html 

 Me imagino que lo habréis leído pero si no ahí queda. Es un bonito ejemplo de lo que nuestros entrañables "liberales" del PP entienden por buena gestión. Por lo que puedo interpretar esta consiste básicamente en el hecho naif de pensar un deseo y dar por hecho que se cumple, me explico. El gobierno liberal del liberal sucesor de la liberal Esperanza Aguirre, el muy liberal Ignacio González, desea ahorrar nada menos que 36 millones en limpiar la ropa de los hospitales. Para ello contrata una empresa privada y le dice que si quiere el bisnes le tiene que limpiar la ropa de hospital por euros X, que son los 36 millones menos que se quiere ahorrar. Limpiomuch SA acepta el trato y para que aquello le salga bien rentable decide soltar un ultimátum a sus trabajadores según el cual pueden aceptar una rebaja salarial cercana al 50% de sus sueldazos mileuristas o irse al puto paro. 24 horas les dan para madurar la decisión.

De resultas de la maniobra hay una parte de los trabajadores que se van porque hacen cuentas y perdiendo el trabajo pasan de cobrar 1100 a 950, por ejemplo. En este caso el ahorro liberal se va directamente a las contribuciones, impuestos y tasas que paga la ciudadanía que deberán cubrir la percepción de estos nuevos desempleados. Un ahorro cojonudo. 

Otra parte de trabajadores piensa que estando en la cincuentena y con su curriculum desprovisto de conocimientos de idiomas e ingeniería es francamente difícil que les vuelvan a contratar en ningún sitio con lo que tragan con la rebaja. Estos son los que van a dejar de pagar impuestos, van a pasar frío, van a dejar de ir al dentista, van a tener hijos malnutridos y con un poquito de suerte van a ser desahuciados. De que los hijos estudien en la universidad ya ni hablamos. Lo mismo que el primer grupo pero en cámara lenta. El maravilloso ahorro liberal se va a gastar esta vez en tribunales porque a combatir el hambre y el frío ya les ayudará Cáritas o alguna otra organización de esas que al estado no le cuestan.

Pues eso, que así es como ahorran y gestionan nuestros liberales, que no ahorran una mierda y que gestionan como el culo. Probablemente organizar bien el trabajo, asignar correctamente los recursos, eliminar asesores y reducir la administración en general son cosas más de estalinistas y por eso ellos, que son liberales, no las hacen. Ellos defienden la marca España esa, que cada vez da más lastimica verla.

Este, que además de liberal debe ser idiota, dice que se está cargando la cúpula de Hacienda porque son socialistas. Como no soy abogado no sé si eso en España es delito pero debería serlo si no lo es. Me refiero a lo de cesarle a uno por sus ideas políticas.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Gacelas

Cuando corro soy un león. Un león viejo, con la melena rala, pesado, lento, a duras penas mantengo la carrera. Me distraigo mirando las gacelas que pasan cerca de mi. Van ligeras y muestran la despreocupación de quien se sabe inalcanzable...

Hoy he caído en la cuenta de que estoy en el tercio de población humana más vieja del planeta ¿no es un poco inquietante?


Otra vez la lotería de navidad

He estado en Madrid. Como cuando era inmigrante antes. Me he pasado 3,60 días, más o menos, y no he parado. Sobre todo he comido y he bebido muchísimo, en 3,60 días he cometido más excesos que en el resto del mes pero bueno, ya me regresé y ya es todo normal. Además de cometer excesos me gasté unos dineritos. Básicamente en ropa que en Madrid es por lo menos un 30% más barata que en Roma. También hice recados. Me habían encargado comprar lotería de navidad y yo que siempre he sido muy bien mandado lo hice. Dos de esas secciones que si no me equivoco se designan como "décimos" y que por lo visto puedes llegar a ganar hasta 300.000 eurazos si te toca el premio mayor con una paupérrima inversión de sólo 20 euros por papelina. Visto así es un negocio redondo. La lotería de navidad es, por lo que tengo visto y entendido, una tradición en nuestro país y forma parte del manidísimo espíritu navideño. La navidad consiste en atascos, comilonas, compras desaforadas, Cortilandia, su poquito de vandalismo callejero, la lotería y, como no, criticar el espíritu navideño como estoy haciendo yo ahora mismo. Que no se diga que no respeto las tradiciones.

Yo no tengo hábito de comprar lotería. En la casa familiar, la de la familia de la que procedo, no se hacía y ya cuando he andado por libre pues nunca he comprado loterías más que aquella que te ponían en el trabajo y no siempre. Entonces me decían que si luego tocaba y yo no había comprado iba a sufrir y nadie se creía que yo no jugaba, todos pensaban que jugaba "a que no toca" que es a lo que suelen jugar quienes dicen que no juegan a la lotería. De hecho una vez tocó un premio menor, yo no llevaba y me resultó bastante indiferente.

El caso es que en casa de mi santa sí que la compran. No lo censuro, eh, me parece muy bien. Es parte del espíritu festivo y disfrutar de las fiestas y alegrías es una cosa muy positiva y muy buena siempre que no sea a costa de maltratar a nadie como es el caso. Ellos siguen una estrategia que consiste en que se compran dos décimos, uno para consumo propio y otra para repartir en familia y a mi me comisionaron para comprar los dos décimos de P, cosa que hice con éxito en El Corte Inglés que tiene de todo. Ojo, los pagué en efectivo porque jugar a crédito me parece un exceso de todo punto. 40 euracos en dos pedacitos de papel cuyo diseño encima no vale un comino. En fin, si con eso se gana en felicidad y armonía bien gastados están y si encima me transforman en esposo de mujer rica ya ni te cuento aunque la probabilidad de que esto llegue a ocurrir es francamente baja.

Me he estado preguntando el por qué de mi aversión a la lotería, a la de navidad y a todas en general. Esta aversión se hace extensiva también a las quinielas y demás juegos de azar patrocinados por el estado. Los demás, los de casino y eso, me resultan más bien indiferentes aunque no seré yo el que se arruine en una mesa de ruleta o similar. Creo que ya sé que es lo que me molesta de la lotería.

La lotería es la solución mágica de los problemas. Efectivamente el dinero abre muchas puertas y resuelve muchas situaciones. Este de la lotería es dinero que cae mágicamente y sin esfuerzo sobre los individuos y resuelve situaciones particulares sin más. Muchos individuos porfiando por ganar ese premio que resuelva sus asuntos sin corregir lo que está mal es lo que significan loterías y quinielas. Una solución mágica, gratis, sin esfuerzo y sin riesgo, la antítesis de la justicia y del bien hacer que es en mi humilde opinión la revolución pendiente. Serán manías mías pero encuentro algo censurable en todo ello. Para colmo y por algún motivo encuentro esto de la lotería relacionado de alguna manera con la necesidad que tienen muchos compatriotas (y no solo compatriotas) de tener una figura gobernante que es justa por definición, que está por encima del bien y del mal y de las elecciones, que es permanente e incuestionable, lo que viene siendo un rey, vaya.

En fin, que ni la lotería creo que vaya a mejorar la vida de casi nadie ni que los reyes sean necesarios pero bueno, aquí estamos. Feliz navidad.


domingo, 3 de noviembre de 2013

De comilonas varias

Estoy haciendo el italiano desde hace un par de días lo que básicamente consiste en comer y beber. Yo llevaba una temporada muy virtuoso, a saber, me levanto temprano, duermo un número razonable de horas, hago bastante ejercicio, como con mucha moderación y le doy al drinking lo menos posible, procurando reducirlo al fin de semana. Esta actitud tan espartana me ha generado algunos beneficios entre los cuales el más destacable es que el cinturón que utilizo ha pasado de ajustarme en el agujero 3 a hacerlo en el 5. Llevo en este plan unos dos meses pero esta semana me han destrozado las circunstancias. Cuento.

Yo trabajo en un proyecto que es internacional en el sentido de que somos italianos trabajando con alemanes y americanos, todo a la vez. Una de las empresas que están en esta historia la lleva un alemán que tiene una oficina en Londres, otra en Basilea y un laboratorio en San José-California. Cada cierto tiempo nos juntamos y hacemos unas reuniones sesudas que siempre van acompañadas de un sección lúdica que dada la idiosincrasia de mi jefe que es quien paga la cuenta (por delegación, no es su pasta) consiste básicamente en comer mucho y beber más. La cosa empezó el martes por la noche con la llegada del grupo anglo-americano. El primero en aparecer fue un tal Tom, un individuo al que básicamente conozco de las teleconferencias, con una entonación marcadamente nasal que habla como un cow-boy. Tom venía directamente de San Francisco y el hecho del viaje sumado a la diferencia horaria lo tenía destrozado con que a las cinco de la tarde ya estaba dando la lata para vernos, cosa que no consiguió hasta las seis y media, cuando mi jefe y yo llegamos al hotel. Como el pobre Tom estaba cansado no quería esperar al resto de la comitiva así que mi jefe, que cuando está sobrio es amable, le ofreció cenar y que nosotros le acompañábamos tomando un vino. Dicho y hecho, un vino y un “antipastou ma noun troppou aboundantei, per favore” (es que mi jefe es inglés y pronuncia el italiano fatal). El antipastou noun troppo aboundantei me pareció suficiente para saciar una bandera de legionarios recién venidos de unas maniobras en el Cerro Muriano pero bueno, ahí quedó la cosa. A eso de las nueve de la noche apareció el grueso de la tropa compuesto por una florentina, Cecilia (se dice Chechilia, N del A), un listillo de Gales que atiende por Jon y dos recientes adquisiciones de la compañía, una irlandesa que vive en Seattle y se llama Carmel y una pava que no sé de que parte de los USA es, que vive al parecer en Londres y que se llama Julia (Yulia). Julia y Carmel solicitaron cinco minutos para dejar el equipaje en la habitación. Al cabo de 15 apareció la tal Julia con un vestidito cortísimo y unos tacones altísimos. Bueno, no es que los demás fuésemos hechos unos gañanes, salvo el galés que es así, pero me pareció excesivo. Diez minutos después, es decir tras veinticinco de espera, apareció la otra con un atuendo mucho más normal. De esta guisa acabamos en nuestra segunda cena que consistió en otro antipastou nou troppo aboindantei y un muestrario  de tres tipos de pasta, todos deliciosos y grasientos a partes iguales, todo ello acompañado de abundante vino de la zona que procuré no degustar en exceso porque después tocaba Pontina y me he propuesto vivir al menos un año más. Me llamó la atención que esta Julia, a la que presumo doctorada en alguna disciplina científica, pasó la velada deshaciéndose en lisonjas con el galés, que presumo es su jefe, y con el mío, que la pobre no se debe haber dado cuenta de que es absolutamente resistente a los encantos femeninos y hasta aquí puedo leer. Tras la noche gloriosa retorné sin más a mi casa.

Al día siguiente tuvimos una sesión multitudinaria que se interrumpió con los consabidos “coffee break” y con una comida “VIP” en la que me habían incluido. La comida VIP constaba de antipastou abondantei, rissotou e carni e per finire un poucou di frutta. Te cagas.

A media digestión estábamos cuando tuvimos que coger un tren con rumbo a Florencia a donde debíamos llegar con hora porque, como no, había una mesa reservada en un restaurante. Ha sido la cena más gloriosa a la que he asistido desde que estoy en Italia.


El día se había dado bien y no teníamos que conducir así que el vino empezó a correr a raudales desde el primer momento. Calculo que mi jefe, sentadito a mi izquierda, se debió trasegar el solito litro y medio de chianti por lo menos. Enfrente de mi se sentaba la tal Julia que, enfundada en otro vestidito corto y provista de tacones de aguja se trabajaba denodadamente al galés quien a su vez hablaba insistentemente con mi colega y futura consuegra Mónica B. Hablaba única y exclusivamente de ciencia porque es un tipo que parece no entender de ninguna otra cosa en absoluto y además no le gusta el fútbol. Las tías no sé si le gustan, está casado y tiene hijos pero a esta no le hacía ni caso por más que ella progresaba físicamente sobre él impulsada por los copazos de chianti. La tal Julia ha despertado la curiosidad de mis dos futuras consuegras, la mencionada Mónica B y Annamaria, que en una sesión de destilación de veneno decidieron que la chica en cuestión ha viajado a Italia en calidad de “Acompagniatricce” (acompañatriche se pronuncia). Cuando me lo dijeron me dio un ataque de risa y el caso es que le va perfecto a la muchacha, que anda siempre con vestiditos y taconazos y a quien no le he escuchado una sola palabra de ciencia hasta el momento pero la veo continuamente asaltando a aquellos varones que ella juzga importantes.

Por su parte mi jefe que tiene un vino nacionalista se puso a buscar pelea tras el segundo copazo de Chianti. Siendo inglés y provocador es relativamente fácil encontrar a quien ofender y en esta ocasión cayó en su red la incauta irlandesa. Es sabido que los irlandeses no son precisamente gente recatada en cuestiones de alcohol y esta no era una excepción así es que el inglés y la irlandesa tardaron poco en enzarzarse en una discusión en la que lo más suave que se decía de los ingleses era "mal nacidos hijos de puta" y lo más delicado respecto a los irlandeses era algo así como "inútiles borrachos y cobardes". Cuanto más progresaba el debate más se encendía la irlandesa y más se descojonaba el inglés. Entre ellos se ubicaba un italiano con cara de poker que de vez en cuando nos imploraba ayuda con la mirada. El momento culminante de la cena tuvo lugar cuando el inglés descubrió que la irlandesa cumplía años ese día. Ante tal acontecimiento el inglés no pudo dejar de montar un coro que le cantase a la otra el "Cumpleaños Feliz" en varios idiomas simultáneamente, a saber inglés, español, alemán y gaélico. Luego ya él mismo se fue calentando y se marcó unos solos en un notable registro de contratenor que le granjeó las simpatías de todos los florentinos del restaurante a juzgar por las miradas que le lanzaban. Agotado el tema onomástico se me volvió a mi y me dijo que en adelante debería acabar mis intervenciones con un "oulei salute". Me llevó un rato entender que quería decir "olé salud" que es como a los ingleses ebrios les parece que se deben rematar los parlamentos en correcto español. A todo esto la "acompagnatricce" continuaba enroscada al galés a quién la sobredosis de Chianti si bien le nublaba la mirada, no le facultaba ni para insultar a los italianos ni para meter mano a la acompagnatricce. Yo he decir que bebí con mucha moderación porque aparte de que me sientan mal los excesos, no me gusta cogérmela si no es con gente de confianza y estos no lo eran. Para acompañar el Chianti una ligera colación consistente en antipastou aboundantei, risoutou, pasta, carni asada, un pocou de dolche e frutta, todo muy ligerito, ideal antes de irse a la cama.

A la mañana siguiente desayuné con mis comadres y futuras consuegras que habían aplicado el mismo principio que yo al consumo de chianti. Mónica B me dijo que se había cruzado a Andrew y que este le había espetado un "¿por qué me dejas beber tanto?". Poco más tarde me lo encontré a él que me aclaró que no necesitaba terminar mis intervenciones con un "oulei salute" lo cual le agradecí tras confesarle que de todas formas no me lo había tomado en serio.

Transcurrió el resto del día entre reuniones y abundante comida para finalmente regresar a Roma en uno de esos trenes que se llaman "Frecha Rossa" y que son como el hermano pobre de nuestro AVE. To mu bonico. Ya he retornado a mis hábitos saludables y he de confesar que me encuentro mucho mejor, dónde va a parar.


Me sigue gustando más el Matarromera pero reconozco que este no está mal

San Miniato y otras historias

Mis hijos tienen suerte. Particularmente mi hijo menor que es el varoncito. La suerte consiste en que sólo recientemente he descubierto a San Miniato que si esto me ocurre hace quince años le encasqueto el nombrecito seguro. Si Dios tiene a bien enviarme otro hijo le llamaré Miniato. Quizás un nombre compuesto como Miniato José o Gabriel Miniato, acaso un poquito pijo como digamos Miniato Luis. Puede que tradicional, antecedido por un nombre familiar: Salvador Miniato. O simplemente Miniato, así a secas o, por qué no, Miniato Aurelio para que empiece a llevar hostias a edad bien temprana y eso que los colegios ya no son lo que eran, ahora creo que en lugar de ponerse a parir por el nombre los chicos se hacen una cosa muy rara que se llama "moving" y que se hace con Internet y que por lo visto no se cura con un par de hostias bien dadas.

El caso es que descubrí a San Miniato como de casualidad y quedé prendado con el nombre. Como se debe hacer en estos caso me puse a indagar sobre San Miniato y qué queréis que os diga, es mucho más sencillo encontrar información sobre Chiara Petacci o el mismo payaso Fofó que de este mártir de la Iglesia. Pero como nada se resiste a la perseverancia y a la búsqueda en idiomas varios finalmente he conseguido saber quien era San Miniato. Tampoco es que se sepa mucho a decir verdad. Se sabe de seguro que vivía en la zona de Florencia, que le dieron boleta de forma poco gentil allá por el año 265 y que pertenecía a alguna comunidad cristiana establecida en la zona. Luego ya la cosa se confunde sobre si era un ermitaño, un príncipe armenio o un viajante de comercio de la misma región (Armenia). El caso es que andaba Miniato por Florencia cuando los romanos decidieron montar un guateque de esos que organizaban ellos de vez en cuando de cortar cabezas y crucificar y cosas de esas tan divertidas que al fin y al cabo eran como las que hacemos ahora pero con la sangre de verdad porque los muy burros no habían descubierto el cine y claro, todo era en directo. Pues eso, que agarraron los romanos a Miniato y le dieron matarile en forma de decapitación, no se sabe si con o sin tortura previa pero siendo mártir digamos que al pobre Miniato le hicieron de todo. Por lo visto, acabada la fiesta, Miniato se levantó, agarró su cabeza y se volvió andandito con ella bajo el brazo al Monte Florentius que actualmente y por razones obvias se llama Mote San Miniato, donde al parecer se alojaba. No hay más, no se sabe si Miniato se reimplantó la cabeza, si llegado allí se murió del todo o qué leches pasó. A mi como currículum de santo he de decir que me pone bastante, no tiene nada que envidiarle al de San Lorenzo que es otro de mis santos favoritos como recuerdo haber explicado en alguna ocasión.

Todo esto viene a cuento de que este encantador puente de Todos los Santos nos hemos ido de excursión familiar. Hemos estado en Toscana que es una región de Italia que básicamente empezó produciendo comida y consumiéndola después y que así sigue. En Toscana se cocina mucho y se come una barbaridad. Está todo muy rico. Tanta era la comida que tuvieron que montar unas industrias para conservarla y unas universidades para hacer médicos que les tratasen las indigestiones. También hacían guerras contra los españoles, los franceses, el papa (siempre que el papa no fuese familia del señor duque, claro) y contra otros vecinos de la península. Así, además se veían en la tesitura de construir fortalezas y murallas para zurrarse la badana bien con propios y extraños pero ni aún así conseguían que se acabase la comida y tener una buenas miserias y hambrunas que era lo que se llevaba en Europa en aquel tiempo. Los muy tontos, en lugar de gastárselo en montar un imperio como hacíamos otros y no sabiendo ya en qué invertir, se pusieron a comprar arte contemporáneo. Así todos los artistillas y aspirantes de la época acudieron a Florencia, capital de la Toscana, como moscas a la miel y todo se llenó de pinturas absurdas con una cosa aberrante que se llamaba perspectiva, de esculturas de gente en pelotas y de edificios ultramodernos que les dio por forrar con mármol de colores que era una cosa que hacía daño a los ojos. Particularmente sonado un tal Buonarotti, que empezó muy jovencito y al final el tipo montó un estudio tremendo que trabajaba para todos los señoritos de la época. Muy célebre la discusión que tuvo con uno de sus propios, un jefe de turno, que terminó en el celebrado "¡Por mis cojones te digo que las manos de este David están bien proporcionadas y no quiero escuchar una palabra más de este asunto! ¡Hostias ya!" Y así fue que se llenó tantísimo de esculturas y artes varios todo aquello que hasta un techado han tenido que poner a la puerta del palacio del duque para dejarlas allí en la calle sin que se echen a perder.

Pues eso, que he estado paseando por Florencia que es muy hermoso. Mucho más recogido y más limpio que Roma, dónde va a parar. Y la gente mucho más civilizada, no hay motos locas ni conductores suicidas. Yo voy bastante por Florencia pero voy a trabajar así es que mi mundo florentino se reduce a la estación de Campo di Marte, la estación de Santa María Novella, el hotel Roma y el curioso complejo industrial de Menarini. Es curioso porque esto como que era "el taller" que lo pusieron en las afueras a principios del siglo XX. Ahora "el taller" es un complejo industrial de cinco o seis edificios, donde trabajan como mil personas si no más, ubicado en mitad de la ciudad que lo ha rodeado. Por supuesto mover todo aquello a un lugar cómodo y seguro, de esos que se llaman polígonos industriales, es algo que ni se plantea. Aunque sean florentinos no dejan de ser italianos.

También he estado en Siena que es una ciudad que se llama igual que una heladería italiana que hay en la calle Narváez de Madrid, casi esquina con la calle Ibiza. Siena es un sitio muy hermoso, lleno de edificios medievales y con una catedral grande y suntuosa. En Siena hacen un San Fermín parecido a lo de Pamplona pero que lo hacen con caballos en lugar de hacerlo con toros bravos. La falta de cuernos no impide que sea una bestialidad comparable. La cosa consiste en que montan una pista de carreras de caballos a base de echar albero por un paseo cerrado que tienen allí en la plaza del pueblo. Luego los mozos se suben "a pelo" en los caballos y a toque de clarín salen galopando como desesperados por el albero y entonces se comportan como auténticos motoristas napolitanos, lo que contrasta con la pompa y la exhibición de colorines y usos medievales que precede al evento. Lo importante es que el caballo entre primero, si lo hace con el mozo a cuestas bien, si lo hace sólo gana igual y los trozos del mozo ya aparecerán, no preocuparse. La verdad es que uno piensa que una carrera de caballos no es para tanto pero si ves la pista la observación es "¿y por aquí se lanzan estos tipos a galope tendido? Madre de Dios". Para colmo la disputa es entre vecinos de los barrios de Siena lo cual le da a todo ese regustillo de guerra civil que tanto nos complace a los latinos y por si fuera poco, nadie suele morir, lo que es tan del gusto de los italianos.

El viaje bien. A la ida tomamos el camino de la Via Salaria, que es la que se dirige a Florencia. Como quiera que al cabo de tres horas habíamos recorrido kilómetros treinta y seis nos dimos media vuelta y la emprendimos con al Via Aurelia que va pegadita a la costa y no tiene atascos. Parece ser que el atasco de la Salaria era continuo y que cubría los 248 Km que median de Roma a Florencia. Vista la experiencia decidimos regresar por el mismo camino con una parada en un pueblo que si no fuese por el nombre no valdría gran cosa porque es feo como Benidorm. El pueblo se llama Follonica, que tiene un punto. Es que los italianos tienen palabras mu graciosas y no lo saben, como por ejemplo la cebolla. Los italianos escriben "cipolla". Claro, yo la primera vez que leí lo de la cipolla me partí el pecho de la risa, soy así de simple, pero luego ya me enteré que ellos la llaman "chipola" y claro, se pierde toda la gracia.

En fin, nada como viajar para ver cosas originales.


Aquí un icono de San Miniato. Obsérvese qué regio y señorial. En las viñetas laterales se ve el martirio del pobre Miniato. 

sábado, 19 de octubre de 2013

Chulería

Poquito a poco me voy familiarizando con las cosas de los italianos. Es una situación engañosa porque vivimos en la creencia de que somos muy parecidos los italianos y los españoles y no es verdad. O no tanto. Sí que tenemos unos elementos culturales comunes pero en lo que más nos asemejamos es en la miseria que hemos tenido que sufrir unos y otros en los últimos tiempos. Por lo demás yo encuentro diferencias grandes. Para empezar, los españoles somos un pueblo guerrero y los italianos no. Los italianos están dispuestos a hacerse matar defendiendo el terruño si no hay más remedio pero las aventuras imperiales no son para ellos. Esto explica sin duda su reputación de "poco valientes" que se ganaron a pulso durante el siglo XX. En España era muy notable la jacaranda que despertaba las palizas que el miserable mal-pertrechado ejército republicano les daba a las flamantes unidades militares que Mussolini envió a ayudar a Franco. Muy italiano él, Mussolini quiso ser más que el primo Adolfito y si aquel había enviado unos aviones y unos cuantos especialistas, don Benito envió una cantidad exagerada de soldados y material e incluso a su mismísmo yerno, el Conde Ciano a dirigir el cotarro, a explicar a Franco cómo se hacen las cosas y a recordarle que el que paga manda. Con lo que no contaba el líder fascista era con los italianos propiamente, es decir, los que tenían que pegar los tiros. Yo ahora que los voy conociendo me los puedo imaginar, aquella gente preocupada por el punto de cocción de los espaguetis de repente verse frente a una panda de pirados fanáticos con esa sed de sangre milenaria debía preguntarse inmediatamente qué coño estaban haciendo allí y ante la respuesta la única opción sensata era echar a correr en sentido contrario a aquel del que procedían los locos furiosos que los querían hacer mondongo.

Los italianos no son gente valiente, no, ahora chulos un rato. La cosa que más manifiesta la chulería italiana es el manejo de los vehículos. Yo ya he mencionado mi camino al trabajo, la Vía Pontina. Esta carretera tiene fama de ser una de las más peligrosas de Italia y es cierto, de día es chungo pero ya de noche es una película de terror. Mi camino de la Pontina lo tengo clasificado en sectores: Pomezia mortal, Pinares de la Muerte, Curvas del Último Destino, Paralelas de la Desesperación, La Incorporación del Último Aliento y Pontina Brava. Todo esto aúna un trazado horroroso, un sinfín de baches y lo peor de lo peor, los conductores italianos. Todos circulan a más velocidad de la permitida, los camiones adelantan en curvas sin pensárselo, hay gente que circula sin luces, nadie usa los intermitentes o los usan al revés o circulan a toda velocidad con las luces de emergencia puestas en fin que se comportan como si no hubiese un mañana. Eso sí, si uno te hace una picia y reaccionas a la española, es decir, te paras a su altura y amablemente le preguntas que es lo que le pasa a su puta madre, no te responden jamás, se van, se diluyen y te ceden el paso y lo que haga falta. Y es que a los italianos que son gente en general amable y agradable es ponerlos en un vehículo y se trasmutan. Da igual camión, coche o ciclomotor, es más, tu pones un italianito pequeñito en un triciclo y pasa de niño dulce a pequeño cabrito asesino, rápidamente va a coger carrerilla y cortarte el paso con la machinetta.

En el Janiculo, un monte ideal desde el que se ve todo el centro de Roma y que está lleno de referencias a Garibaldi y la unificación de Italia porque desde allí se zurraron la badana los garibaldinos con los franchus que defendían el poder temporal de Santo Padre León IX, (pelea que perdieron para variar) hay una escultura de un tal Angelo Brunetti, alias Cicerauccio, fusilado junto a sus hijos por los siempre amables austriacos. En la escultura Cicerauccio está siendo fusilado y está sacando pecho y apartándose la camisa en lo que podría parecer un gesto de valor sin límites. Sin embargo yo creo que esto no es así, Angelo Brunetti era italiano, no es valor, es auténtica y genuina chulería.


Atentos al detalle de abrirse la camisa en un decir "¡Aquí, capullos, disparad aquí!"



Cuestión de estética

El otro día me comentó P que los italianos se depilan las cejas y que se hacen una depilación que les da una forma así como de aviesos y malotes. Yo di una respuesta de circunstancia porque realmente soy mucho más dado a dispensar mi atención a los escotes de las italianas que a las cejas de los italianos, cosas de la vida, pero a raíz de la observación me propuse fijarme un rato en un hecho tan singular. La cosa del malote no la pude apreciar pero efectivamente, me quedó la impresión de que los italianos en notable cantidad se depilan las cejas. Imagino que lo hagan a golpe de pinza lo cual tiene su mérito porque duele un huevo. Como unas cosas llevan a otras he estado atento a la estética de la italianidad en general y como en todas partes, hay un poco de todo aunque los italianos tienen una tendencia generalizada a ir apañaditos. No tanto como hace unos años, que venías a Roma y esto era como un pase de modelos en sesión continua, ahora ya no, se va notando la globalización de la moda y la presencia de Zaras y afines pero en general los italianos van bien vestidos. Hay además un elemento muy interesante que yo agradezco infinito: ninguno huele mal. Esto es sin duda uno de los caracteres diferenciadores más importantes entre los europeos del norte y los del sur, uno se va a Alemania, Bélgica o Reino Unido y la gente apesta mientras que en España o Italia es raro encontrar gente a la que le cante el alerón.

Otra cosa que me está llamando la atención del atuendo italiano es lo dependiente del calendario que resulta. Ocurre que estamos disfrutando en estos días de una meteorología gloriosa, temperaturas suaves hasta 23 ó 25 grados durante el día con noches frescas que bajan hasta los 16. Ausencia de viento y días despejados alternados con algún episodio de lluvia para mantener el verde del paisaje. Vamos, que sábado estuve en la playa, no digo más. Sin embargo es otoño y los italianos han sacado a la calle la moda de otoño así es que los ves paseando con sus chaquetas, chaquetones e incluso alguno que anda con bufanda. Esto ya lo había visto yo hace años pero ahora lo he confirmado. En esta época se nos distingue bien a los turistas y a los romanos adoptivos (ese soy yo) porque vamos con camiseta. Algunos hasta el pantalón corto me llevan.

El centro estético por excelencia es el gimnasio. Ahora voy a unas horas muy extrañas en las que nos encontramos nada más que cuatro tarados a los que nos mueve únicamente retardar la obsolescencia pero cuando iba a horas más comunes, así como por la tarde, se veía más o menos lo que en todas partes: una buena parte de la clientela anda "marcando", mucho tipo de pecho depilado y esas cosas pero nada de particular o que no tenga visto de otras partes del mundo. Yo es que conozco gimnasios de España, Estados Unidos, Francia y Bélgica. Estos últimos eran terribles. Tengo uno que jamás olvidaré. Sala de pesas. En Bélgica el aire acondicionado es una cosa exótica con lo cual, al ser un día soleado de primavera, me tenían puestos unos ventiladores de grandes dimensiones. Jóvenes bien parecidos y chicas monas. Recuerdo desplazarme de un aparato a otro y pasar por detrás de una rubia angelical que hacía pesas bravamente. Alguien pensará "ahora este sátiro comentará algo de las formas de la chica", pues no, lo que recuerdo vivamente de la chica es que levantaba la pesa frente a un ventilador que arrancaba de ella una insoportable pestilencia a sudor rancio de la que no he conseguido olvidarme en estos años. En fin, eso aquí no pasa, otras cosas sí pero oler mal, no.


Así se quedaba uno en el gimnasio de los belgas



lunes, 30 de septiembre de 2013

Me salen pelos en las orejas

Estoy firmemente convencido de que cumplir años es algo bueno en sí mismo, intrínsecamente bueno, que diría algún redicho. Un amigo muy querido dejó de hacerlo hace 26 y todos le recordamos muy delgado, muy guapo y con pelo pero algo me dice que él, de haber podido elegir, hubiese preferido quedarse calvo y engordar algunos kilillos sólo por seguir en el tablero un rato más. Porca miseria.

Cumplir años, sin embargo, tiene también su lado chungo y es que uno tiene ocasión de asistir a la propia decadencia. Otro amigo, este sí que vive y goza de buena salud, decía un día resoplando que estaba harto porque llevaba veinte años yendo y viniendo por la misma carretera, concretamente la M-607, porque trabaja en una localidad accesible a través de la vía susodicha desde Madrid y el pobre andaba bastante ahíto de hacer lo mismo día tras día, mes, tras mes, año tras año, con la sola expectativa de continuar decayendo hasta la jubilación para después decaer un poco más y morirse. Eso claro si esa notoria hipertrofia del adiposo que pasea por el mundo en combinación con el feo hábito de fumar que practica no lo retiran prematuramente del padrón. Oye, es mi amigo y le quiero pero las cosas como son, hace una vida muy malsana que puede acabar pasándole factura. Pues eso, que como uno decae en cualquier caso, digo yo que más vale procurar llenar la vida de cosas interesantes y distraídas y no de coñazos, rutinas y monotonía.

Pero bueno, yo no he venido aquí a tomarles el relevo a Elena Francis o a Mara Torres sino ha hablar de escatologías que es mucho más divertido. Me he referido a los síntomas de la edad y es que es un tema variopinto que por más que sea conocido deja sin embargo un espacio para la sorpresa. Todos sabemos que marcas va dejando el paso de los años porque las hemos visto en nuestros mayores y poco a poco observamos como se instalan en nosotros mismos. Todos conocemos las canas pero sólo cuando es demasiado tarde descubrimos que la alopecia es también un síntoma de edad. Cuando te lo explican desde el punto de vista zoológico es de una lógica aplastante pero no tiene ninguna gracia. También tienen su lógica la ganancia de peso o la pérdida de agilidad y tampoco tienen puta gracia pero hay cosas en las que uno no repara hasta que le ocurren. Yo me he fijado en algo que es muy tonto porque no sé que lógica pueda tener pero ahí está: el crecimiento de pelo en lugares anodinos del cuerpo humano. Las mujeres no tienen este problema porque: A) tienen menos pelo en el cuerpo que los hombres; B) se depilan mucho (y bien que hacen, llamadme lo que queráis pero una mujer con pelo en las piernas, por ejemplo, es un horror).

Cuando uno pasa a esa época de la vida en que de peinar algo son canas se observa que el afán en volverse blanco no es la única rareza que da en hacer el pelo, también se pone a crecer en lugares como los hombros, los omóplatos o incluso en mitad de la espalda. A mi a veces me los quitan con cera (en casa, me falta lo que hay que tener para ir a un local especializado). A ver, duele pero tampoco es para tanto que le echan mucho rollo al martirio de la depilación con cera y no. Yo disfruto mucho mirando luego la cera con todos los pelillos atrapados y arrancados de raíz, es muy morboso.

Otro sitio donde también se desmandan los pelos es las cejas. Yo que tengo unas cejas ideales, divinas, finas y perfiladas, que cualquier mujer quisiera para sí, resulta que de vez en cuando me encuentro un pelo que se ha puesto to gordo y que ha crecido desbocado, talmente como si fuera un pelo genital, un poco más pequeño. Estos me ponen nerviosísimo y me los extirpo rápidamente yo solo con unas pinzas. Duele bastante y es grimoso pero todo sea por la belleza facial.

Pero la palma de los pelos molestos se la llevan los de las orejas. Digo yo que para qué leches tienen que crecer pelos en los pabellones auriculares y sin embargo, ahí están. De vez en cuando alguno se desmadra mucho y me hace cosquillas en el oído. Me ha llegado a suceder esto en el trabajo y es la ruina porque me desconcentra de manera brutal y ya sólo puedo pensar en el momento en que llegue a casa para arrancármelo si bien cuando llego a casa se me ha pasado y se me olvida quitármelo y vuelta a empezar al día siguiente. Voy camino de ser el primer individuo que pierde su trabajo por los pelos de las orejas, batiendo records. Quitarse los pelos de las orejas es harto complicado. Yo agarro unas pinzas y ¡hala! frente al espejo. Es una tarea complicada porque el espejo devuelve una imagen plana y pillar el pelillo es aleatorio con el añadido de que lo estás viendo y eso acrecienta grandemente la ansiedad y el sufrimiento. El otro día en pleno ataque me quité todos los pelos de la oreja y me he quedado más ancho que largo pero ahora sufro la sensación de un pelo fantasma que me hace cosquillas y que no me puedo arrancar porque no existe. Sufro.

Iba a poner una foto de un tío con pelos en las orejas pero las que he encontrado eran tan sumamente asquerosas que he decidido colocar esta de Tania Llasera que es una chica muy mona y muy agradable de ver

domingo, 22 de septiembre de 2013

El ruido de fondo

Vengo de pasear Roma. Lo hago mucho pero es que no me canso. Yo soy muy de ciudad y los paseos por los centros históricos de las ciudades me gustan mucho y para eso Roma da mucho juego porque dispone de un centro muy, muy centro, que no se acaba nunca. Cuando te subes a alguna de las colinas, el Gianiccolo, el Quirinale, el Palatino, ves a tus pies todos los centros de Roma, porque tiene varios y todos unidos. Si te bajas de la colina puedes caminar y caminar y caminar y la cosa no se termina nunca. Ya digo, si eres de ciudad, un gustazo. La de hoy ha comenzado en el mercadillo del Trastevere, un mercado callejero de grandes dimensiones que debe ser al menos del tamaño del célebre Rastro de Madrid pero en llano y prácticamente con la misma oferta que aquel. Después ha tocado pizza en el Trastevere, en simpática y armoniosa "comida familiar" tras de la cual mis hijos adolescentes, terriblemente ofendidos por el comportamiento inadecuado y las palabras ofensivas de sus padres-siervos, se han vuelto solitos a casa mientras que la santa y un servidor hemos decidido irnos a gastar suela por la Ciudad Eterna y vaya si hemos hecho gasto. Nos hemos recorrido enterito el Trastevere, Campo di Fiori y la zona de Navona y El Panteón de Agripa. El paseo muy bien pero he de decir que me incomoda enormemente que me sigan tomando por guiri después de cinco meses que llevo de romano. Es que no hay manera oye, a ver si un chico no va a poder andar con pantalón corto, camiseta y una gorra de San Francisco sin que le tomen por guiri, señor cuanto prejuicio. Y lo malo de esto no es que te consideren guiri en sí mismo, que a mi me importa un pito, sino que constantemente hay alguno intentando venderte cosas de lo más peregrino o pidiéndote una limosnita y a mí esto, de manera tan constante, me da fatiga.

Durante el recorrido romano hemos hecho un par de tomas. La más interesante la segunda, en la cual nos hemos sentado en la terraza de un café frente al panteón, compartiendo el espacio con muchos turistas y donde nos hemos cepillado una especie de café granizado con nataza para compensar el esfuerzo realizado con tanta marcha. Resulta que una de las modalidades de ordeño del turista consiste en tocar música delante de las terrazas y a mi es que eso me pone malo. Me he acordado mucho del vídeo ese del cantante callejero que se lleva un silletazo de una bestia parda que está intentando hablar por el móvil y he pensado que a mi de mayor me gustaría ser así. Así como el energúmeno pero me puede el pudor.





Los músicos callejeros piensan que tú quieres escuchar la música que ellos hacen cuando estás en la terraza tomando tu café granizado con nataza o cualquier otra atrocidad que hayas decidido ensilarte. Tratan de ponerte el complemento ideal para esa escena romántica que estás viviendo, en la que se supone que compartes el momento con una persona amada y naturalmente la situación pide a gritos un popurrí del "Strangers in the night", "El arco baleno" y a la que te descuides "Los pajaritos" que romántica no es pero le va de lujo al acordeón. Por supuesto todos estos éxitos adaptados al acordeón y caja de ritmos te los colocan a un notable volumen que permita acallar la música ambiente del local (que también hace lo que puede por ponerte la puta nota romántica), los gritos de la gente que eleva el tono de voz para poder hablar (se entiende que los que no están románticamente mirándose a los ojos y diciéndose "te quiero" con la mirada) y la música de la competencia porque hay más acordeonistas que plazas y claro, todos tienen derecho a machacarte con la musiquita de Dios.

El acordeonista maldito terminó su actuación y se dio una vuelta por las mesas requiriendo unas monedillas como premio a su actuación. Yo me limité a mirarle con odio, cosa que le costó procesar pese a que me quité las gafas de sol antes de hacerlo. En fin, entre músico y músico estuve observando a los pobres de pedir, que no son pocos, y sobre los que me estoy planteando desarrollar una taxonomía porque están claramente organizados en grupos o "clusters" que se dice en Biología. Yo tengo mucho hábito de ver pobres de semáforo por aquello de ir al trabajo en coche. De los pobres de semáforo hay dos tipos, los artistas de la luz roja, que te hacen un número circense de malabarismo mientras esperas que el semáforo cambie a verde y los que te limpian el parabrisas del coche. Los primeros me parecen un poco absurdos porque cuando acaban el numerito cambia el semáforo y la audiencia que va en coche y aquí en Roma el que va en coche es que no se aguanta, sale disparada en el momento de la recaudación; los otros se la juegan porque ante la insistencia que manifiestan en limpiarte el parabrisas la reacción de los conductores va desde la amenaza y el insulto hasta meter la primera y avanzar unos metros cuando el tipo - desoyendo la negativa- se dispone a plantarte el cepillo en el parabrisas. Hay una subespecie que son los vendedores de periódicos de semáforo, algo que sólo se puede ver en un país como este en el que la internet tiene un alcance y un uso más limitados que en el nuestro; y en el que la gente lee periódicos, no como en el nuestro. Digo subespecie porque sospecho que sean los mismos del parabrisas a primera hora de la mañana.

Ya en el centro urbano he observado unos pobres que son como muy arrastrados, que van envueltos en harapos, que llevan una garrota y que están atacados por unos fuertes temblores. Se postran en las esquinas o a la puerta de las iglesias en una posición como muy humillada y no dicen nada. Si no fuera porque estamos en el siglo XXI diríase que son leprosos medievales. El caso es que luego cuando los ves desplazarse de un lado a otro no tienen temblores ni nada, de hecho parecen bastante normales. En mi plaza del panteón he podido ver a unos que se desplazan sentados sobre un monopatín con cojines utilizando para impulsarse una zapatilla deportiva que se ponen en una mano y que mendigan de manera agresiva e interactiva. A mi no me ha tocado que se me vengan a solicitarme pero la sola idea de que un tipo sentado en un monopatín con cojines me pida dinero desde el suelo me produce una cierta agonía, lo reconozco.

Ayer paseábamos por la Vía del Corso y en un soportal había una pareja joven que reunía las dos condiciones de las que hoy hablo, músicos callejeros y pobres. Viajaban en bicicleta, unas bicicletas cargadas de bultos que tenían allí aparcadas. No llegaban a los 30, de hecho ella apenas debía pasar de los veinte. El con aire de hippy experimentado. Ella rubia angelical y lustrosa. Tocaban la guitarra y tenían una gorra puesta en el suelo para recoger monedas que los viandantes solidarios tuviesen a bien arrojarles. Ella tocaba francamente mal mientras miraba con arrobo a su compañero. Caminaba con mi hija cuando pasamos a su lado. Al cabo de un rato le comenté a mi chica que se me había quedado la imagen de la muchacha de la guitarra y que me daba mucha pena.

- ¿Sí- respondió ella sorprendida por el pronto de humanidad y solidaridad de su padre hacia una causa de presencia y esencia absolutamente juvenil.

- Sí- contesté yo - me da mucha pena pensar en el padre de la chica.

- ¡Papá!

jueves, 19 de septiembre de 2013

La estación de Santa Justa

(Continúo otro poquito con la historia de mis vecinos)



Rubén había regresado a casa el domingo antes de la vuelta al colegio lo cual le había supuesto a Susana un nivel de malestar notable que había decidido quitarse con un viaje de tres días a Sevilla esa misma semana que finalmente no se produjo. Tratándose de temas laborales a Susana le quedaba poco espacio para el reproche, nada mucho más allá de sugerir alguna mejora en la gestión de su tiempo, particularmente en época de vacaciones navideñas. A los niños les gusta estar con su padre y cosas de ese estilo que sin duda le resultarían incómodas de escuchar a Rubén. Una mínima venganza por lo que se había tenido que tragar. Un mínimo pago por haberse quedado ella de madre soltera eventual de nada menos que tres criaturas. Había meditado sobre eso, quizás en otras circunstancias habría optado por ser madre soltera pero de uno por Dios, no de tres; eso es de mártir además de madre. Por si fuera poco se habían ido a esquiar. Afortunadamente había contado con la ayuda de su hermana Esther y la de su cuñado quién, a diferencia de Rubén, se ocupaba muy activamente de los hijos y parecía dotado de una paciencia infinita. Así, los tres adultos y los cinco niños habían pasado unos días en una estación de esquí mientras que el adulto que faltaba para completar el grupo se dedicaba a resolver problemas supuestamente en el Golfo Pérsico.

El reencuentro, frío, dio paso a unos días bastante rutinarios. La tercera semana de enero Susana comunicó que se ausentaba los cinco días laborables por motivos de la ciencia. Rubén le hizo saber que probablemente tendría que estar haciendo viajes a París con frecuencia durante los próximos meses porque el proyecto en el que andaba metido estaba entrando en una fase muy activa que requería mucha atención por su parte.

                                                          *****

Estuvo nerviosa todo el viaje. Al llegar a Santa Justa ya no podía más. Hacía más de un mes que no veía a Carlos y se preguntaba sobre su propia reacción frente a él y por la de él cuando la viese. Por teléfono había parecido encantado con la visita pero cualquiera sabe qué se puede una encontrar. Los hombres resultan en general bastante impredecibles y una nunca se puede fiar completamente. La verdad es que encontrar uno que exprese abiertamente sus sentimientos y que lo que dice y lo que hace resulten coherentes es en general tarea complicada. Carlos es un hombre encantador, alto y atractivo. Se le nota que se cuida, sin duda le dedica un tiempo todos los días a mantenerse bien. Además es muy inteligente lo cual le hace divertido. Susana no había tenido oportunidad de aburrirse con él que, además de todo, había resultado ser un magnífico amante, delicado, considerado y al mismo tiempo fuerte e incansable. Habían pasado noches enteras sin parar de las que Susana salía canturrenado una canción de Sabina: “olvídate del reloj/nadie se ha muerto por ir/sin dormir/una vez al currelo”.

                                                 ******

- ¡Qué barbaridad, como estáis los de la Ciencia! Le había comentado Rubén por la mañana cuando la vio en el baño, vestida y empeñada en el maquillaje. ¿Vas de congreso o a un pase de modelos?

- Oye, los tiempos cambian y ya el look “rata de laboratorio” o “empollón de la clase” están muy pasaditos. Ahora somos gente normal- bromeó Susana mientras se perfumaba. “Quizás me he pasado” debatía consigo misma mientras se extendía la sombra de ojos. “Lo va a notar, nadie va así a ver a unos colegas universitarios”.

Rubén se asomó al cuarto de baño y acercándose a ella por detrás le besó suavemente el cuello y le dijo bajito “qué guapa estás empollona, qué voy a hacer yo cinco días sin una chica tan guapa a mi lado”. “Gracias hombretón, seguro que sabes consolarte tú solito” respondió Susana con una calculada provocación que le hacía todavía más atractiva a los ojos de Rubén. Al mismo tiempo empezó a notar el batir de las alas de las mariposas en su estómago mientras su cabeza generaba deseos encontrados de huida hacia delante y hacia atrás. O cancelaba de súbito el viaje a Sevilla y se quedaba con su familia o se marchaba de inmediato.

- ¿Te preparo café? Preguntó Rubén desde la cocina.

- ¡No gracias. No tengo tiempo, Concha me está esperando ya para ir a Atocha. Por supuesto que el esófago de Susana estaba sellado en aquel momento y la sola idea de ingerir cualquier cosa, líquida o sólida, le inducía al vómito.

Como un esposo ejemplar, Rubén ayudó a Susana con la maleta. Efectivamente Concha estaba aparcada a la entrada de la urbanización. Al ver aparecer a Rubén se bajó del coche y le saludó afectuosa. Sus pantalones vaqueros contrastaban un tanto con el elegante vestido recto y los tacones de Susana pero Rubén no prestó atención al detalle. Tras unas palabras correctas entre viejos conocidos y las habituales recomendaciones del tipo de sed buenas, no hagáis mucho el loco en Sevilla y otras bobadas por el estilo las dos mujeres desaparecieron calle de San Romualdo adelante en dirección a la estación de Atocha.

Ya en el coche, relajada la tensión del inesperado encuentro entre Concha y Rubén, esta comenzó a hablar.

- Maja estás loca. ¿Pero cómo se te ocurre bajártelo sin avisar? Me va a dar un mal.

- Pero si fue él- protestó Susana. Lleva todo el fin de semana súper amorosito y mira que yo he estado cardo. Lo que pasa es que hoy ya no lo he podido aguantar y he relajado un poco la barrera.

- Ya. Que te sientes culpable, vaya.

- No, culpable no. Un poco mal pero por los niños, no por él, que la que me hizo esta navidad con la historia de Omán no se me olvida.

- Y qué discreta te veo- continuó Concha. Esto que llevas qué es ¿una bata de laboratorio de Carolina Herrera? Yo tenía una parecida, de Dior, pero me la cargué haciendo una extracción de quitina. Eran otros tiempos, ya sabes.

- ¡Ay Conchita, pero qué borde que te pones! Que sabes que lo paso muy mal yo con estas cosas.

- Es la envidia tonta, que me corroe. Bien contenta que estaría yo en tu lugar. La verdad es que no se te da mal esto de los tíos, entre el titular de Madrid y el reserva de Sevilla… Me podías prestar a Rubén estos días, que ya me ocupaba yo de tenerlo entretenido.

Las dos horas y media hasta Sevilla se hicieron interminables. Intentó leer algún artículo científico – siempre cargaba dos o tres como mínimo- pero fue incapaz de concentrarse. Lo intentó con una novela pero obtuvo idéntico resultado. La película era insufrible así es que finalmente se abandonó a sus pensamientos mientras contemplaba el paisaje a través de la ventana de su asiento de clase “Club”. ¿Estaba haciendo una estupidez? ¿Cabía realmente esperar algo de Carlos? ¿No habría sido más lógico y prudente quedarse en casa y dejarse de aventuras estúpidas? Entreverados con los malos pensamientos surgían los recuerdos de sus encuentros con él, la pasión, las sensaciones, el recuerdo de su sonrisa y de su tacto. ¿Pero por qué tenía que ser toda tan difícil?

El AVE llegó a Sevilla a la hora prevista, ni un minuto más tarde. Susana tragó saliva, agarró su maleta y saltó al andén que empezó a recorrer en dirección a la salida de la estación. Finalmente lo vio, allí estaba, esperándola tal y como había prometido. Nada más pasar la salida se abrazaron, se besaron y salieron a la calle como dos enamorados.

- Te advierto – dijo él – que esto no es como Madrid. Aquí te encuentras conocidos por la calle por menos de nada.

- No me importa. No me importa nada -  mintió ella mientras se abrazaba con fuerza a su brazo y miraba de reojo para asegurarse de que ningún conocido de la universidad la estuviese viendo.



viernes, 13 de septiembre de 2013

La criatura España

Hace una pila de años, allá por el siglo XV, Cataluña, que entonces se llamaba Aragón, y Castilla, que era un reino guerrero y valiente, se casaron y alumbraron una criatura que se empezó a conocer como España. Los reyes que forjaron la unión, Fernando Trastámara, que llegaría a ser rey de Aragón, Valencia, Sicilia, Castilla, Conde de Barcelona y no sé cuantas cosas más e Isabel de Trastámara (eran primos), reina de Castilla y consorte de Aragón, nunca fueron reyes de la criatura España. Tampoco lo fueron sus descendientes que eran reyes y condes de un montón de sitios pero no de España. Un sobrino del rey Luis de Francia fue el primer rey de España, título al que accedió después de una guerra brutal que costó mucho sufrimiento a los paganos habituales, los habitantes de España que a sus lomos cargaron con la construcción de un imperio que nunca disfrutaron.

La criatura España, así de primeras, no resultó mal invento para las clases dirigentes. Creció mucho y muy deprisa y se hizo grande, poderosa y temible. Por alguna razón, los habitantes de la criatura nunca dejaron de ser castellanos, aragoneses o vizcaínos pero hacían las cosas juntos y así se hicieron los amos del mundo, un imperio que luego se hundió por su pésima administración. Pasando los años llegó un rey francés y conforme al estilo de su tierra les dijo que a partir de entonces eran españoles y que se había acabado el cachondeo. ¿Cambió algo en la vida de los que hasta entonces habían sido castellanos, aragoneses y vizcaínos? No, absolutamente nada, siguieron siendo pobres, miserables, viendo a sus hijos morir de hambre y reducidos a la más menesterosa condición. Con eso y con todo, los pudientes de Aragón y Vizcaya, viendo riesgo de merma para sus prebendas, se dedicaron a azuzar al pueblo llano e ignorante para que reivindicase sus tradiciones y señas de identidad. La idea centralista del estado, importada de Francia, resultó ser el contrapunto ideal para estas cosas, dos no pelean si uno no quiere pero un estado centralista le ve de perlas a un separatista. Bueno, pues así andamos desde entonces.

Hoy en día, con todo lo que ha llovido, Castilla y Aragón se han entrelazado tantísimo que resulta difícil saber donde empieza una y termina la otra. Si uno se queda en cosas superficiales es fácil, claro está, pero si se mira lo que marca el día a día no resulta tan obvio. Las economías de los dos reinos son prácticamente una sola, hay una lengua común, una historia común... No hay circunstancias más parecidas en España que las de un madrileño y un barcelonés, ambos tienen idénticos problemas y muy similares disfrutes. Hasta el nivel de corrupción es absolutamente comparable, es muy difícil determinar qué político es más sinvergüenza, si el del PSOE, el del PP o el de CiU. Ahora me intentan, nos intentan vender, que Cataluña es otro país, que ya no es más el mío porque, nacido y criado en Madrid, siento que Cataluña es mi país tanto como el resto. Los políticos catalanes han engañado a mucha gente prometiéndoles un paraíso nacional que no existe porque Cataluña sola no sería España y por lo tanto tendría acceso a muchas menos cosas que siendo España, es mentira, no habría paraíso.

No sé que van a hacer, no sé si me van a poner una frontera para que no pase, si van a echar de allí a mis amigos o si van a reducir a mis compatriotas a la miseria. En cualquier caso me parece una mierda. Yo tengo algunos argumentos para demostrar que los catalanes son tan españoles como yo, a saber:

- Porque todos hablan español y ven masivamente las televisiones españolas.
- Porque se quejan y farfullan de todo lo que está mal pero no hacen por remediarlo.
- Porque les tienen manía a los franceses quienes a su vez los encuentran muy agradables y muy buena gente.
- Porque les encanta andar en la calle a deshora
- Porque tienen unos horarios rarísimos para las comidas.
- Porque se acuestan tarde y se levantan temprano.
- Porque no quieren serlo (españoles).

En fin, es posible que al final haya un referendum y es posible que ganen los nacionalistas. En ese caso se acabará España porque es la criatura resultante de la unión de Castilla y Aragón y si uno se va, ya no hay más unión ni más criatura ni nada. Será una pena. Una pena de verdad.


domingo, 8 de septiembre de 2013

De la cosa olímpica y eso

Ayer llegué a Roma y de lo primero que me enteré fue de que la olimpiada no viene a Madrid. J me da su solidario "pésame" porque he perdido la potencial re-valoración especulativa de mi casa de Madrid que se encuentra en la zona del estadio olímpico. Pues es posible pero la verdad es que no me preocupa demasiado.

Ahora escucho en la radio lo que se ha hecho mal, lo malos que son todos, las culpas de los políticos, etcétera, etcétera y al final todos a lo mismo, al quítate tú para ponerme yo. Una mierda. Yo quiero decir lo que me parecen las olimpiadas y los mundiales de fútbol: me parecen una cosa asquerosa, un cuento para niños y un camelo.

La elección de la sede consiste en hacer la pelota y sobornar a una serie de sátrapas a los que no se sabe quién ha puesto ahí porque desde luego los ciudadanos no los hemos elegido, que se pasan la vida paseando por el mundo y recibiendo lisonjas y agasajos y pretendiendo expandir un espíritu que no existe ni por el forro. Bueno, existe quizás entre los que compiten pero desde luego no entre los que organizan, eligen y cobran. ¿No le dieron una olimpiada a Pekín? La capital de un país que es una dictadura asquerosa, que masacra a sus ciudadanos, que no respeta una mierda los derechos humanos. ¿Por qué a Pekín? Pues obviamente porque tuvo más mano en sobornar y coaccionar a los electores misteriosos.

¿Y el fútbol? ¿Dónde va el fútbol? A un país árabe, donde las mujeres no pueden ver los partidos porque es pecado (a parte de todo lo demás que no pueden hacer por la misma razón y a la que proteste se la lapida y arreando). Todo un asquito.

Claro que es un juego que los españoles deberíamos jugar mejor a ese juego de las elecciones a dedo aunque para mi que se han repartido las partidas para sobornos entre los delegados que representaban al país y claro, no había con qué untar a los electores. Me han contado que al parecer la delegación japonesa eran 100 personas y la nuestra 180, creo que la cosa es bastante explícita per se.

En fin, espero, seguramente soy un iluso, que esta nueva negativa haga que de una vez los españolitos nos pongamos a trabajar en cosas serias, sólidas y duraderas, que nos den fondo y sustancia y largo recorrido por más que sean faltas de brillo y fanfarria. Que no hay industria más tonta y prescindible que la de los fuegos artificiales, que parece ser nuestra especialidad. A ver si es posible que tanto esfuerzo e ilusión se re-dirijan a una labor y a una planificación adecuadas de las cosas que nos hacen falta y nos bajamos de una puñetera vez de este carro del honorabilis inceptor en el que estamos y que lo único que nos deja son ruinas como la Isla de la Cartuja o la famosa exposición de Zaragoza.


La hemos cagao/We shitted on (es que es bilingüe ella)

viernes, 6 de septiembre de 2013

El estrecho de Ormuz

La precipitada marcha de Rubén hacia Ormuz fue básicamente un gran fastidio para Susana. Se quedó sola en Madrid con los niños metidos en casa por las vacaciones y con tantísimo compromiso social. Definitivamente no tenía la más mínima intención de parar por Tarazona, sólo faltaría y en cuanto a lo del esquí, bueno, estaba por ver. Si el capullo de Rubén no volvía a tiempo intentaría convencer a Esther de que se fuese con ellos. Por otra parte igual era una buena ocasión para pasearse por Sevilla y pasar unos días con Carlos pero claro, quién se iba a creer una urgencia en sus proyectos de investigación. En fin, habría que meditarlo con calma... De todas formas, qué cosa más rara esto del barco intervenido en Ormuz. ¿A ver si este va a estar en alguna cosa...? ¡No, qué tontería! Rubén nunca. No digo yo que no haya tenido algún escarceo alguna vez, los hombres ya se sabe cómo son, pero un lío, Rubén un lío. No, definitivamente no.

- Hola Susana, feliz navidad. Saludó afectuosa Analía, la secretaria de Rubén, una mujer encantadora de cincuenta y muchos que era casi una amiga.- No, no sé nada de él, supongo que Rosa se habrá encargado de todo, yo estaba de vacaciones el 24. Lo más que te puedo decir es que se fue a París pero no sé a qué. ¿Y dices que no te ha llamado en tres días? Bueno si está por el Golfo es normal, allí lo del teléfono no es nada fácil.

No, no, yo no sé nada de barcos retenidos pero normalmente no me llega esa información hasta pasado un tiempo y ya te digo que en esas fechas andaba de vacaciones.

- Bueno, no importa - respondió Susana. Si da señal de vida o lo podéis localizar le dices que me he ido a esquiar con los niños y mi hermana si me haces el favor.

- Descuida que si hay ocasión yo se lo digo. Y no te preocupes que seguro que no pasa nada, ya te digo que en esa parte del mundo no es fácil comunicarse.

                                                         *****

Estaba tumbado boca arriba con un regusto agradable del sueño que se está transformando en vigilia. Entraba luz en la habitación pero era una luz suave, del cielo nublado de París. Se sentía relajado y descansado, con ganas de empezar un nuevo día y de seguir descubriendo la vida con Irina. Más allá del tiempo, más allá del bien y del mal, estaba acariciando el cielo con la punta de los dedos cuando sonó el teléfono. "Ni de coña lo cojo, estoy en Ormuz" pensó Rubén al escuchar la musiquilla y la insistente vibración sobre la mesilla de noche. El teléfono sonó y sonó durante medio minuto interminable hasta que entró el bendito contestador silenciando la urgencia. Un minuto más tarde volvía a sonar. Está vez sacó la mano de debajo del edredón y agarró el aparato maldito para ver de donde procedía tanta premura. ¡Joder, Analía! ¡Pero qué querrá esta pesada si sabe que estoy de vacaciones! Repetición de la jugada y un minuto más tarde Analía otra vez.

- Dime Analía, qué pasa, estoy de vacaciones.
- Rubén, querido, lo que hagas con tu mujer es asunto tuyo pero te agradecería que cuando lo hagas, sea de tal manera que no me toque a mi andarte tapando.
- ¿Pero de qué me hablas?
- Ha llamado tu mujer preguntando si sabía algo de ti y le he mentido como una bellaca así que haz el favor de llamarla. No sé con quien estás, ni dónde, ni me importa pero no me gusta que me hagas mentir y menos a Susana.
- Que sí Analía, que ahora la llamo.
- Rubén, estoy un poco mayor ya para estas tonterías. No me des la razón para hacerme callar. A la próxima le digo como localizarte, tú mismo.

                                                       *****

Irina entró en la habitación en ese momento. Llevaba un jersey por toda vestimenta que sin embargo le hacía aparecer a los ojos de Rubén como la más bella princesa jamás vestida. Irina era preciosa, tan alta, tan estilizada, con aquellas piernas larguísimas y esa melena rubia y lacia. Tenía la mirada dulce, con aquellos ojos rabiosamente azules que se complementaban de maravilla con sus labios carnosos. Irina era guapísima y aquella mañana más.

- He preparado café, ¿te apetece?
- De ti me apetece todo, contestó Rubén incorporándose en la cama.
- ¿Quien era?
- Nada, de Madrid, de la oficina, que no pueden vivir sin mi.
- ¿Pero no era que estabas de vacaciones? En París nos respetan mucho más.
- Ya, pero es que aquí hay menos paro.


                                                        *****

El encuentro en el café de L'Envol el día de navidad había sido glorioso. Se abrazaron, se besaron, se cogieron de la mano. Era increíble estar allí juntos. Juntos y abrazados salieron de L'Envol Québécois y se metieron en el coche de ella que condujo hasta el Sofitel de la Rue des Anglais donde Rubén paraba habitualmente en sus desplazamientos a la ciudad. A duras penas aguantaron el tiempo mínimo imprescindible para hacer el check-in, llegar a la habitación y abalanzarse el uno contra el otro y hacer el amor con auténtica desesperación al principio y con absoluta delectación al cabo de un rato. Así, sin preguntas, transcurrió la primera noche en París. Horas mágicas en las que sólo ellos dos existían, tregua que el mundo les daba brindándoles la oportunidad de ser otros, de no conocer a nadie, de no tener ni pasado ni futuro. Al fin y al cabo, una forma de felicidad.

Al día siguiente Irina se fue a arreglar algunos asuntos y Raúl llamó a su casa para explicar que definitivamente tenían una carga bloqueada en el paso de Ormuz y que salía hacia allá en unas horas. Que procuraría llamar pero que no prometía nada, "ya sabes que desde allí está complicado Susi, que para los ayatolás esto del teléfono está bastante próximo al pecado".

- ¿Tienes idea de si podrás volver para lo de Baqueira?

- Ni idea mi amor, estoy a expensas de los líderes religiosos y su predisposición a aceptar una propina que habrá que negociar.

- Bueno, pues nada. A ver si mi hermana se viene, si no lo cancelo.

- Pues como tú quieras. Mira, si vuelvo antes de que terminen las vacaciones nos podemos ir a ver a mis padres unos días. Ya sabes que a los niños les gusta el pueblo.

- ¡Sí hombre, lo que me faltaba a mí! Ni hablar, si vuelves a tiempo nos quedamos en Madrid. O mejor dicho, te quedas en Madrid con tus hijos y yo me voy a Sevilla a visitar a mis colegas que los tengo un poco dejados.

- Bueno, lo que tú digas. Un beso.


Al cabo de un par de horas Irina apareció comunicándole que se iban, que había recuperado su apartamento de soltera y que no se iban a quedar en un hotel toda la vida, así es que sin más dejaron el Sofitel y se dirigieron al apartamento del número 71 de la Avenue de Choisy en el que Rubén tardó no más de tres horas en olvidarse de quien era.


El estrecho de Ormuz