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viernes, 22 de febrero de 2013

Chômage

Una cosa hay que reconocerles a los franceses, tienen un idioma que consigue que lo que para nosotros es un término vulgar, suene envuelto de elegancia y gracejo. Si uno dice que tiene un rendez-vous (leído rendevú) suena mejor que decir que tiene una cita, que si andas un poco listo puede sonar incluso a que te vas de lumis. Culotte (culót pero con la "t" muy suavita) suena muchísimo más fino que bragonas, baguette (baguét) que barrapán, tener savoir faire (savuafer) que que saber un huevo y así un largo etcétera en el que la llaneza y brutalidad nuestro cervantino y franco castellano se ve elegantemente vapuleado por nuestros insufribles vecinos de arriba. En este contexto he querido hablar hoy del chômage (pronúnciese "shomash") que suena como unas mil veces más distinguido que nuestro paro, como lo llamamos la mayoría o desempleo que es como se refieren a él los sucesivos gobiernos del país. Y es que recientemente he tenido oportunidad de conocer el chômage español en carne propia y eso genera unas experiencias que merecen ser contadas, sin lugar a dudas. La cosa resulta un tanto chusca con lo cual he preferido referirme al tema con su nombre francés que demás es como si no me ocurriese a mi.

El caso es que un buen día, esa empresa ideal que me tenía contratado y que me colmaba de viajes transoceánicos y me mantenía entretenido tantísimas horas a la semana decidió prescindir de mis servicios y así sin más pasé de la noche a la mañana de ultramegaocupado a no tener nada que hacer. Bueno, eso es lo que parece porque sí que me han salido ocupaciones. Unas cuantas. Lo bueno es que son variadas y no cosificantes con lo cual la vida transcurre bastante más plácida. Os lo voy a contar para que si se da el caso Dios no lo quiera, de que paséis por trance semejante, sepáis de antemano lo que os espera.

La primera idea que le crece en la cabeza al parado de nuevo cuño no es una sino dos, a saber: darse de alta en el INEM para que el estado te reembolse algo de lo que llevas cotizando durante veititantos años y conseguir la indemnización que tu ex-empleador tiene que pagarte para compensarte por la gracia que te acaba de hacer. Ambas cosas hay que tomarlas con deportividad, paciencia y sentido del humor porque de otra forma te cabrearás mucho, sufrirás como una bestia y no conseguirás nada. Yo lo aviso.

La indemnización te la dan en una cosa que se llama "acto de conciliación" y que viene a ser un "te doy esta pasta, nos estrechamos la mano y tan amigos". Como te dan el cheque en presencia de un funcionario de justicia (no creo que sea un juez) yo esperaba un premio así tipo "Un sueldo para toda la vida" de Nescafé, en el que una guapa señorita me entregase un cheque gigantesco y que nos hiciesen unas fotos al de RH y a mí henchidos de orgullo y satisfacción, luciendo la mejor de las sonrisas. Nada de esto ocurrió. A lo más que llegué fue a tomar una cerveza con el jefe de personal de mi ex-empresa que pagó él, faltaría más. Parece que el tipo no acababa de entenderlo pero más le vale que se calle si no quiere ser él el próximo conciliado.

Lo del INEM es más complejo porque es cosa de funcionarios. Hay que decir en su descargo que eso de las colas horribles rodeado de una especie de indigentes con cara de tener el futuro más negro que los pies de Kunta Kinte no es verdad. Está todo muy organizado, te informan, te dan número y esperas en una sala estupenda con tu libro electrónico en la mano que a mi es que se me hizo hasta corto. Me tocó ir dos veces, una primera en la que me atendió una mujer calculo que de mi edad (yo en cuanto los veo viejunos doy por sentado que tienen mi edad aunque parezcan mayores que yo), con cara de piedad infinita, que me tomó una serie de datos y me preguntó cosas de índole curricular que yo comprendo pero que a mí me resultaban un tanto marcianas, a saber, si hablo inglés o si tengo coche. Como los revolcones morales que me pega de vez en cuando mi querido F van haciendo mella en mi ánimo, fui humilde y contesté poniéndome en mi papel de parado seis millones en lugar de comportarme como Gloria Swanson en "El crepúsculo de los dioses" que viene siendo lo que me pide el cuerpo en semejantes circunstancias. Lo mejor fue cuando me preguntaron por mi educación y contesté que soy biólogo por la gracia de Dios que inventó la Biología, del Rey (y en su nombre el ministro de educación) que firma el título y de mi padre que tuvo la bondad y la paciencia de pagar mis estudios y mantenimiento hasta que alcancé tal condición e incluso más allá. La funcionaria lánguida me explicó que tenía que pedir cita en no sé que mesa y llevar el título original, que copias no se admiten. Concluí que eso debía ser para que me busquen un trabajo acorde con mi cualificación. Yo dije un "sí señora" pero en realidad estaba poseído por un profundo escepticismo que me empujaba a decir "sí hombre, saco el título del marco en el que lo hizo colocar mi madre llena de orgullo para traerlo aquí para que me busquéis trabajo vosotros, cómo si eso fuese a ocurrir". Finalmente me dieron una indicación para una segunda cita en la que habría de reclamar mi prestación. Pásmense porque esta segunda cita se consigue através de la internés, para que veas como se ha modernizado la gestión pública.

A la segunda cita llegué con una batería de documentos que traía preparada. Menos mal porque me tocó bregar con una funcionaria de escuela antigua, es decir, desagradable. Tras atestiguar mi sueldo, mi paternidad y mi domicilio me fue asignada la cantidad máxima durante un periodo de tiempo que me pareció bastante limitado dado que llevo pagando como loco desde 1988.

Entre una visita y la otra tuve ocasión de descubrir cuan privilegiado soy. Se me acercó una persona por la calle, un hombre joven, y me pidió que si le podía pagar el metro. Insistió mucho en que era el metro y que le acompañase y lo pagase yo, cosa que le dije, no necesitaba hacer, que me fiaba de él. El tipo me dijo que estaba en paro y, presa de una extraña y novedosa solidaridad, le confesé que yo también. Mi colega me comentó que se dedicaba a la seguridad, que llevaba ya mas de dos años y que tenía que estaba subsistiendo con el famoso subsidio de 400 euros pero que claro, cuando se acabe ya no hay más. Al menos le pude poner al día y decirle que se había decidido prorrogar el tal subsidio indefinidamente hasta que el paro baje del 15%. Al cabo de diez minutos de solidaridad empecé a lamentarlo, quería irme y el compañero quería hablar. Finalmente le hice un quiebro y seguí con lo mío, menudo rollo de solidaridad.

Pues nada, ya contaré más cosas de esto del paro que tiene su aquel...


Parece Gloria Swanson pero en realidad es mi yo interior reaccionando ante las preguntas de la funcionaria del INEM




jueves, 21 de febrero de 2013

La experiencia es la madre del cordero

Vuelvo. He pasado unas cuantas semanas ausente, desde la dulce navidad o algo así creo yo. He andado un poco agitado este tiempo y como no quiero irme a dar muchos detalles, no así de fácil, voy a decir que he estado "acumulando experiencias" que es lo que hacemos los artistas como Dios manda para obtener la materia prima de la que se componen los sueños con los que alimentamos a nuestro público entregado. Conste que las experiencias no las he buscado yo, me han venido todas de sopetón, de hecho alguna me ha caído encima pero de todas ellas procuro yo sacar una enseñanza y una gracia porque la experiencia es, efectivamente, la madre del cordero. Lo demás es ciencia-ficción.

Por cierto, he intentado entrar a mi blog y me sale una voz dulsona de acento caribeño que me dice que haga una encuesta y que le de mi número de móvil. Decidme si os ocurre esto mismo.