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sábado, 19 de octubre de 2013

Cuestión de estética

El otro día me comentó P que los italianos se depilan las cejas y que se hacen una depilación que les da una forma así como de aviesos y malotes. Yo di una respuesta de circunstancia porque realmente soy mucho más dado a dispensar mi atención a los escotes de las italianas que a las cejas de los italianos, cosas de la vida, pero a raíz de la observación me propuse fijarme un rato en un hecho tan singular. La cosa del malote no la pude apreciar pero efectivamente, me quedó la impresión de que los italianos en notable cantidad se depilan las cejas. Imagino que lo hagan a golpe de pinza lo cual tiene su mérito porque duele un huevo. Como unas cosas llevan a otras he estado atento a la estética de la italianidad en general y como en todas partes, hay un poco de todo aunque los italianos tienen una tendencia generalizada a ir apañaditos. No tanto como hace unos años, que venías a Roma y esto era como un pase de modelos en sesión continua, ahora ya no, se va notando la globalización de la moda y la presencia de Zaras y afines pero en general los italianos van bien vestidos. Hay además un elemento muy interesante que yo agradezco infinito: ninguno huele mal. Esto es sin duda uno de los caracteres diferenciadores más importantes entre los europeos del norte y los del sur, uno se va a Alemania, Bélgica o Reino Unido y la gente apesta mientras que en España o Italia es raro encontrar gente a la que le cante el alerón.

Otra cosa que me está llamando la atención del atuendo italiano es lo dependiente del calendario que resulta. Ocurre que estamos disfrutando en estos días de una meteorología gloriosa, temperaturas suaves hasta 23 ó 25 grados durante el día con noches frescas que bajan hasta los 16. Ausencia de viento y días despejados alternados con algún episodio de lluvia para mantener el verde del paisaje. Vamos, que sábado estuve en la playa, no digo más. Sin embargo es otoño y los italianos han sacado a la calle la moda de otoño así es que los ves paseando con sus chaquetas, chaquetones e incluso alguno que anda con bufanda. Esto ya lo había visto yo hace años pero ahora lo he confirmado. En esta época se nos distingue bien a los turistas y a los romanos adoptivos (ese soy yo) porque vamos con camiseta. Algunos hasta el pantalón corto me llevan.

El centro estético por excelencia es el gimnasio. Ahora voy a unas horas muy extrañas en las que nos encontramos nada más que cuatro tarados a los que nos mueve únicamente retardar la obsolescencia pero cuando iba a horas más comunes, así como por la tarde, se veía más o menos lo que en todas partes: una buena parte de la clientela anda "marcando", mucho tipo de pecho depilado y esas cosas pero nada de particular o que no tenga visto de otras partes del mundo. Yo es que conozco gimnasios de España, Estados Unidos, Francia y Bélgica. Estos últimos eran terribles. Tengo uno que jamás olvidaré. Sala de pesas. En Bélgica el aire acondicionado es una cosa exótica con lo cual, al ser un día soleado de primavera, me tenían puestos unos ventiladores de grandes dimensiones. Jóvenes bien parecidos y chicas monas. Recuerdo desplazarme de un aparato a otro y pasar por detrás de una rubia angelical que hacía pesas bravamente. Alguien pensará "ahora este sátiro comentará algo de las formas de la chica", pues no, lo que recuerdo vivamente de la chica es que levantaba la pesa frente a un ventilador que arrancaba de ella una insoportable pestilencia a sudor rancio de la que no he conseguido olvidarme en estos años. En fin, eso aquí no pasa, otras cosas sí pero oler mal, no.


Así se quedaba uno en el gimnasio de los belgas



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