La precipitada
marcha de Rubén hacia Ormuz fue básicamente un gran fastidio para Susana. Se
quedó sola en Madrid con los niños metidos en casa por las vacaciones y con
tantísimo compromiso social. Definitivamente no tenía la más mínima intención
de parar por Tarazona, sólo faltaría y en cuanto a lo del esquí, bueno, estaba
por ver. Si el capullo de Rubén no volvía a tiempo intentaría convencer a
Esther de que se fuese con ellos. Por otra parte igual era una buena ocasión
para pasearse por Sevilla y pasar unos días con Carlos pero claro, quién se iba
a creer una urgencia en sus proyectos de investigación. En fin, habría que
meditarlo con calma... De todas formas, qué cosa más rara esto del barco
intervenido en Ormuz. ¿A ver si este va a estar en alguna cosa...? ¡No, qué tontería!
Rubén nunca. No digo yo que no haya tenido algún escarceo alguna vez, los
hombres ya se sabe cómo son, pero un lío, Rubén un lío. No, definitivamente no.
- Hola Susana,
feliz navidad. Saludó afectuosa Analía, la secretaria de Rubén, una mujer
encantadora de cincuenta y muchos que era casi una amiga.- No, no sé nada de
él, supongo que Rosa se habrá encargado de todo, yo estaba de vacaciones el 24.
Lo más que te puedo decir es que se fue a París pero no sé a qué. ¿Y dices que
no te ha llamado en tres días? Bueno si está por el Golfo es normal, allí lo
del teléfono no es nada fácil.
No, no, yo no sé
nada de barcos retenidos pero normalmente no me llega esa información hasta
pasado un tiempo y ya te digo que en esas fechas andaba de vacaciones.
- Bueno, no importa
- respondió Susana. Si da señal de vida o lo podéis localizar le dices que me
he ido a esquiar con los niños y mi hermana si me haces el favor.
- Descuida que si
hay ocasión yo se lo digo. Y no te preocupes que seguro que no pasa nada, ya te
digo que en esa parte del mundo no es fácil comunicarse.
*****
Estaba tumbado boca
arriba con un regusto agradable del sueño que se está transformando en vigilia.
Entraba luz en la habitación pero era una luz suave, del cielo nublado de
París. Se sentía relajado y descansado, con ganas de empezar un nuevo día y de
seguir descubriendo la vida con Irina. Más allá del tiempo, más allá del bien y
del mal, estaba acariciando el cielo con la punta de los dedos cuando sonó el
teléfono. "Ni de coña lo cojo, estoy en Ormuz" pensó Rubén al
escuchar la musiquilla y la insistente vibración sobre la mesilla de noche. El
teléfono sonó y sonó durante medio minuto interminable hasta que entró el
bendito contestador silenciando la urgencia. Un minuto más tarde volvía a
sonar. Está vez sacó la mano de debajo del edredón y agarró el aparato maldito
para ver de donde procedía tanta premura. ¡Joder, Analía! ¡Pero qué querrá esta
pesada si sabe que estoy de vacaciones! Repetición de la jugada y un minuto más
tarde Analía otra vez.
- Dime Analía, qué
pasa, estoy de vacaciones.
- Rubén, querido,
lo que hagas con tu mujer es asunto tuyo pero te agradecería que cuando lo
hagas, sea de tal manera que no me toque a mi andarte tapando.
- ¿Pero de qué me
hablas?
- Ha llamado tu
mujer preguntando si sabía algo de ti y le he mentido como una bellaca así que
haz el favor de llamarla. No sé con quien estás, ni dónde, ni me importa pero no
me gusta que me hagas mentir y menos a Susana.
- Que sí Analía,
que ahora la llamo.
- Rubén, estoy un
poco mayor ya para estas tonterías. No me des la razón para hacerme callar. A
la próxima le digo como localizarte, tú mismo.
*****
Irina entró en la
habitación en ese momento. Llevaba un jersey por toda vestimenta que sin
embargo le hacía aparecer a los ojos de Rubén como la más bella princesa jamás
vestida. Irina era preciosa, tan alta, tan estilizada, con aquellas piernas
larguísimas y esa melena rubia y lacia. Tenía la mirada dulce, con aquellos
ojos rabiosamente azules que se complementaban de maravilla con sus labios
carnosos. Irina era guapísima y aquella mañana más.
- He preparado
café, ¿te apetece?
- De ti me apetece
todo, contestó Rubén incorporándose en la cama.
- ¿Quien era?
- Nada, de Madrid,
de la oficina, que no pueden vivir sin mi.
- ¿Pero no era que
estabas de vacaciones? En París nos respetan mucho más.
- Ya, pero es que
aquí hay menos paro.
*****
El encuentro en el
café de L'Envol el día de navidad había sido glorioso. Se abrazaron, se besaron, se cogieron de
la mano. Era increíble estar allí juntos. Juntos y abrazados salieron de
L'Envol Québécois y se metieron en el coche de ella que condujo hasta el Sofitel
de la Rue des Anglais donde Rubén paraba habitualmente en sus desplazamientos a
la ciudad. A duras penas aguantaron el tiempo mínimo imprescindible para hacer el check-in, llegar
a la habitación y abalanzarse el uno contra el otro y hacer el amor con
auténtica desesperación al principio y con absoluta delectación al cabo de un
rato. Así, sin preguntas, transcurrió la primera noche en París. Horas mágicas
en las que sólo ellos dos existían, tregua que el mundo les daba brindándoles
la oportunidad de ser otros, de no conocer a nadie, de no tener ni pasado ni
futuro. Al fin y al cabo, una forma de felicidad.
Al día siguiente
Irina se fue a arreglar algunos asuntos y Raúl llamó a su casa para explicar
que definitivamente tenían una carga bloqueada en el paso de Ormuz y que salía
hacia allá en unas horas. Que procuraría llamar pero que no prometía nada,
"ya sabes que desde allí está complicado Susi, que para los ayatolás esto
del teléfono está bastante próximo al pecado".
- ¿Tienes idea de
si podrás volver para lo de Baqueira?
- Ni idea mi amor,
estoy a expensas de los líderes religiosos y su predisposición a aceptar una
propina que habrá que negociar.
- Bueno, pues nada.
A ver si mi hermana se viene, si no lo cancelo.
- Pues como tú
quieras. Mira, si vuelvo antes de que terminen las vacaciones nos podemos ir a
ver a mis padres unos días. Ya sabes que a los niños les gusta el pueblo.
- ¡Sí hombre, lo
que me faltaba a mí! Ni hablar, si vuelves a tiempo nos quedamos en Madrid. O
mejor dicho, te quedas en Madrid con tus hijos y yo me voy a Sevilla a visitar
a mis colegas que los tengo un poco dejados.
- Bueno, lo que tú
digas. Un beso.
Al cabo de un par
de horas Irina apareció comunicándole que se iban, que había recuperado su
apartamento de soltera y que no se iban a quedar en un hotel toda la vida, así
es que sin más dejaron el Sofitel y se dirigieron al apartamento del número 71
de la Avenue de Choisy en el que Rubén tardó no más de tres horas en olvidarse
de quien era.
El estrecho de Ormuz |
Menudo juego de estrategia gastan tanto él como ella.
ResponderEliminarEs curioso; en muchos sitios dedican calles y paseos a los ingleses. !Qué cosas!
La lapidante frase: de ti me apetece todo; es muy pero que muy tipo, humnm, "Casablanca". Casi que faltaba algo así como.... "muñeca" :)
Gina
Me alegro de que te guste la frasecita. Lo bueno es que ya se me ha ocurrido casi toda la historia así que habrá más.
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