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domingo, 3 de noviembre de 2013

San Miniato y otras historias

Mis hijos tienen suerte. Particularmente mi hijo menor que es el varoncito. La suerte consiste en que sólo recientemente he descubierto a San Miniato que si esto me ocurre hace quince años le encasqueto el nombrecito seguro. Si Dios tiene a bien enviarme otro hijo le llamaré Miniato. Quizás un nombre compuesto como Miniato José o Gabriel Miniato, acaso un poquito pijo como digamos Miniato Luis. Puede que tradicional, antecedido por un nombre familiar: Salvador Miniato. O simplemente Miniato, así a secas o, por qué no, Miniato Aurelio para que empiece a llevar hostias a edad bien temprana y eso que los colegios ya no son lo que eran, ahora creo que en lugar de ponerse a parir por el nombre los chicos se hacen una cosa muy rara que se llama "moving" y que se hace con Internet y que por lo visto no se cura con un par de hostias bien dadas.

El caso es que descubrí a San Miniato como de casualidad y quedé prendado con el nombre. Como se debe hacer en estos caso me puse a indagar sobre San Miniato y qué queréis que os diga, es mucho más sencillo encontrar información sobre Chiara Petacci o el mismo payaso Fofó que de este mártir de la Iglesia. Pero como nada se resiste a la perseverancia y a la búsqueda en idiomas varios finalmente he conseguido saber quien era San Miniato. Tampoco es que se sepa mucho a decir verdad. Se sabe de seguro que vivía en la zona de Florencia, que le dieron boleta de forma poco gentil allá por el año 265 y que pertenecía a alguna comunidad cristiana establecida en la zona. Luego ya la cosa se confunde sobre si era un ermitaño, un príncipe armenio o un viajante de comercio de la misma región (Armenia). El caso es que andaba Miniato por Florencia cuando los romanos decidieron montar un guateque de esos que organizaban ellos de vez en cuando de cortar cabezas y crucificar y cosas de esas tan divertidas que al fin y al cabo eran como las que hacemos ahora pero con la sangre de verdad porque los muy burros no habían descubierto el cine y claro, todo era en directo. Pues eso, que agarraron los romanos a Miniato y le dieron matarile en forma de decapitación, no se sabe si con o sin tortura previa pero siendo mártir digamos que al pobre Miniato le hicieron de todo. Por lo visto, acabada la fiesta, Miniato se levantó, agarró su cabeza y se volvió andandito con ella bajo el brazo al Monte Florentius que actualmente y por razones obvias se llama Mote San Miniato, donde al parecer se alojaba. No hay más, no se sabe si Miniato se reimplantó la cabeza, si llegado allí se murió del todo o qué leches pasó. A mi como currículum de santo he de decir que me pone bastante, no tiene nada que envidiarle al de San Lorenzo que es otro de mis santos favoritos como recuerdo haber explicado en alguna ocasión.

Todo esto viene a cuento de que este encantador puente de Todos los Santos nos hemos ido de excursión familiar. Hemos estado en Toscana que es una región de Italia que básicamente empezó produciendo comida y consumiéndola después y que así sigue. En Toscana se cocina mucho y se come una barbaridad. Está todo muy rico. Tanta era la comida que tuvieron que montar unas industrias para conservarla y unas universidades para hacer médicos que les tratasen las indigestiones. También hacían guerras contra los españoles, los franceses, el papa (siempre que el papa no fuese familia del señor duque, claro) y contra otros vecinos de la península. Así, además se veían en la tesitura de construir fortalezas y murallas para zurrarse la badana bien con propios y extraños pero ni aún así conseguían que se acabase la comida y tener una buenas miserias y hambrunas que era lo que se llevaba en Europa en aquel tiempo. Los muy tontos, en lugar de gastárselo en montar un imperio como hacíamos otros y no sabiendo ya en qué invertir, se pusieron a comprar arte contemporáneo. Así todos los artistillas y aspirantes de la época acudieron a Florencia, capital de la Toscana, como moscas a la miel y todo se llenó de pinturas absurdas con una cosa aberrante que se llamaba perspectiva, de esculturas de gente en pelotas y de edificios ultramodernos que les dio por forrar con mármol de colores que era una cosa que hacía daño a los ojos. Particularmente sonado un tal Buonarotti, que empezó muy jovencito y al final el tipo montó un estudio tremendo que trabajaba para todos los señoritos de la época. Muy célebre la discusión que tuvo con uno de sus propios, un jefe de turno, que terminó en el celebrado "¡Por mis cojones te digo que las manos de este David están bien proporcionadas y no quiero escuchar una palabra más de este asunto! ¡Hostias ya!" Y así fue que se llenó tantísimo de esculturas y artes varios todo aquello que hasta un techado han tenido que poner a la puerta del palacio del duque para dejarlas allí en la calle sin que se echen a perder.

Pues eso, que he estado paseando por Florencia que es muy hermoso. Mucho más recogido y más limpio que Roma, dónde va a parar. Y la gente mucho más civilizada, no hay motos locas ni conductores suicidas. Yo voy bastante por Florencia pero voy a trabajar así es que mi mundo florentino se reduce a la estación de Campo di Marte, la estación de Santa María Novella, el hotel Roma y el curioso complejo industrial de Menarini. Es curioso porque esto como que era "el taller" que lo pusieron en las afueras a principios del siglo XX. Ahora "el taller" es un complejo industrial de cinco o seis edificios, donde trabajan como mil personas si no más, ubicado en mitad de la ciudad que lo ha rodeado. Por supuesto mover todo aquello a un lugar cómodo y seguro, de esos que se llaman polígonos industriales, es algo que ni se plantea. Aunque sean florentinos no dejan de ser italianos.

También he estado en Siena que es una ciudad que se llama igual que una heladería italiana que hay en la calle Narváez de Madrid, casi esquina con la calle Ibiza. Siena es un sitio muy hermoso, lleno de edificios medievales y con una catedral grande y suntuosa. En Siena hacen un San Fermín parecido a lo de Pamplona pero que lo hacen con caballos en lugar de hacerlo con toros bravos. La falta de cuernos no impide que sea una bestialidad comparable. La cosa consiste en que montan una pista de carreras de caballos a base de echar albero por un paseo cerrado que tienen allí en la plaza del pueblo. Luego los mozos se suben "a pelo" en los caballos y a toque de clarín salen galopando como desesperados por el albero y entonces se comportan como auténticos motoristas napolitanos, lo que contrasta con la pompa y la exhibición de colorines y usos medievales que precede al evento. Lo importante es que el caballo entre primero, si lo hace con el mozo a cuestas bien, si lo hace sólo gana igual y los trozos del mozo ya aparecerán, no preocuparse. La verdad es que uno piensa que una carrera de caballos no es para tanto pero si ves la pista la observación es "¿y por aquí se lanzan estos tipos a galope tendido? Madre de Dios". Para colmo la disputa es entre vecinos de los barrios de Siena lo cual le da a todo ese regustillo de guerra civil que tanto nos complace a los latinos y por si fuera poco, nadie suele morir, lo que es tan del gusto de los italianos.

El viaje bien. A la ida tomamos el camino de la Via Salaria, que es la que se dirige a Florencia. Como quiera que al cabo de tres horas habíamos recorrido kilómetros treinta y seis nos dimos media vuelta y la emprendimos con al Via Aurelia que va pegadita a la costa y no tiene atascos. Parece ser que el atasco de la Salaria era continuo y que cubría los 248 Km que median de Roma a Florencia. Vista la experiencia decidimos regresar por el mismo camino con una parada en un pueblo que si no fuese por el nombre no valdría gran cosa porque es feo como Benidorm. El pueblo se llama Follonica, que tiene un punto. Es que los italianos tienen palabras mu graciosas y no lo saben, como por ejemplo la cebolla. Los italianos escriben "cipolla". Claro, yo la primera vez que leí lo de la cipolla me partí el pecho de la risa, soy así de simple, pero luego ya me enteré que ellos la llaman "chipola" y claro, se pierde toda la gracia.

En fin, nada como viajar para ver cosas originales.


Aquí un icono de San Miniato. Obsérvese qué regio y señorial. En las viñetas laterales se ve el martirio del pobre Miniato. 

2 comentarios:

  1. Pues sí que ha tenido suerte. Imagínate sino... Ato Mari, o peor aun, Mini Mari ven pacá!!!!
    Pater odius eternum forever.
    Gina

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    1. Bueno, al fin y al cabo Miniato es un ser lleno de dignidad y de habilidades poco comunes. Yo conocí un caso de una tía tarada que le puso al hijo "Siendo", tal cual, el gerundio del verbo ser. Le puso así porque lo sentía dentro de ella, en clara referencia al desarrollo del feto, claro está. El chaval, que a la sazón debía tener unos trece años, se mostraba azorado y declaraba que él prefería que le llamasen Jose. Dados los años transcurridos no me extrañaría que Siendo haya enviado a su mamá a una residencia de ancianos en Nigeria para agradecerle el detalle.

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