Estaba leyendo alguna información sobre Fabian Picardo,
Ministro Principal de Gibraltar, y se me han venido a la cabeza algunas cosas
que últimamente, o no tan últimamente he aprendido.
En mis viajes por todo lo largo y ancho de este mundo,
parafraseando al Capitán Tan, he tenido ocasión de descubrir que esos malditos
franceses malparidos no nos odian a los españoles. No nos odian en absoluto. Es
más, incluso nos tienen algo de cariño. Los franceses no saben nada o casi nada
de las guerras napoleónicas en España, no tienen ni puñetera idea de lo que pasó
en Madrid el 2 de mayo de 1808, ni saben del sitio de Cádiz ni nada. Esto para
cualquier español con un mínimo sentimiento nacionalista, que no es lo mismo
que sentimiento nacional, resulta tremendamente frustrante. Que un francés te
pregunte inocentemente si el 2 de mayo les dimos una zurra considerando la que
nos metieron ellos a nosotros que nos dejó marcados para 200 años es muy duro.
Bueno, una parte de los gabachos, los de mi edad o algo más, lo más que te
dicen de los españoles es que se acuerdan de una mujer que los cuidaba de
niños, que los trataba muy bien y que les enseñó algunas palabras del idioma
pero que ya no se acuerdan. Ya digo, frustrante.
Pues con Gibraltar ocurre algo un tanto paralelo.
Nuestra reivindicación nacional, nuestro grito de arrebato “¡Gibraltar español!”, resulta que a los británicos les chupa un pie (esta vez parafraseando al
genial Manolito Gafotas). La gran mayoría de los británicos ni sabe donde se
encuentra el peñón ni quiere saberlo. Los que son ilustrados sí que saben donde
está y lo consideran literalmente un grano en el culo. Les cuesta dinero y
saben que es un nido de ladrones que encima les genera mal rollo con España, un
país al que le sacan bastante más beneficio que una posición militar estratégica
que dejó de serlo en 1945. Gibraltar es un problema por definición, para los
británicos y para los españoles. Un lugar donde cada niño que va a la guardería
es estadísticamente propietario de dos sociedades comerciales no puede ser, no
es, trigo limpio. Está lo del contrabando de tabaco, tan cacareado en estos
días, pero creo que no es ni mucho menos lo único que se contrabandea por allí.
La soberanía es una excusa vil en la que la banda de ladrones que habita
oficialmente el lugar se escuda para llevar a cabo sus tropelías y sus
choriceos. ¿Y a todo esto los ingleses qué? Pues esos son rehenes de sus
herencias imperiales que les obligan a mantener vivo un tratado del siglo XVIII.
España no puede recuperar Gibraltar por la fuerza, el último intento fallido fue
durante el reinado de Carlos III, porque carecemos del poder económico y
militar que les sirvió a los chinos para recuperar nada menos que Hong-Kong y
los británicos están obligados por su palabra - We will stand for our
principles or we will not stand at all - que además se soporta muy bien en su
arsenal nuclear y su economía mucho más robusta y seria que la nuestra. Pero la
cosa va un poco más allá: ellos han heredado Gibraltar con lo que los
gibraltareños son de los suyos, como lo son los canadienses o los australianos
y si hay que defenderlos de alguien lo harán a cualquier precio por más que
quisieran librarse de semejante chusma.
En realidad creo que son andaluces de Cádiz |
Toda una intriga el cómo acabará esto.
ResponderEliminarGina
Pues no está muy claro si Picardo se casa con la chica y Rajoy bendice la ceremonia, si Picardo tropieza y se cae rodando peñón abajo y mientras los ingleses están buscando el cuerpo se lo quitamos (el peñón) o si Picardo le roba la cartera a Rajoy mientras este calla y la oposición grita bobadas defendiendo a los gibraltareños.
Eliminar"politícos listos y honrados", ah, ¿pero eso existe en españa? (en cualquiera de sus combinacione: y/o/u). Y ya de comptetentes ni hablamos, claro
ResponderEliminarPues yo no encuentro ninguno. Quizás Adolfo Suárez lo fuese, listo, honrado y con unos cojones que dejan los del famoso caballo en categoría canicas. Ahora, de los que ejercen en la acutualidad pues parece que toda la inteligencia la ocupan en robarnos así que es difícil.
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