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sábado, 17 de agosto de 2013

Compulsivamente hablando

Dice mi amigo que necesito vacaciones porque últimamente todo lo hago de manera compulsiva y yo le contesto que no, que lo único que necesito es apretarle el cuello con mis manos desnudas a un cierto individuo que trabaja conmigo hasta que la cara se le ponga morada y deje de patalear. Y eso lo digo desde el bien entendido que nunca he sido una persona violenta. En fin, mi amigo es listo así que vamos a darle cuando menos el beneficio de la duda.

Este fin de semana ha sido el ferragosto. Ya he comentado algo del shock cultural asociado al ferragosto pero es que no me puedo parar. Me ha dado por trabajar. ¿Para llevar la contraria a la humanidad italiana? No. ¿Para olvidar que estoy solo, sin amigos, sin familia, en una ciudad extraña y lejos de mi casa? No. Me ha dado por trabajar porque me gusta y me lo paso bien. No es la única cosa, ni mucho menos, que me hace disfrutar de la vida pero mira, me ha dado por eso esta semana y hay que aprovechar. También me ha dado por correr y por comer verdura pero tranquilos, seguro que pronto se me pasa todo y regreso a la molicie, al alcoholismo aficionado y al consumo desproporcionado de grasas saturadas y con ello a la casilla de salida.

Preocupado por mi salud mental, una preocupación, todo hay que decirlo, sugerida por el comentario de mi amigo, he decidido entregarme a las actividades lúdicas hoy sábado así es que me he levantado a las 6:30, me he ido un par de horitas al laboratorio, de regreso he hecho la compra que tenía la nevera como la biblioteca de Belén Esteban, me he venido a casa, he leído un par de emailes y le he mandado un correo asesino al tipo que antes refería con la saludable intención de que si lo lee este fin de semana, ya no pegue ojo hasta el lunes. Sí, soy el cabrón de su jefe, qué se le va a hacer. Que deje de buscarme el odio y seremos todos más felices.

Tras finalizar el programa mañanero y deglutirme unas pechugas de pollo a la plancha, he decidido irme de aventuras. Concretamente he decidido agarrar el coche e irme a descubrir la ubicación del Ikea de Roma y si se terciaba, hacerme un cine. Se terciaba, ciertamente, porque el Ikea está en un centro comercial llamado Porta di Roma, que es muy grande y tiene de todo. Por tener tiene hasta romanos, eso que no se ve en el centro de la ciudad.

Por supuesto el maricaplaya del GPS no sabía nada del centro comercial en cuestión pero cuando a mi se me mete algo en la mollera es difícil bajarme del burro. Sobre todo últimamente que ando un pelín hiperactivo. Debe ser por el capullo ese del trabajo. Pues el caso es que me he metido en el coche y Gran Racordo Anulare p'alante kilómetros y kilómetros. Ya pensaba que me había pasado cuando he visto a lo lejos una torre con el nombre de Ikea en todo lo alto. Autofelicitándome por mi capacidad como navegante (si no lo hago yo no lo hace nadie, voy solo) he enfilado el centro comercial siendo rechazado en mi primera aproximación porque en lugar de entrar por la entrada del parking he tomado la de entrega de mercancías y de ahí sólo había salida a la autopista. Tras el vueltón correspondiente he atacado nuevamente y con decisión y esta vez sí, he alcanzado el parking y he dejado exitosamente la máquina en el seno del mismo.

Me he entrado en el Ikea a observar las novedades y rápidamente he concluido que es un comercio más bien para mujeres. Lo notas al primer vistazo, ellas dirigiendo y ellos con cara de seta cuando esperan o con la expresión de angustia del mal estudiante que busca la suerte que le conduzca a la respuesta correcta cuando ellas les interrogan sobre el color más adecuado para los cojines del salón o el remate más elegante para la barra de las cortinas. El caso es que el Ikea con toda su exposición ha debido llenar unos 12 minutos de mi vida con lo cual he tomado la senda del centro comercial. Parece muy completito, tiene una tienda Apple así que para que queremos más. También venden ropa y eso. Como me seguía resonando lo de que estoy compulsivo me he cuidado mucho de no comprar nada, no fuera a darme un ataque. Como al cabo de veinte minutos le había dado tres vueltas completas al centro comercial, opté por ir al cine. Aparte de la razón natural de pasar el rato y de mi gusto general por el Séptimo Arte, aunque hoy la cartelera se merecía más bien ser el Séptimo Bodrio, quería yo educarme en los usos y costumbres italianos y como no, en el idioma. Nada como hacer cosas de "gente corriente" para impregnarse de cultura local.

El programa de los cines UCI de la Galleria Porta di Roma era tan lamentable que he elegido la película por la hora a la que comenzaba. La agraciada ha sido "La notte del guidizio" que en USA se llama "The purge" y en España sospecho que la han titulado "La noche de las bestias". La película estaba doblada al italiano y comenzaba a las cinco de la tarde con lo que me presenté en la puerta a las cinco menos diez, como habríamos hecho cualquiera. ¡Error! Un individuo que seguro que alterna el control de la entrada del cine con un trabajo en el pasaje del terror y que sale de casa ya maquillado me ha indicado que no se puede entrar antes de las cinco y que la película empieza media hora después. A la segunda sí que lo he conseguido, he entrado, he encontrado mi sala y en la oscuridad más absoluta he hallado acomodo donde me ha parecido bien pese a que las entradas eran numeradas. Desde luego la sala no se puede decir que se viniese abajo por el exceso de público.

La película me ha recordado mucho, por su consistencia argumental y sus valores artísticos, a "Abraham Lincoln, cazador de vampiros" que ya tuve oportunidad de chafar al respetable desde estas páginas. Efectivamente la proyección empezó a las cinco y media, desde las cinco estuvieron poniendo anuncios. Para mi sorpresa, no llevábamos una hora de película cuando han improvisado un intermedio de cinco minutos. No sé si será para que el público salga a mear, si para que salga a consumir palomitas y refrescos o si simplemente será para cortarte el rollo y sacarte de la película, no sé, tendré que analizarlo con cuidado, no quiero equivocarme.

A la salida del cine, desbordado de sensibilidad artística tras ver desbarrigar a tiros y cuchilladas a unas quince personas, me he pasado por el Media Markt que aquí se llama Media World, a ver lo que costaba una cafetera y eso. Las cafeteras muy bien, lo malo ha sido que me he pasado por el están de los cedés y no me ha quedado otra que arrear con tres, concretamente Gianna Naninni, Eros Ramazzoti y Franco Batiato, por supuesto todos en italiano. La Naninni me la he tragado en el coche y mientras escribo esta historia estoy medio orgasmado escuchando a Eros Ramazzotti cantar duetos en italiano. Batiato para más tarde. También me estoy cepillando, como quien no quiere la cosa, unas alcachofas a la plancha, concretamente 450 gramos, es que me he puesto a hacer alcachofas y tampoco podía parar, pero están bastante incomibles así que me las voy a dejar y la voy a emprender con la sandía-brontosaurio que me compré esta mañana. Espero que no se me coma ella a mi primero.


Seguro que este bodrio tendrá más éxito en taquilla que "Una pistola en cada mano", por ejemplo.

5 comentarios:

  1. A estas alturas Eros Ramachoti debe ser ya un provecto ciudadano que dedica fines de semana a cuidar nietos.

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    1. Está como nosotros, madurito y atractivo. Además es una gloria nacional.

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  2. Te recuerdo que además de Verdi, Pucinni y algun otro, Mozart tambien escribió operas en italiano (por no hablar de Monteverdi y algun que otro despistado). Esto viene a ¿por que le haces eso a tus oidos). Saludos desde mucho mas cerca de lo que crees pero no lo suficiente como para que nos invites a un café de tu nueva cafetera

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  3. andabamos... :_( en Bolonia, acabamos de volver

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